Para recomponer los rincones del Tetuán colonial me he servido de los numerosos testimonios recogidos en los boletines de la Asociación La Medina de Antiguos Residentes del Protectorado español en Marruecos, por lo que agradezco las colaboraciones de sus nostálgicos socios y la amabilidad de los directivos Francisco Trujillo y Adolfo de Pablos. Igualmente útiles y entrañables han sido los recuerdos marroquíes desempolvados por mi madre y mis tías Estrella Vinuesa y Paquita Moreno, así como las múltiples contribuciones documentales facilitadas por Luis Álvarez, entusiasmado con este proyecto casi tanto como yo misma. Muy valiosa también ha sido la referencia bibliográfica aportada por el traductor Miguel Sáenz acerca de una singular obra parcialmente ubicada en Tetuán, a partir de la cual surgió la inspiración para dos de los grandes personajes secundarios de esta historia.
En la reconstrucción de la escurridiza trayectoria vital de Juan Luis
Beigbeder me resultó de enorme interés la información suministrada por el historiador marroquí Mohamed Ibn Azzuz, celoso custodio de su legado. Por promover el encuentro con él y acogerme en la sede de la Asociación Tetuán-Asmir -la antigua y hermosa Delegación de Asuntos Indígenas- agradezco la atención de Ahmed Mgara, Abdeslam Chaachoo y Ricardo Barceló. Extiendo además mi reconocimiento a José Carlos Canalda por los detalles biográficos sobre Beigbeder; a José María Martínez-Val por atender mis consultas sobre su novela
Por proporcionarme datos de primera mano sobre Alan Hillgarth, los Servicios Secretos británicos en España y la tapadera de Embassy, deseo dejar constancia de la cordialidad personal de Patricia Martínez de Vicente, autora de