La alcaldesa Waldron podía intimidar a su querida enfermera para que la dejara entrar a cualquier hora; afortunadamente, sus visitas nunca habían coincidido con las de Mirissa. La primera vez que llegó la alcaldesa, Loren se las ingenió para parecer casi moribundo, pero esta táctica resultó ser desastrosa, porque le fue imposible evitar algunas húmedas caricias. En la segunda visita (por suerte, le avisaron diez minutos antes), estaba totalmente consciente y apuntalado a base de almohadas. Sin embargo, por una extraña coincidencia se estaba llevando a cabo una prueba de la función respiratoria, y el tubo para respirar insertado en la boca de Loren hizo imposible la conversación. La prueba finalizó unos treinta segundos después de que se marchara la alcaldesa.
La visita de cortesía de Brant Falconer resultó algo tensa para ambos. Con gran formalidad, hablaron de los escorpios, de los progresos en la planta congeladora de Bahía Mangle, de la política en la Isla Norte. De hecho, hablaron de todo menos de Mirissa. Loren notaba que Brant estaba preocupado, incluso incómodo, pero lo último que esperaba era una disculpa. Su visitante se las arregló para desahogarse justo antes de marcharse.
— Ya sabes, Loren — dijo con reluctancia—, que no podía haber hecho ninguna otra cosa con aquella ola. Si hubiera mantenido el rumbo nos habríamos estrellado contra el arrecife. Fue una desgracia que el
— Estoy totalmente seguro de que nadie lo podría haber hecho mejor — dijo Loren con absoluta sinceridad.
— Eh… me alegra que lo entiendas.
Era obvio que Brant se sentía aliviado, y Loren sintió un arrebato de simpatía, incluso de compasión, por él. Tal vez había habido algunas críticas de su comportamiento al timón; para cualquiera que estuviera tan orgulloso de sus conocimientos como Brant, eso había tenido que ser intolerable.
— Tengo entendido que se ha recuperado el trineo.
— Sí… Pronto estará reparado y lo dejarán como nuevo.
— Como a mí.
En la breve camaradería de sus carcajadas simultáneas, a Loren se le ocurrió una idea repentina e irónica.
Se preguntó si Brant deseó, en algún momento, que Kumar hubiera sido un poco menos valiente.
36. Kilimanjaro
Era una palabra extraña; un nombre, de eso estaba seguro… pero, ¿de qué?
Moses Kaldor yacía bajo la luz gris del amanecer thalassano, despertando lentamente a los sonidos de Tarna. No es que no hubiera muchos a esa hora; un trineo de arena zumbaba en alguna parte, en dirección a la playa, probablemente para recoger a un pescador que regresaba.
Kaldor no era un hombre jactancioso, pero dudaba que existiera otro ser humano que hubiera leído tantos libros antiguos sobre una variedad de temas tan amplia. También le habían sido implantados varios terabytes de memoria, y aunque la información así almacenada no era realmente
Era un poco pronto para hacer ese esfuerzo, y tenía sus dudas de que la cuestión fuera particularmente importante. Sin embargo, había aprendido a no subestimar los sueños; el viejo Sigmund Freud había hecho algunas puntualizaciones válidas dos mil años atrás. Y, de todos modos, ya no podría volver a quedarse dormido…
Cerró los ojos, conectó el mando BUSQUEDA y esperó. Aunque era pura fantasía, porque el proceso tenía lugar a nivel totalmente subconsciente, podía imaginarse miríadas de Ks parpadeando en algún lugar de las profundidades de su cerebro.
Algo les sucedía a los fosfenos que bailan formando dibujos al azar eternamente en la retina del ojo fuertemente cerrado. Una ventana oscura había aparecido, por arte de magia, en el caos apenas luminiscente; se estaban dibujando letras… y ahí estaba:
KILIMANJARO:
Montaña Volcánica, África. Alt.: 5,9 km. Emplazamiento del primer Terminal del Elevador Espacial de la Tierra.
¡Vaya! ¿Qué quería decir aquello? Dejó que su mente jugara con esa escasa información.
¿Tendría algo que ver con aquel otro volcán, Krakan… que había estado muy presente en sus pensamientos recientemente? Eso parecía bastante cogido por los pelos. Y no necesitaba de ningún aviso para saber que Krakan — o su turbulento descendiente— podía entrar de nuevo en erupción.
¿El primer ascensor espacial? Eso sí que era historia antigua; señalaba el comienzo mismo de la colonización planetaria al dar a la Humanidad acceso prácticamente libre al Sistema Solar. Y aquí estaban utilizando la misma tecnología, usando cables de material superresistente para levantar los grandes bloques de hielo hasta la
Sin embargo, esto tampoco tenía mucho que ver con aquella montaña africana. La conexión era demasiado remota; Kaldor estaba convencido de que la respuesta tenía que estar en alguna otra parte.