– Éste es un cupé del 46. Recién pintadito y todo. Ford, cupé, y del 46. Tremendo bólido, ¿no?
– ¿Bólido, esto? -se le escapó a Carlitos, que se excusó de inmediato por su tremenda metida de pata, pero que, acto seguido, simple y llanamente no logró controlar la carcajada que le produjo imaginar a Molina opinando sobre
Pues hubo, en efecto, entrenamientos intensivos y también intensas confesiones y, cómo no, momentos en los que Carlitos les decía que francamente no entendía ni papa. Y hubo otros momentos en los que soltaba una carcajada asociativa, según él, y luego se disculpaba muchísimo, pero continuaba con su carcajada horas y horas, hasta pasar a otros momentos en los que les pedía por favor que le repitieran bien una cosa, a ver si por fin entiendo, caramba. Y hubo, también, otros momentos en los que movía la cabeza negándolo todo, como quien dice que la vida no puede ser así y punto, me niego a creerlo. Y hubo, por último, momentos en los que Carlitos se ponía de pie, les decía que por hoy ya basta, y yo creo que deberíamos estudiar un rato, a ver si con unos cuantos capítulos de dermatología se me aclaran un poco las ideas.
Pero las Vélez Sarsfield eran tres y, por favor, Carlitos, son tres y te necesitamos y tú mismo nos has contado que Natalia tiene que viajar un par de semanitas a Europa, nosotros sólo te pedimos que nos acompañes, hermano, qué le puede importar a Natalia que esas tres mocosas nos reciban en su casa. A Natalia, la verdad, lo de las tres mocosas feísimas esas le importaba un repepino, precisamente porque eran horrososas, más feas todavía que su madre y que su padre, pero claro que Carlitos no era tan cruel como para soltarles a sus amigotes todo lo que Natalia había opinado sobre esas pobres chicas, ni mucho menos lo que había opinado sobre esos pobres chicos, refiriéndose por supuesto a ustedes, este…
– Una lacra social, mi amor. El retrato robot de dos tarros de caca.
– Pero me apena lo de su papá, que murió tan pronto y parece que prometiendo mucho, Natalia, o al menos así me cuentan ellos a mí…
– Vete tú a saber si será verdad.
– La prueba es su mamá, pobre señora, si la vieras subir la escalera y… Bueno, suba o baje, o lo que sea, todo lo hace con esa cara de resignación, la pobrecita… A mí esa señora me da mucha pena y me parece sumamente buena y decente, Natalia. Y toda una víctima.
– Y qué le queda, con el par de monstruos esos.
– Bueno, por quedarle, le queda todavía la hija, que es como más resignada todavía… No se llama Martirio, pero sí algo por el estilo. La verdad es que siempre me equivoco con el nombre de esa pobre chica. Pero se llama Soledad, Consuelo, Encarnación, Martirio. En fin, la pobrecita como que hasta tiene un nombre medio tristón o medio dramático.
– Pues ésa es la que te ha tocado a ti en suerte, mi amor, en la repartición del mundo que hacen tus amigotes. Créeme. Estoy segurísima, Carlitos. Esa es mi rival. Ya verás tú algún día.
– No te entiendo, Natalia…