Читаем El cálculo de Dios полностью

—¡Cállate! —gritó Cooter. Estaba claro que sin J. D. no era nada—. Cállate de una puta vez.

Y luego, para mi asombro, escuché el familiar tono doble. El proyector de holoforma que, como siempre, llevaba en el bolsillo, señalaba que estaba a punto de activarse.

Cooter se había retirado bajo el saliente de los balcones; ya no podía ver a los tiradores, lo que significaba que el os tampoco podían verle a él. Una imagen de Hollus comenzó a manifestarse agitándose, a tamaño completo, casi indistinguible de la Hollus real. Cooter se volvió; estaba aterrado y no pareció darse cuenta de que el forhilnor desaparecido se había unido de pronto a nosotros.

—Cooter —dijo el simulacro de Hollus, avanzando con valor—. Mi nombre es Hollus. — Cooter apuntó de inmediato la ametralladora en su dirección, pero la forhilnor siguió reduciendo la distancia que los separaba. Todos empezamos a retroceder. Podía ver que los policías del vestíbulo estaban confusos; aparentemente Hollus se había interpuesto entre el os y Cooter—. Todavía no le has dado a nadie —dijo Hollus, con palabras que parecían los latidos de corazones gemelos—. Has visto lo que le sucedió a tu socio; no permitas que te l egue el mismo destino.

Hice movimientos con mis manos que esperaba que los otros pudiesen ver en la oscuridad: quería que se dispersasen de forma que ninguno de nosotros se encontrase en la misma línea que conectaba a Cooter con Hollus.

—Dame el arma —dijo Hollus. Ahora se encontraba a cuatro metros de Cooter—. Entrégala y saldrás de aquí con vida.

—¡Atrás! —gritó Cooter.

Hollus siguió aproximándose.

—Dame el arma —repitió.

Cooter agitó violentamente la cabeza.

—Lo único que quería hacer era demostrar que lo que los científicos os decían no era cierto.

—Lo comprendo —dijo Hollus, dando otro paso al frente—. Y estaré encantada de escucharte. Simplemente dame el arma.

—Sé que creéis en Dios —dijo Cooter—. Pero no habéis sido salvados.

—Escucharé lo que desees decirme —dijo Hollus, avanzando un centímetro—, pero sólo después de que entregues el arma.

—Que se vayan todos los policías —dijo Cooter.

—No van a irse. —Otro adelanto de seis pies hacia el hombre.

—No te acerques más, o dispararé —dijo Cooter.

—No quieres dispararle a nadie —dijo Hollus, aún avanzando—, y menos aún a un camarada creyente.

—Juro que te mataré.

—No lo harás —dijo Hollus, acercándose aún más.

—¡Atrás! ¡Te lo advierto!

Los seis pies se acercaron.

—Que Dios me perdone —dijo Cooter y…

… y apretó el gatil o.

Y las balas salieron del arma…

Y entraron en el simulacro Hollus…

Y los campos de fuerza que componían el cuerpo simulado ralentizaron las balas, retardando más y más su movimiento, hasta que salieron por el otro lado. Siguieron volando por la Rotonda, recorriendo otros dos metros más o menos en una trayectoria parabólica que las hizo caer repiqueteando sobre el suelo de piedra.

El simulacro se acercó, alargando los brazos de campos de fuerza para agarrar la ametralladora por el cañón, que con toda segundad ahora estaba tan caliente que un ser de carne y hueso no hubiese podido cogerlo.

La Hollus real, arriba, presumiblemente en el tercer piso, le arrancó el arma, retiró sus brazos, y el simulacro, aquí en la entrada, también lo hizo. Y Cooter, asustado de que un ser al que acababa de l enar de balas no estuviese muerto, soltó el arma. El avatar se dio la vuelta y se retiró con rapidez.

La policía atravesó el vestíbulo corriendo y…

Ahora fue completamente innecesario. Totalmente innecesario.

Uno de los policías lanzó una ráfaga.

Y Cooter cayó hacia atrás, con la boca abierta, una «O» perfecta de sorpresa. Chocó contra un segmento de pared y se hundió en la oscuridad, mientras un rastro de sangre como la marca de una garra le seguía por el suelo.

Y su cabeza se inclinó a un lado.

Y fue al encuentro con su creador.

<p>29</p>

La policía nos interrogó a Christine y a mí durante horas, pero permitieron que los cuatro alienígenas volviesen de inmediato a la nave nodriza para que pudiesen tratar la herida de Barbulkan. Al final cogí un taxi a casa —treinta dólares incluyendo la propina— y permanecí despierto dos horas más contándole a Susan todo lo que había pasado.

—Dios mío —repitió una y otra vez—. Dios mío, podrían haberte matado.

—Hollus me salvó. Nos salvó a todos.

—Si tengo la oportunidad, le daré a esa enorme araña un gran abrazo de agradecimiento —dijo Susan, sonriendo.

Yo también sonreí, y la besé. Pero ya me encontraba agotado, absolutamente destrozado. Mi vista se volvía borrosa, y me sentía mareado.

—Lo lamento, cariño —dije—, pero tengo que dormir un poco.

Asintió, volvió a besarme, y nos fuimos al dormitorio.

Dormí hasta las 10:00 de la mañana del lunes. El tiroteo se había producido demasiado tarde para salir en los periódicos de la mañana, pero Susan me contó que tanto Breakfast Television como Canada A.M. habían abierto con la historia. No había ido a trabajar para esperar a que me despertase. Ricky ya se había ido al colegio para cuando yo salí de la cama.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Семь грехов
Семь грехов

Когда смертный погибает, у его души есть два места для перерождения – Светлый мир и мир Тьмы. В Темном мире бок о бок живут семь рас, олицетворяющих смертные грехи:ГОРДЫНЯ,падшие ангелы, стоящие у власти;АЛЧНОСТЬ,темные эльфы-некроманты, сильнейшие из магов;ГНЕВ,минотавры, мастера ближнего боя;БЛУД,черти, способные при помощи лука справляться с несколькими противниками сразу;ЗАВИСТЬ,горгоны, искусные колдуны;ЧРЕВОУГОДИЕ,паукообразные, обладающие непревзойденными навыками защиты;УНЫНИЕ,скитающиеся призраки, подчиняющие разум врагов собственной воле.Когда грехорожденные разных рас начинают бесследно пропадать, Темный Владыка Даэтрен не может не вмешаться. Он поручает своей подопечной, демонессе Неамаре, разобраться с таинственными исчезновениями, но на этом пути ей не справиться в одиночку…

Айлин Берт , Денис Шаповаленко

Фантастика / Героическая фантастика / Научная Фантастика / Фэнтези