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Culturalmente, es más fácil movilizar a los hombres para la guerra que para la paz. A lo largo de la historia, la Humanidad siempre ha sido inducida a considerar la guerra como el medio más eficaz para la resolución de conflictos, y siempre los que gobiernan se han servido de los breves intervalos de paz para preparar las guerras futuras. También siempre las guerras se declaran en nombre de la paz. Y siempre, para que mañana vivan pacíficamente los hijos, son sacrificados hoy los padres…Esto se dice, esto se escribe, esto se hace creer, ya que se sabe que el hombre, aunque históricamente educado para la guerra, transporta en su espíritu una permanente ansia de paz. Por eso ésta es usada tantas veces como medio de chantaje moral por quienes quieren la guerra: nadie osaría confesar que hace la guerra por la guerra, se jura, sí, que se hace la guerra por la paz. Por eso todos los días y en todo el mundo sigue siendo posible que salgan hombres hacia la guerra, sigue siendo posible que la guerra los destruya en sus propias casas.Hablemos de cultura. Quizá fuera más claro si hablara de revolución cultural, aunque sepamos que se trata de una expresión desgastada, muchas veces perdida en proyectos que la desnaturalizan, consumida en contradicciones, extraviada en aventuras que acabaron sirviendo a intereses que le eran radicalmente contrarios. Sin embargo, esas propuestas no siempre fueron vanas. Se abrieron espacios, se ampliaron horizontes, aunque me parezca que ya es más que hora de entender y proclamar que la única revolución realmente digna de tal nombre sería la revolución de la paz, esa que transformaría al hombre entrenado para la guerra en hombre educado para la paz, porque para la paz habría sido educado. Ésa, sí, sería la gran revolución mental, y por tanto cultural, de la Humanidad. Ése sería, finalmente, el tan aireado hombre nuevo.

Día 8

La feria

Este año no iré a la Feria del Libro de Lisboa. Que no es como la de Frankfurt, o la de Guadalajara, en México, ni siquiera como la de Madrid, pero es la nuestra y está en un lugar bonito, donde antes había una colina y ahora menos, porque la furia urbanística ha reducido los relieves, pero aun así se ve el río al fondo, y hay una bella imagen de la ciudad pombalina, la que iba a ser moderna y racional y lo fue, basta pasear por ella para ver que la razón estuvo presente cuando se diseñó, aunque luego vinieran otros que prefirieron el obscurantismo a las luces y casi la finiquitaran.Me dicen que hace buen tiempo y que la Feria este año está más animada, como si por esos mundos no se labraran cosas terribles, crisis, pobreza, depresión. Dicen que en épocas de crisis se lee más, y parece que los contables revalidan esta afirmación. A mí me gusta pensar que en épocas de crisis la gente quiere saber por qué llegamos a esto y se acercan a los libros como si éstos fuesen fuentes de agua fresca y los lectores personas sedientas.Me gusta la Feria del Libro. Me gusta estar horas sentado firmando ejemplares de amigos que llegan con un recado, por lo general discreto. Me gusta levantar los ojos y ver a las personas circulando entre las casetas, tal vez buscando al ser humano que los libros llevan dentro. Me gusta el calor de la primera parte de la tarde y la frescura que vendrá después, siento que cierto lirismo me recorre el cuerpo, a mí que no soy lírico, sino sentimental. Y pienso que los libros son buenos para la salud, y también para el espíritu, y que nos permiten ser poetas o ser científicos, y entender de estrellas o encontrarlas en el interior de la voluntad de ciertos personajes, esos que a veces, algunas tardes, se escapan de las páginas y se pasean entre los humanos, tal vez más humanos que ellos.Siento mucho no poder estar este año en Lisboa, en la Feria del Libro.

Día 11

Torturas

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