O sea que hubo que encontrar una solución de emergencia y ésta consistió en que Carlitos, que recién estaba aprendiendo a manejar, llegaría en el carro viejo conducido por el cretino de Molina, y nosotros dos, carajo, se les van a caer los ojos a Susy y a Mary cuando nos vean llegar, haremos nuestro ingreso triunfal al caserón de la avenida San Felipe, con tremendos jardines y pistas de entrada para automóviles, nada menos que solitos y en el Daimler. Por supuesto que lo único con que no contaron los mellizos Céspedes Salinas fue con que las hermanas Vélez Sarsfield también tuvieran un Daimler negro con chofer uniformado, estribos, mil asientos limusines y todo, con que habituadas como estaban a mucho lujo y nada más, encontraran entrañable y sumamente bohemia y
Y fue así como los mellizos, que en ningún momento fueron despreciados ni nada, ni mucho menos mirados de forma alguna, tuvieron que resignarse ante ese triunfo absoluto de Carlitos Sylvester y sufrirse frases suyas del tipo: Miren, Arturo y Raúl, yo creo que una primera lección, o conclusión, esta tarde, podría ser que a una multimillonaria se le impresiona con un auto viejo, de la misma manera en que a una chica pobre la haces feliz con un Daimler, por ejemplo, y todo esto mientras el té de las cinco continuaba enfriándose a las siete y empezaba a anochecer y continuaban las tres parejas todas apretujadas en el cupé seductor conducido con más riesgo y aventura que nunca por un Carlitos Sylvester que las tres encontraban realmente encantador y con esas asociaciones de ideas tan locas y tan divertidas.
Hechos mierda, los mellizos se sintieron siempre más mirados que nunca, y desde el cielo mismo hasta el mismísimo infierno, aunque la verdad es que nadie ahí los miró mal ni nada, o tal vez el asunto sea que precisamente los miraron demasiado poco, o a lo mejor nada, y que además los pobres jamás llegaron a entrar en la casa estilo tudor más tudor e inmensa de todo Lima, un súper sueño para ellos, porque ya vimos que, no bien llegó Carlitos con su cupé y su terrible fama de alcoba que camina, oculta además bajo el entrañable nombre de Carlos Sylvester, las tres hermanas sólo tuvieron ojos y oídos para él y su automóvil bohemio y romántico, y ya sólo quisieron subirse al cupé y partir a la aventura, y ahí continuaban todavía a las nueve en punto de la noche con los pobres mellizos reducidos ahora a la nada existencial, aunque con Molina siguiéndolos, o persiguiéndolos, más bien, y siempre en el Daimler, tal vez sólo por cumplir con las órdenes de doña Natalia, pero seguro que, además, por qué no, para darse el gustazo de ser el único ahí esa tarde noche, que se la pasó todo el tiempo en actitud de arriba abajo, de automóvil a automóvil y tan sólo telepáticamente, por supuesto, y también, cómo no, referida exclusivamente a los hermanos de la calle de la Amargura y a la porquería esa verde que ellos llaman bólido, habráse visto cosa igual, sólo a un par de cretinos como los Céspedes Salinas se les ocurre llamarle bólido a semejante vejestorio, ja, ja, ja, ja…