Sardina en Lata
S
i son las 5 de la tarde un viernes — y no haz tenido nada que hacer en tu trabajo, y a las 5, tu boss te da una asignación — déjasela en su escritorio que la haga él, cierra tu escritorio — cierra la computadora — y sal de allí. Si te oprime, analiza lo que significa la opresión. ¿A ti no te oprime tu propio destino? ¿No tienes ansias de lograr algo que no tenga que sentir una presión externa? ¿De dónde te vienen los mandatos — de las responsabilidades del que te oprime — o un destino superior te está llamando a hacer algo con tu vida? Sabes acaso lo que es la vocación, te han llamado desde las entrañas de tu hígado — si es que tienes un hígado — o desde tus pulmones — o desde el enamoramiento de tus ojos sientes que hay algo, alguien superior a tus fuerzas, superior a ti mismo, que te impulsa a seguirle. Si no — qué tienes — te pregunto — un boss que te pica y te muerde todos los días — no te gusta, pues déjalo. Quién se deja oprimir por la mediocridad, porque la reconoce como mediocre, y nada hace en contra de ella, es oprimido, por el Boss, es oprimido por la mediocridad, y es doblemente mediocre. Y no me digas tú: De qué voy a vivir? No es de qué vas a vivir. Es si te vas a atrever a vivir — a vivir sin preocuparte de lo que vas a vivir. Yo me voy de todos los bosses, y no me voy oprimiendo, como dicen algunos, porque o estás arriba, o abajo, no, no es cierto, no estoy arriba ni abajo, estoy pasando como pasan las nubes en el cielo, como pasa el sol llenando de luz diaria la tierra, si no pasas, si no aceptas que estás aquí pasando, si tu ser no está, está pasando en todas partes, porque se está moviendo de lugar, aquí estoy después. Presente. Cuando dejan que uno se oxide — de todas formas aunque no te oxides te vas a oxidar, se te caen los dientes, se te cae el pelo, te llega tu momento, algunos corren, otros van al grano, otros te doran la pildora, otros toman precauciones, otros viven atemorizados — porque la presión externa es tan grande. Es tan fácil decir: no lo voy a hacer, que estás desempleada — todo lo que se desemplea se desenvuelve — se quita el envolvimiento que no te deja desenvolverte. Si te deprimen, te bajan, te están oprimiendo en una lata de sardina — mi pregunta es la siguiente: por qué te dejaste empaquetar en una lata de sardina — si tú no eres una sardina — y tu boss — y las otras sardinas que sí son sardinas — no se dan cuenta que tú no eres una sardina. De tanto estar condicionada a ser sardina, te crees que para existir tienes que estar ensardinada en lata — y oprimida por las otras sardinas que casi son tú misma — porque se te pegan tanto — rinde más quién más trabaja en menos tiempo, quién bajo la presión del enlatamiento y la compresión se comprime más en la lata, posee mayor talento para ser comprimido, mientras más te comprimen más tú te dejas comprimir — y mayor la tensión entre las ratas enlatadas en sardinas, que pican y muerden de feas, saladas y frías — más muertas que vivas. Si te dejas empaquetar en una lata de sardinas, es porque eres una sardina — toda igual, hecha de sal y de aceite, hecha de sordidez y de sordina sorda, de sangre gorda, gorda como la sal salada y amargada — pescado muerto de las sardinas en lata trae mala sarna, trae sarna, sardina en lata, igual a todas, como las moscas, pero al menos las moscas tienen alas y vuelan. Eso es lo que les falta a las sardinas que se dejan empaquetar en una lata, les faltan alas, y tampoco zumban y pican — no zumban ni pican — a los que les oprimen — solo pican y muerden de muertas y de podridas que están. Y el problema radical en que no vuelan, porque no andan, porque no pasan como yo paso, paso de todo, de un estado inferior en que estaba oprimida como una sardina en lata, a un estado superior, en que despego mis alas de acero y vuelo. Por qué dejaste de ser Baco, por qué cambiaste laureles por espinas, chinas por botellas, alas por latas, alegría por dolor, vida por muerte. Pasa, acaba de pasar, milenio, que contigo pasa el dolor.Epílogo
En la encrucijada en que dos caminos se bifurca, vi entonces encontrarse a dos amigos, Hamlet y Zarathustra, cargando a dos muertos.
Zarathustra:
¿Qué haces aquí? Con un muerto.
Hamlet:
Y tú también. Con otro muerto.
Zarathustra:
Hay que enterrar a los muertos.
Giannina:
Yo también cargo con un muerto.
Hamlet:
¿Quién te dio vela en este entierro?
Giannina:
Voy a enterrar al siglo XX.
Zarathustra:
Yo al trapecista superhombre.
Hamlet:
Ya es tiempo de que entierres al Super.
Zarathustra:
Y tú a tu circunstancia.
Hamlet:
Yo soy yo.
Zarathustra:
Te mataron tus circunstancias. Qué mucho me pesa este muerto. Es una reminiscencia la que siento. Un déjà vu. Sí, es Cristo cargando la cruz del infierno del sacrificio.
Giannina: