Читаем Círculo de espadas полностью

Anna pasó otra tarde con sus colegas. Etienne se fue a dormir temprano, lo mismo que Haxu, el menudo traductor chino. Los demás hombres se quedaron levantados: Charlie, Sten, el capitán Mclntosh, el doctor Azizi y Dy Singh que realmente practicaba el Skih con un turbante puesto.

Bebieron café con o sin coñac. Al cabo de un rato, Anna les habló de su conversación con Nicholas.

Charlie arrugó el entrecejo.

—Creía que habíamos convenido en que no habría conspiración, capitán.

—No estaba conspirando, muchacho. Pensé que al portador Sanders podía interesarle saber algo de su familia.

—¿Por qué le dio una versión cuidadosamente editada de su expediente?

—No podía darle la versión completa. Gran parte de la información es confidencial o privada; y no encontré ningún motivo para imprimir todo lo demás. Hay mucho material. Los del servicio de información tienen la manía de coleccionar información; y, por lo que sé, son totalmente incapaces de seleccionarla. De haber prestado atención, podría decirle qué número de zapatos calza y el resultado de cada examen al que se ha presentado. Nada de esto es interesante. Al parecer, siempre ha sido un joven corriente.

»E1 servicio de información se preocupó por su familia; sus parientes son demasiado activos en el plano social. Pero no encontraron nada en la historia personal de Sanders que les hiciera sentir preocupación por él como individuo; al final lo cogieron.

—No ha respondido a mi pregunta —comentó Charlie—. ¿Por qué le dio una copia de su expediente?

—Quería recordarle que era uno de los nuestros, y que aún tiene familia en la Tierra. Pensé que eso podía convertirlo… no en un amigo, pero sí en alguien más amistoso.

—Al parecer, lo puso furioso. —Charlie miró a Anna—. Si tienes ocasión de hacerlo, pídele disculpas. Dile que no teníamos intención de ofenderlo.

—Haré lo que pueda.

Dy se movió, inquieto, y adoptó una expresión grave. Dijo que no le interesaba Nicholas Sanders. Quería conocer la opinión de Charlie sobre el estado en que se encontraban las negociaciones. De modo que hablaron de ese tema. Charlie se mostró cauteloso pero optimista.

—En este momento tenemos dos objetivos. Uno de ellos consiste en establecer una línea permanente de comunicación. Eso es cada vez más probable o, al menos, posible. Y nos gustaría recuperar a cualquiera de los nuestros que esté en manos de los hwarhatb. Creo que esto se conseguirá. Ellos están evidentemente interesados en recuperar a sus jóvenes. Aunque no me hace ninguna gracia decirles qué pocos quedan vivos.

Todos guardaron silencio. Después el doctor Azizi preguntó cuánto tiempo podrían durar las negociaciones.

—No tengo respuesta para esa pregunta —dijo Charlie—. Pero me niego a darlas por concluidas antes de obtener algún logro. Ya concluimos una ronda de negociaciones habiendo fracasado absurdamente.

Contempló su copa de coñac y frunció el ceño.

—Sigo teniendo la impresión de que se nos escapa algo, alguna información importante. La imagen que se repite es la de una estación como ésta, que gira alrededor de una singularidad. Somos empujados y guiados por un hecho crucial que no podemos ver. —Levantó la vista y sonrió—. Que un diplomático se vuelva metafórico es una mala señal. Posiblemente me equivoque. Tal vez sabemos todo lo que necesitamos saber acerca de los hwarhath.

El doctor Azizi se echó hacia atrás y adoptó una expresión resignada.

—Pero aun así creo que estamos haciendo progresos —dijo Charlie con firmeza—. Y tengo la intención de quedarme hasta que pueda informar de que hemos tenido éxito.

Eh Matsehar la acompañó de regreso por los pasillos brillantes y fríos. Él no tenía ganas de hablar —cosa que ocurría de vez en cuando— y ella estaba cansada. Apenas intercambiaron una palabra.

Anna activó el holograma del techo de su habitación y se tendió en la oscuridad. La decisión de quedarse tomada por Charlie hizo que de repente tuviese conciencia de que se encontraba a años luz del resto de la humanidad. La estación hwarhath parecía frágil y extraña. Fuera sólo tenía el vacío, inmenso y hostil. Dentro, personas a las que no comprendía.

Finalmente se quedó dormida y soñó que se perdía en un laberinto. De vez en cuando veía delante de ella una puerta que se abría a las doradas colinas de Reed 1935-C. Pero nunca alcanzaba la puerta. En lugar de eso, se encontraba en otro pasillo gris.

Se despertó cansada y un poco deprimida. El café no la ayudó demasiado. Se puso un traje pantalón con una blusa de algodón blanco. Al mirarse en el espejo del baño, lamentó no haber aprendido jamás a maquillarse. Tenía una expresión desdichada en el rostro. El lápiz labial habría ayudado, lo mismo que algo para ocultar el cansancio de sus ojos.

Bebió otra taza de café y luego salió a reunirse con Hai Atala Vaihar.

Le preguntó por Las aventuras de Huckleberry Finn.

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