Por supuesto que no se atrevieron a mencionar el día aquel, ni mucho menos a decir que se trataba de un día ya lejano, y esas cosas, porque Carlitos bruto sí que no era ni andaba mal de la memoria ni nada, y, todo lo contrario, tenía fama de genio, al menos en lo suyo. Pero Carlitos también vivía en las nubes, gracias a Dios, y con eso contaban los mellizos para que, una vez más en la vida, al pobre se le escapara lo elemental del asunto y ni cuenta se diera de que ellos acababan de hablarle muy claramente, por fin, y de que éste era el momento, o nunca, para enterarse de la verdadera razón por la cual aparecieron un día en su vida, por puro interés, claro está, porque eran un gran par de trepadores, y porque en su inefable escala de valores, él, nada menos que él, mamita linda, había resultado ser el puente y la escalera, y el ascensor, y todo, más la llave ganzúa, por supuesto, también, si se quiere, capaz de hacerlos llegar a las más altas esferas, hasta la mismita
Aunque claro, por el momento, de eso, nada, con el problema de mierda de la Natalia esta, aunque también la Natalia esta, claro está, y mejor que nadie, tal vez, sí, por amor a su Carlitos y a sus amigos Céspedes Salinas, y por, y para, y entonces, y mira tú por dónde, y mira tú que, y encima de todo, y a lo mejor, también… Bueno, éste era un tramo de las ideas y los planes de acción de los mellizos que aún no estaba demasiado claro, porque, entre otras cosas, como que les quedaba inmenso y plagado de obstáculos, por ahora, pero que, de una manera u otra, ya se irá viendo, podría ser importantísimo, en su debido momento. Y además a Carlitos tampoco se le podía contar todo, al menos no en esta primera etapa, claro que no, Raúl, de a poquitos, Arturo, y con mucho cuidado, Raúl, por más que el genio del Daimler y el hembrón de alta cuna y fortuna, ojo, Arturo, que la expresión esta todavía no la tenemos bien controlada, es cierto, lo sé, lo recuerdo, no hay que abusar, pero aquí entre nos, como suele decirse, sí, entre nos, dime…
– Las cosas que se les ocurren a ustedes -fue lo único que se atrevió a decir Carlitos Alegre, que nunca se fijaba en nada, y que también esta vez dejó pasar ante sus ojos lo elemental.
¿Cómo y por qué había empezado la relación con los mellizos? Y: ¿Qué hago yo metido hace semanas con unos tipos que, ahora que lo pienso bien, hasta me fumaron en los antebrazos, cuando…? Pero a Carlitos siempre se le bifurcaban los senderos, y hasta se le trifurcaban, o, mejor aún, a Carlitos hasta se le
– Yo no creí nada, la verdad, pero, eso sí, hasta ahora me da muchísima risa cuando me acuerdo de que ese taxi, perdón, ese auto negro, los atropello a los dos, sin chofer y sin moverse. ¿Se acuerdan? Increíble. Cosa de dibujos animados o de Los Tres Chiflados. Mis hermanas también se tronchan de risa cada vez que se acuerdan de, je, je… De locos, aquello sí que fue de locos, je, je, y si además de todo era un taxi que ahí nadie había llamado, je, je, je… Les tendría que contar este ultimo detalle a mis hermanas, aunque claro, por ahora no voy a poder, pero no bien…
– Olvídalo, por favor, Carlitos, te lo rogamos. Olvídalo y escúchanos, por favor, hermano. Fuera de bromas, ese automóvil era de nuestro padre, y lo vendimos por viejo, sólo por viejo, Carlitos. Era el automóvil de nuestro viejo, y, ¿entiendes, carajo?
– ¿Y éste de quién es, entonces? Porque la verdad es que también se ve bastante viejito, aunque todavía huela a pintura fresca, je, je…
Sin darse cuenta siquiera, Carlitos les estaba dando en la madre, ahora, y nada menos que después de haberles dado en el padre, hace un instante, pero la verdad es que el pobre no sabía qué diablos se traían los mellizos con tanto automóvil viejo.
– Éste, Carlitos, para serte del todo sinceros, lo hemos comprado con ayuda de nuestra madre. Pero tú bien sabes que a ella le pagaremos un día todo con creces, ¿o no, amigo? Lo sabes, ¿no es cierto?
– Con muchas creces, sí, je.