Porque era desesperante, además, no saber bien cómo eran esas pobres chicas con las que tanto había hablado por teléfono en los últimos días, de acuerdo al plan establecido por los mellizos. Maldito plan el de los hermanos estos, porque a Carlitos lo obligaba a ir conversando cada tarde con una hermana distinta, haciéndose pasar primero por Arturo, luego por Raúl, y finalmente por sí mismo, que fue cuando más trabajo le costó. Y, por supuesto, los mellizos habían escogido a las dos hermanas mayores, aunque hay que reconocer que también ellos le llevaban un buen par de dramáticos años a Carlitos, dramáticos, sí, porque, por favor, no se lo digas nunca a nadie, hermano, pero hubo dos años, que también se los pagaremos con creces, de más está decirlo, en que nuestra pobre madre no logró pagarnos el colegio y por eso hemos terminado tan tarde.
Pero volviendo a las hermanas angloperuanas y tan
– Pero quién habla, Arturo, ¿tú o yo? -se hartó Carlitos, con el auricular muy cerca de la boca.
– Tú, hermano, por supuesto.
– ¿Qué pasa, Arturo? -se oyó la voz desconcertada de Susy.
– Soy Carlitos… Ah, no, soy Arturo, creo…
– ¡Animal! En este momento eres Arturo o no eres nadie.
– ¿Qué pasa, Arturo?
– Un gran danés que siempre molesta cuando uno habla, je, je. Y además aquí me dicen que se ha cruzado la línea…
– ¡Animal! Aunque no, no, Carlitos. Perdón. Sshiii… Eso del gran danés te ha salido cojonudo, Sshiii, sí, toda tuya, hermanito…
– Perro del diablo, el gran danés… Pero ya se va, por fin.
La conversación, que había empezado tan bien, estuvo a punto de irse al diablo por culpa del Arturo mellizo, que finalmente se dio cuenta de que el papel protagónico se lo tenía que dejar todo a Carlitos, sobre todo desde su gran acierto al atribuirle la posesión de un gran danés, nada menos. Entonces, por fin, se recompuso aquella simpática charla y Susy Vélez Sarsfield era un encanto, sumamente bromista, y de gran habilidad y rapidez para captar todas aquellas locas asociaciones de ideas con que Carlitos logró recrear a un Arturo francamente simpático y socialmente perfecto, una especie de
Al día siguiente, martes, le tocó su turno a Mary Vélez Sarsfield, que también resultó ser encantadora y sumamente natural y probablemente
Lo complicado vino el miércoles, porque a Carlitos le tocaba ser Carlitos Alegre e invitar a Melanie, la tercera de Vélez Sarsfield, casi una niñita, pero con muchísimo mundo parece ser, aunque la verdad es que hubiera pagado por llamar a sus hermanas y preguntarles por las chicas Vélez Sarsfield, porque ahora no sólo se le confundían con muchas otras amigas de Cristi y Marisol, sino que de pronto como que se le borraban del todo o reaparecían pero con unas caritas tan lindas que, resulta, podían ser cualquiera menos ellas. Casi se queda sin cita para el viernes, Carlitos, por imitarse a sí mismo imitando a los mellizos, primero, después por insistir en que mejor era un lonche a las seis que un té a las cinco, porque entre otras cosas les daba más tiempo para estudiar, y finalmente porque la que contestó primero y les contó de unos hermanos muy simpáticos pero que insistieron venir a las cinco y a té y no lonche, no seas pesado, Carlitos, era Susy, nada menos.
– Pero si contigo ya he quedado.
– Siempre tan loquito y despistado, ¿no, Carlitos? Pero yo contigo no hablo desde niña, casi, y creo que con quien realmente quieres hablar es con Mary.
– Con ella también ya quedé, te lo juro.
– Pues entonces te paso con Melanie. Y ojalá que te acepte, para que la pobrecita también tenga algo que hacer…
– Qué mala eres, Susy…