Читаем El Atentado полностью

– Ignoro lo que me está ocurriendo, Kim. Me encuentro perfectamente lúcido, pero siento una tremenda necesidad de hacerlo a mi manera. Siento que sólo podré guardarle el luto a mi mujer tras haber mirado de frente al cerdo que le lavó el cerebro. Me importa poco saber lo que vaya a soltarle o escupirle a la cara. Sólo quiero ver su cara, comprender qué tiene que yo no tenga… Cuesta explicarlo, Kim. Se agolpan tantas cosas en mi mente… A veces me echo toda la culpa; otras, Sihem me parece la más odiosa de todas las mujeres. Necesito saber cuál de los dos ha fallado al otro.

– ¿Y crees que esa gente te va a dar la respuesta?

– ¡No lo sé!

Mi grito retumba en el silencio como un disparo. Kim se queda temblando sobre su silla, la boca tapada con un trapo y los ojos muy abiertos.

Alzo las manos a la altura de mis hombros para calmarme.

– Perdóname… Está claro que esta historia me puede. Pero hay que dejarme hacer lo que quiero. Si me ocurre algo, me lo habré buscado.

– Me tienes preocupada.

– No lo dudo, Kim. A ratos siento vergüenza por comportarme así, pero me niego a calmarme. Y cuanto más se intenta hacerme entrar en razón, menos me apetece hacerlo… ¿Me entiendes?

Kim suelta el trapo a su lado sin contestar. Los labios le tiemblan durante un minuto largo antes de recuperar la palabra. Respira hondo, me mira con dolor y dice:

– Hace tiempo conocí a alguien. Era un chico normal, pero me entró por los ojos nada más verlo. Era amable y dulce. No sé cómo hizo, pero tras un flirteo se convirtió para mí en el centro del universo. Sentía un flechazo cada vez que me sonreía, hasta el punto de que, cuando a veces se le ensombrecía el rostro, necesitaba encender todas las luces en pleno día para ver claro. Lo he amado como pocas veces se ama. A veces, ebria de felicidad, me hacía la terrible pregunta: ¿Y si me dejara? Sentía de inmediato mi alma separarse de mi cuerpo. Sin él no era nada. Hasta que una noche, sin previo aviso, hizo su maleta y salió de mi vida. Durante años, tuve la sensación de ser una piel olvidada tras una muda. Una piel transparente colgada del vacío. Luego pasaron más años y me di cuenta de que seguía estando aquí, de que mi alma no se había largado, y así fue cómo recobré el ánimo…

Agarra mis dedos hasta aplastarlos.

– Lo que quiero decir es muy sencillo, Amín. Por mucho que te esperes lo peor, éste siempre puede sorprenderte. Y si por desgracia ocurre que toquemos fondo, sólo depende de nosotros que nos quedemos hundidos o que salgamos a flote. No hay más que un paso entre el calor y el frío. Lo importante es saber dónde se pisa. Es fácil resbalar. Un paso en falso y caes por el barranco. ¿Pero acaba con eso el mundo? No lo creo. Hay que motivarse para salir adelante.

Fuera se oye el chirrido de un frenazo, luego unos portazos y un ruido de pasos en la noche. Aporrean la puerta y luego llaman. Kim abre. Es el vecino del 38 con la policía. El oficial es un hombre rubio ya entrado en años, delgado y cortés. Lo acompañan tres agentes armados hasta los dientes. Nos pide excusas por molestar y luego nos pide nuestra documentación. Vamos a buscarla a nuestras respectivas habitaciones, seguidos de cerca por los policías.

El oficial inspecciona nuestros documentos de identidad y se detiene en el mío.

– ¿Es usted israelí, señor Jaafari?

– ¿Le supone un problema?

Me mira de arriba abajo, irritado por mi pregunta, nos devuelve los documentos y se dirige a Kim.

– ¿Es usted la hermana de Benjamín Yehuda, señora?

– Así es.

– Hace tiempo que lo conozco. ¿Ha regresado ya de Estados Unidos?

– Está en Tel Aviv, preparando un foro.

– Cierto, se me había olvidado. Me dijeron que hace poco lo operaron; espero que ya se encuentre mejor.

– Señor oficial, mi hermano jamás ha pisado un quirófano.

Asiente con la cabeza, saluda y hace una señal a sus hombres para que lo sigan fuera. Antes de cerrar la puerta, oímos al vecino del 38 comentar que Benjamin jamás le había dicho que tenía una hermana. Nuevos portazos y el coche arranca a la carrera.

– Reina la desconfianza -digo a Kim.

– ¡Ni que lo digas! -contesta volviendo a la mesa.

No pego un ojo en toda la noche. Ya mirando el techo con fijeza como si quisiera agujerearlo, ya fumando un enésimo pitillo, rumio las palabras de Kim hasta la saciedad sin sacarles provecho. Kim no me entiende, y lo peor es que yo tampoco me entiendo mejor. Además, no admito que se me llame la atención. Sólo estoy dispuesto a escuchar todo eso que se me ha colado en la cabeza y me arrastra, a mi pesar, hacia el único túnel que me ofrece una salida.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Книжный вор
Книжный вор

Январь 1939 года. Германия. Страна, затаившая дыхание. Никогда еще у смерти не было столько работы. А будет еще больше.Мать везет девятилетнюю Лизель Мемингер и ее младшего брата к приемным родителям под Мюнхен, потому что их отца больше нет – его унесло дыханием чужого и странного слова «коммунист», и в глазах матери девочка видит страх перед такой же судьбой. В дороге смерть навещает мальчика и впервые замечает Лизель.Так девочка оказывается на Химмель-штрассе – Небесной улице. Кто бы ни придумал это название, у него имелось здоровое чувство юмора. Не то чтобы там была сущая преисподняя. Нет. Но и никак не рай.«Книжный вор» – недлинная история, в которой, среди прочего, говорится: об одной девочке; о разных словах; об аккордеонисте; о разных фанатичных немцах; о еврейском драчуне; и о множестве краж. Это книга о силе слов и способности книг вскармливать душу.

Маркус Зузак

Современная русская и зарубежная проза