Читаем Un Puerto Seguro полностью

cuando los tenemos delante.

La noche avanza,

el desfile de rostros

no tiene fin.

La aparente inutilidad

de nuestra acción

se ve interrumpida

apenas un momento

por la esperanza

cuando un saco lleno de ropa

abrigada y alimentos,

una linterna, un saco de dormir,

una baraja de cartas

y unas tiritas

les devuelven la dignidad

de una humanidad

igual a la nuestra.

Y finalmente,

un rostro de mirada

desolada y desoladora

te para el corazón,

quiebra el tiempo

en pequeños fragmentos,

hasta que al fin estamos

quebrantados como ellos,

o tan enteros.

Ya no hay diferencia entre

nosotros.

Somos uno y, mientras

sus ojos buscan los míos,

me pregunto si me permitirá

reclamarlo

como uno de los nuestros

o se adelantará

para matarme.

Pues hace tiempo que toda

esperanza terminó para él.

¿Por qué hacen esto por

nosotros?

Porque les quiero, me gustaría

contestar,

pero raramente encuentro

las palabras

mientras les tiendo el saco

junto con mi corazón,

mi esperanza y mi fe,

que apenas alcanzan para tantos.

Y como siempre, la peor cara

para el final,

después de algunas alegres

y otras tan próximas

a la muerte

que no pueden hablar.

El rostro que me acompaña

a casa en el corazón,

con su corona de espinas

sobre la cabeza

y la cara devastada,

es el más sucio

y el más terrible de todos.

Allí de pie, me mira

manteniendo las distancias;

su mirada me taladra

con una expresión

a veces desolada

y al mismo tiempo ominosa

y desesperanzada.

Lo veo venir

derecho hacia mí.

Quiero escapar,

pero no puedo hacerlo

ni me atrevo.

Saboreo el miedo.

Nos encontramos

frente a frente,

paladeando el terror mutuo

como lágrimas

que se mezclan en una cara.

Y de pronto recuerdo

y pienso:

si esta fuera mi última

oportunidad

de tocar a Dios,

de tender la mano

y ser tocada por Él

a su vez,

si esta fuera mi última

oportunidad

de demostrar mi valor

y mi amor por Él,

¿echaría a correr?

Permanezco en mi sitio,

recordándome

que Él se manifiesta

de muchas maneras,

con distintos rostros,

con malos olores

y quizá incluso

con la mirada airada.

Tiendo la bolsa,

sin osadía ninguna;

simplemente respiro,

pues he recordado por qué

salí en esta

oscura noche

y para quiénes…

Estamos frente a frente,

iguales y solos,

y la muerte planea

sobre nosotros.

Al fin, mientras coge la bolsa,

susurra Dios te bendiga

y se aleja,

mientras regresamos

a casa,

en silencio y victoriosos,

tengo la certeza de que,

una vez más,

hemos sido tocados

por la mano de Dios.

<p>Refugio</p>

En otro tiempo quebrantada

más ahora renovada,

tu recuerdo

es un lugar

donde busco

refugio,

tus costuras,

mis cicatrices,

el legado

de quienes

nos amaron.

Nuestras victorias

y derrotas

convergen

poco a poco,

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