La vista de Þóra se detuvo en dos movimientos que le llamaron poderosamente la atención. En uno, que era de hacía varios años y cuyo importe ascendía a 42.000 euros, volvía a aparecer la frase latina «Malleus Maleficarum» y en el otro, que era de los más recientes y más elevados, habían puesto un signo de interrogación. Se trataba probablemente del dinero que Matthew creía que había desaparecido, unos 310.000 euros. Þóra calculó que aquello correspondería a más de veinticinco millones de coronas islandesas. No era extraño que Matthew dudase de que hubiera dedicado tal cantidad a comprar droga. Se habría podido comprar al traficante entero, aunque el lote hubiese llevado a Keith Richard de regalo. Además parecía claro, a juzgar por aquellos estados de cuentas, que a Harald no le había faltado dinero en ningún momento, a pesar de reintegros tan grandes como aquéllos.
Pasó a las páginas siguientes, que mostraban los movimientos de la tarjeta de crédito de Harald un mes antes de su muerte. Las revisó rápidamente y vio que la mayor parte correspondían a bares y restaurantes, además de una única compra en una tienda de ropa. Todos los restaurantes tenían en común ser
Decidió descansar un poco de la carpeta, se dirigió al ordenador y buscó «Malleus Maleficarum» en la red. Más de cincuenta y cinco mil páginas eran las que tenía a su disposición al concluir la búsqueda. Enseguida encontró una que parecía prometedora, y en el resumen sobre el contenido de la página se indicaba que significaba «martillo de brujas» y que era el título de un libro de 1486. Þóra siguió el enlace y en la pantalla apareció un texto en inglés. La única cosa rara de la página era un un dibujo antiguo que mostraba a una mujer vestida con un manto y que parecía atada a una escalera. Dos hombres se afanaban en levantar la escalera para dejarla caer, junto con la mujer, sobre una enorme pira que ardía delante de la escalera. Era evidente que iban a quemarla viva. La mujer miraba al cielo con la boca abierta pero Þóra no tenía claro si la intención del artista era mostrarla invocando a Dios o ultrajándolo. Pero su desesperación estaba claramente representada. Þóra envió la página a la impresora y fue corriendo a recogerla antes de que Bella se llevase el papel. De aquella chica se podía esperar todo.
Capítulo 4
Las hojas que salieron de la impresora resultaron ser cinco, no una sola como había creído Þóra. La
En una breve introducción se contaba que el