Por la mañana corrió el rumor de que el detenido era el muchacho que había besado a la hija de Aqif Kaxahu. A pesar de todas las desgracias que habían caído sobre la ciudad el pasado invierno («¡Ah, como este invierno, que no volvamos a ver ninguno nunca!», decían las viejas), nadie había olvidado al muchacho de cabellos claros. Todos hablaban de él ahora. «¿Has oído lo que ha dicho en el interrogatorio el chico que besó a la hija de Aqif Kaxahu? No, no sé nada. ¿El que quemó el ayuntamiento? El ayuntamiento no lo ha quemado él. El petróleo y la ceniza que le encontraron al cogerlo eran para otra cosa. ¿De verdad? Bajaba de noche a los pozos en busca de la chica. ¿De noche? ¿A los pozos? ¡Ah, de lo que es capaz el amor! Pues, según dice el muchacho que besó a la hija de Aqif Kaxahu, resulta que ella fue ahogada por alguien de su propia familia. Oye, la verdad es que hace mucho tiempo que no veo a esa muchacha. Nadie la ha visto. Hoy, a mediodía, un inspector fue a casa de los Kaxahu y reclamó verla. La chica no estaba. El muchacho que besó a la hija de Aqif Kaxahu insiste en que la han ahogado. Oye, ahora que lo recuerdo bien, desde que ocurrió aquello, lo del besuqueo, no he vuelto a ver a la muchacha. Ya te lo he dicho, no solamente tú: nadie la ha visto. Tienes razón, continúa. ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí! Aqif Kaxahu ha declarado que había enviado a su hija a casa de unos primos lejanos. ¡Ah, primos lejanos…!»
– Has adelgazado -me dijo la abuela-. Vete unos días a casa de
Esperaba aquel consejo.
… desde ahora es evidente que en nuestra ciudad actúa un grupo de terroristas. Cuando la policía atrapó a medianoche a un individuo con petróleo y una cuerda, todos creyeron que por fin se había encontrado al Nerón de nuestra ciudad. Pero resultó que no era Nerón, sino Orfeo, en busca de su Eurídice por los pozos de la ciudad. Tribunales. Audiencia. Propiedad. Se posponen temporalmente todos los juicios por cuestiones de propiedad de la tierra, a causa de la quema de los documentos del catastro. Cine. Mañana, la película «Gran Hotel», con la afamada actriz Greta Garbo. Se prohibe la circulación desde las 9 de la noche hasta las 4 de la madrugada, con excepción de las comadronas. El comandante de la plaza, Bruno Archivocale. Precio del pan. Dr. S. Xuberi. Enfermedades venéreas…
XIII
Como cada año, la tierra que rodeaba la casa de
Como siempre,
La hilera de sábanas blancas, que oponían mil pequeñas resistencias al viento, resultaba tranquilizadora. El ataque del aire contra las sábanas era débil. Recordaba el juego de un gato que aparenta querer arañarte, pero mantiene las uñas retraídas.
El aire fresco soplaba siempre en la misma dirección. Quizá trajera a Susana.
La abuela mayor terminó de tender las sábanas.
– ¿Y cómo están mamá y papá? ¿Cómo le va a Selfixe? -preguntaba mientras prendía las últimas pinzas en la cuerda.
– Están bien.
Distinguí algo más entre el frufrú de las sábanas.
– Estás atolondrado -dijo la abuela-. Pero tienes razón, hijo, con todas esas bombas y esos aviones…
Una pequeña sirena dio la alarma. Era ella la que revoloteaba. Sus alas blancas brillaron sobre el cielo. Apareció un instante entre las sábanas, como si fueran nubes, y volvió a esfumarse.
Salí al patio y estaba allí, con la cabeza ladeada. Llevaba una falda gris clara, del color del aluminio.
– Susana.
Ella volvió la cabeza.
– ¿Has venido?
– Sí.
Había crecido.
– ¿Cuándo?
– Hoy.
Sus piernas eran más delgadas y más largas.
– ¿Dónde estuviste durante los bombardeos? -le pregunté.
– Allá, en aquella cueva de allá…
– Nosotros estuvimos en la fortaleza. Te estuve buscando un día.
– ¿De verdad? Creí que no te acordabas de mí…
– Sí que me acuerdo.
Movió la cabeza a un lado y se ajustó con la mano un prendedor de su cabello.
– Me importa mucho que te acuerdes de mí -dijo de pronto y se fue.
Entre los árboles, por el sendero que ascendía hacia su casa, apareció una vez más la falda de color de aluminio. Después dio la vuelta y volvió a acercarse.
– ¿Me lo vas a contar? -preguntó con severidad…
– Te lo contaré.
Sus ojos brillaron de felicidad.
– ¿Tienes mucho que contar?
– Mucho.
– Empieza. Empieza ya.