Que yo sepa (y sé muy poco) ningún animal tortura a otro animal y menos a un semejante suyo. Es cierto que se dice que el gato siente placer, y se divierte a lo grande, atormentando al ratón que acaba de caer en sus garras y que sólo devorará después de haberle molido bien las carnes en una forma particular de maceración, pero los entendidos en estas materias (no sé si los entendidos en gatos o en ratones) afirman que el felino, como un finísimo gourmet siempre en busca de las cinco estrellas cinco, está simplemente mejorando el sabor del manjar a partir de una inevitable ruptura de la vesícula biliar del roedor. Siendo la naturaleza tan varia y diversa, todo es posible. Menos diversa y varia, al contrario de lo que generalmente se cree, es la naturaleza humana. Torturó en el pasado, tortura hoy y, no nos queden dudas, continuará torturando en todos los tiempos futuros, comenzando por los animales, a todos, estén domesticados o no, y terminando por su propia especie, con cuyas agonías especialmente se deleita.Para quienes se empeñan en la existencia de algo a lo que, con los ojos en blanco, se atreven a llamar bondad humana, la lección es dura y muy capaz de hacerles perder algunas de sus queridas ilusiones. Acaba de exponerse al conocimiento de la opinión pública uno de los más demenciales casos de tortura que podríamos imaginar. El torturador es un hermano del emir de Abu Dabi y presidente de los Emiratos Árabes Unidos, uno de los países más ricos del mundo, gran exportador de petróleo. El infeliz torturado era un comerciante afgano acusado de haber perdido un cargamento de cereales valorado en cuatro mil euros que el jeque Al Nahyan (éste es el nombre de la bestia) había adquirido.Lo que pasó se cuenta en pocas palabras, aunque un relato completo exigiría un libro de muchas páginas. La grabación del vídeo, de cuarenta y cinco minutos, muestra a un hombre de chilaba blanca golpeando los testículos de la víctima con un aguijón eléctrico, de esos que se usan para arrear al ganado, que después le introduce en el ano. A continuación le vierte sobre los testículos el contenido de un encendedor y le prende fuego, echando luego sal sobre la carne quemada. Para rematar, atropella varias veces al desgraciado con un coche todoterreno. En el vídeo se pueden oír los huesos partiéndose. Como se ve, un simple capítulo más de la ilimitada crueldad humana.Si Alá no se ocupa de su gente, esto acabará mal. Ya teníamos la Biblia como manual para el perfecto criminal, ahora le toca el turno al Corán, con el que el jeque Al Nahyan reza todos los días.
Día 12
El valor
Patricia Kolesnicov es periodista y argentina, más periodista que argentina en mi opinión, pero esto es sólo una pequeña idea de literato, colocar la profesión antes que la nacionalidad como si estuviera substituyendo un mundo por otro. Hace años le apareció un cáncer de mama al que se enfrentó con el valor del que sólo una mujer es capaz. No lo digo para quedar bien, para ganar indulgencias entre la otra mitad de la humanidad. Si lo digo es simplemente porque lo pienso: ante el dolor, ante el sufrimiento, ellas son mucho más valientes que nosotros. El niño que llora y se queja por haberse desollado una rodilla sigue existiendo en el hombre aunque hayan pasado muchos años, y cuantos más pasen, más se notará esa presencia. La mujer le puso un decidido chupete en la boca y, si no consiguió callarlo del todo, al menos le aplicó sordina a sus lamentos, que los hará relativamente soportables ante oídos y sensibilidades ajenas. El hombre exhibe, la mujer no quiere que se note.Cuando el cáncer fue vencido, Patricia escribió un libro al que le dio el título de Biografía de mi cáncer. No me gustó y se lo dije, pero ella no me hizo caso. El libro (publicado también en Portugal, en la editorial Caminho) traza sin complacencias un recorrido durísimo y, tal vez para honrar la palabra de quienes afirman que existe un humor judío particular (Patricia es judía), el relato, que en otras manos sería grave, inquietante, incluso asustador, despierta frecuentemente en nosotros una sonrisa cómplice, una súbita risa, una irreprimible carcajada. Con un poco más Patricia Kolesnicov se nos mostraría maestra de la paradoja y del más negro de los humores.Patricia acaba de recuperar los derechos sobre su obra y no se le ha ocurrido mejor idea que ponerla en Internet para uso, disfrute y lección de todo el mundo. Léanla y agradézcanselo. Y, ya puestos, agradézcanmelo también a mí que soy su amigo y he escrito estas palabras justas, mínimas para lo que ella merece, y que otros (sus lectores) harán crecer a través del respeto y de la admiración. Por su valor.
Día 13
Corrupción a la inglesa