En cuanto la recibió, se la dio a leer a Germosino, su director de entonces. -¿Y eso qué significa? -Está firmada por Filippo Palmisano, dottore.
-Pero ¡qué dice! ¡Si es anónima! -Es como si estuviera firmada, créame. -¿Y quién es ese Palmisano? -Una pregunta que sólo podía formular alguien como Febo Germosino, ascendido hacía apenas dos meses al cargo de director de sucursal y enviado desde Florencia a Montelusa. -Es el capo de la mafia local, dottore. Dicen que tiene tres muertos en la conciencia. Germosino palideció de golpe y empujó la carta con la punta del abrecartas. -¡Llévela enseguida a los carabineros! -¿Está de broma? Palmisano me mandaría pegar un tiro hoy mismo. -Pero ¿qué quiere ese Palmisano? -Una concesión de crédito prácticamente ilimitada. Hace quince días ganó el concurso de adjudicación para la construcción de un viaducto y anteayer ganó otro para… -Bueno, si ésa es la situación… -Son obras públicas. Ha ganado los concursos obligando a los demás competidores a retirarse. -Pero si los ha ganado legalmente… -Pienso que correríamos un riesgo enorme, dado el personaje… -Y entonces, ¿qué hacemos? -¿Puedo actuar a mi manera? Así había empezado su brillante carrera. Germosi-no les habló a sus jefes de su valor y su entrega al banco, y él se ganó fama de saber hacer las cosas, de conocer el arte de la mediación, de resolver las situaciones más delicadas. La segunda carta se remontaba a dos años después de su nombramiento como inspector.La sangre de Stefano Barreca
caerá sobre ti y sobre tu hijo.Sin duda la enviaba el hermano del cajero de la sucursal de Albanova, que había cometido un desfalco de unos treinta millones, todos perdidos en juegos de azar en las timbas de su pueblo y de los pueblos vecinos. Para no acabar en la cárcel, se había pegado un tiro. Y adiós muy buenas. ¿Qué pretendía el hermano, subsecretario de Hacienda? ¿Que él, por compasión o generosidad, no cumpliera con su deber? Pero aquel acontecimiento también le sirvió: no sólo era un hombre que sabía resolver las situaciones difíciles sino que, además, era capaz de mirar a cualquiera a la cara. La tercera carta, recibida a los tres años de su boda con Adele, rezaba:
¿Sabes que tienes más cuernos que un cordero castrado? Pregunta a tu señora qué hacía ayer por la tarde a las cinco en el motel Regina.