Читаем El Traje Gris полностью

Una noche se atrevió a hacerle una pregunta a propósito de ellos dos. Hacía tiempo que quería planteársela, pero unas veces se le había escapado la ocasión y otras había temido la posible respuesta. Ocurrió que Adele, comentando una película, dijo: -La gente se casa por tantos motivos… Él aprovechó la ocasión al vuelo. -¿Y cuál fue el tuyo para casarte conmigo? -Utilizó un tono de guasa, pero estaba tenso y notó un sudor frío. Ella lo pensó un momento. -Tú fuiste un gran señor. Y sigues siéndolo -añadió, acariciándole suavemente la mejilla, como para cambiar de tema. Aquella respuesta no aclaraba nada. Él no aceptó la invitación a cambiar de tema. -Explícate mejor. -¿De veras quieres saberlo? -Si te lo estoy preguntando… -Pues muy bien. Sólo tres días después de la muerte de Angelo… imagínate, se me echaron encima como moscas sobre la miel. Todos afligidos por mi dolor, compasivos, apenados… Me estrechaban la mano para darme el pésame mientras con la otra intentaban tocarme el trasero. -¿Quiénes? -Todos. Hasta el empresario de las pompas fúnebres cuando vino a presentarme la cuenta. -¿Lo dices en serio? -No bromeo y no me estoy inventando nada. El entierro costaba un dineral y él me propuso un descuento del cincuenta por ciento si aceptaba su invitación a cenar. -¡No puedo creerlo! -Eres muy libre de no creerlo. La viudita que acaba de perder al marido después de ocho meses de matrimonio, ¡el apetito que debe de tener! ¡Pobrecita! ¡Debe de pasarse las noches jadeando! ¡Bastará alargar la mano para que se deje coger! Además, es una acción caritativa. ¡Cerdos asquerosos! ¡Tu presidente también, que conste! Él se quedó estupefacto. -¿Bernocchi? -Bernocchi, tan comprensivo, tan paternal… «Querida, ¿por qué no va a descansar a una casita aislada que tengo en Capo d'Orlando? Nadie se enteraría, nadie la molestaría. Podría reunirme con usted el fin de semana para hacerle un poco de compañía…» ¡Menudo gusano repulsivo! El seguía escéptico. -¿No es posible que te equivocaras? ¿Que te estuviera proponiendo sinceramente…? -¡Anda ya! Si hasta me contó que estaba ejerciendo presión sobre ti para que me concedieras una triple liquidación que no me correspondía. Y cuando tú me la diste, ¡se presentó corriendo en mi casa para cobrar el agradecimiento! Pago al contado… -¿Y tú? -Le dije en la cara que como hombre no me gustaba y que podía quedarse con el dinero. -¿Era demasiado viejo y te impresionaba? -¿Por qué tendrían que impresionarme los viejos? No; era él, que no me gustaba. Tú lo conocías mejor que yo. En primer lugar, le apestaba el aliento. Y le sudaban las manos. Además, hablaba y se movía como un hombre de iglesia. Irme a la cama con él me habría parecido como acostarme con un cardenal. No, no me gustaba nada. -¿Y si te hubiera gustado? -Si me hubiera gustado… pues no lo sé. ¡Qué preguntas tan tontas haces! En cualquier caso, aquellos días yo estaba muy trastornada, confusa. Y desanimada. Puedes creerme: no hubo ni uno que no lo intentara. -Creía que a las mujeres os gustan las atenciones masculinas. -Pero ¡aquello no eran atenciones! Y a mí me ofendían profundamente. Todos tenían una finalidad concreta, sólo pensaban en eso… No; he dicho mal, no todos. Hubo una excepción. Tú. -Tú me habías impactado, y mucho. -Eso lo comprendí enseguida. Pero supiste consolarme sin pedir nada a cambio. Sin embargo, yo te gustaba, vaya si te gustaba, te lo leía en los ojos. ¿Y sólo por eso le había dado el sí en cuanto le propuso matrimonio? ¿Porque había sabido consolarla? ¿O porque ella había comprendido que también podría ofrecerle muchas comodidades? En cualquier! caso, estaba situado un peldaño por debajo de Angelo. Éste por lo menos había conseguido hacerse querer. Una frase que Adele no había utilizado para referirse a él. En los primeros tiempos, se había hecho la ilusión de que la pasión con que ella se le entregaba era una manera de expresar el amor que sentía por él. Que no sabía decirlo con palabras sino con el cuerpo. Poco a poco se dio cuenta de que el cuerpo de Adele reaccionaba con independencia de cualquier sentimiento; era una máquina perfecta que se ponía en marcha en cuanto se pulsaba la tecla adecuada, y ya no dejaba de funcionar. Y jamás en el transcurso de aquellas noches -reparó en ello mucho después-, ni siquiera en el momento en que se entregaba por entero, no a él sino a sí misma -eso también lo comprendió mucho después-, había brotado de su boca la palabra «amor». Eso sí: «tesoro», «cielo» y «vida», todos los que quisiera.


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Меня зовут Андрей Гагарин — позывной «Космос».Моя младшая сестра — журналистка, она верит в правду, сует нос в чужие дела и не знает, когда вовремя остановиться. Она пропала без вести во время командировки в Сьерра-Леоне, где в очередной раз вспыхнула какая-то эпидемия.Под видом помощника популярного блогера я пробрался на последний гуманитарный рейс МЧС, чтобы пройти путем сестры, найти ее и вернуть домой.Мне не привыкать участвовать в боевых спасательных операциях, а ковид или какая другая зараза меня не остановит, но я даже предположить не мог, что попаду в эпицентр самого настоящего зомбиапокалипсиса. А против меня будут не только зомби, но и обезумевшие мародеры, туземные колдуны и мощь огромной корпорации, скрывающей свои тайны.

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