Читаем FUENTEOVEJUNA полностью

ESTEBAN: Que no hay que tener temor.


¿Quién mató al comendador,


Mengo?


MENGO: ¿Quién? Fuenteovejuna.


Vanse. Salen el MAESTRE y un SOLDADO


MAESTRE: ¡Que tal caso ha sucedido!


Infelice fue su suerte.


Estoy por darte la muerte


por la nueva que has traído.


SOLDADO: Yo, señor, soy mensajero,


y enojarte no es mi intento.


MAESTRE: ¡Que a tal tuvo atrevimiento


un pueblo enojado y fiero!


Iré con quinientos hombres


y la villa he de asolar;


en ella no ha de quedar


ni aun memoria de los nombres.


SOLDADO: Señor, tu enojo reporta;


porque ellos al rey se han dado,


y no tener enojado


al rey es lo que te importa.


MAESTRE: ¿Cómo al rey se pueden dar,


si de la encomienda son?


SOLDADO: Con él, sobre esa razón,


podrás luego pleitear.


MAESTRE: Por pleito, ¿cuándo salió


lo que él le entregó en sus manos?


Son señores soberanos,


y tal reconozco yo.


Por saber que al rey se han dado


se reportará mi enojo,


y ver su presencia escojo


por lo más bien acertado;


que puesto que tenga culpa


en casos de gravedad,


en todo mi poca edad


viene a ser quien me disculpa.


Con vergüenza voy; mas es


honor quien puede obligarme,


e importa no descuidarme


en tan honrado interés.


Vanse. Sale LAURENCIA sola


LAURENCIA: Amando, recelar daño en lo amado


nueva pena de amor se considera;


que quien en lo que ama daño espera


aumenta en el temor nuevo cuidado.


El firme pensamiento desvelado,


si le aflige el temor, fácil se altera;


que no es a firme fe pena ligera


ver llevar el temor el bien robado.


Mi esposo adoro; la ocasión que veo


al temor de su daño me condena,


si no le ayuda la felice suerte.


Al bien suyo se inclina mi deseo:


si está presenta, está cierta mi pena;


si está en ausencia, está cierta mi muerte.


Sale FRONDOSO


FRONDOSO: ¡Mi Laurencia!


LAURENCIA: ¡Esposo amado!


¿Cómo a estar aquí te atreves?


FRONDOSO: Esas resistencias debes


a mi amoroso cuidado.


LAURENCIA: Mi bien, procura guardarte,


porque tu daño recelo.


FRONDOSO: No quiera, Laurencia, el cielo


que tal llegue a disgustarte.


LAURENCIA: ¿No temes ver el rigor


que por los demás sucede,


y el furor con que procede


aqueste pesquisidor?


Procura guardar la vida.


Huye, tu daño no esperes.


FRONDOSO: ¿Cómo que procure quieres


cosa tan mal recibida?


¿Es bien que los demás deje


en el peligro presente


y de tu vista me ausente?


No me mandes que me aleje;


porque no es puesto en razón


que por evitar mi daño


sea con mi sangre extraño


en tan terrible ocasión.


Voces dentro


Voces parece que he oído,


y son, si yo mal no siento,


de alguno que dan tormento.


Oye con atento oído.


Dice dentro el JUEZ y responden


JUEZ: Decid la verdad, buen viejo.


FRONDOSO: Un viejo, Laurencia mía,


atormentan.


LAURENCIA: ¡Qué porfía!


ESTEBAN: Déjenme un poco.


JUEZ: Ya os dejo.


Decid: ¿quién mató a Fernando?


ESTEBAN: Fuenteovejuna lo hizo.


LAURENCIA: Tu nombre, padre, eternizo;


[a todos vas animando].


FRONDOSO: ¡Bravo caso!


JUEZ: Ese muchacho


aprieta. Perro, yo sé


que lo sabes. Di quién fue.


¿Callas? Aprieta, borracho.


NIÑO: Fuenteovejuna, señor.


JUEZ: ¡Por vida del rey, villanos,


que os ahorque con mis manos!


¿Quién mató al comendador?


FRONDOSO: ¡Que a un niño le den tormento


y niegue de aquesta suerte!


LAURENCIA: ¡Bravo pueblo!


FRONDOSO: Bravo y fuerte.


JUEZ: Esa mujer al momento


en ese potro tened.


Dale esa mancuerda luego.


LAURENCIA: Ya está de cólera ciego.


JUEZ: Que os he de matar, creed,


en este potro, villanos.


¿Quién mató al comendador?


PASCUALA: Fuenteovejuna, señor.


JUEZ: ¡Dale!


FRONDOSO: Pensamientos vanos.


LAURENCIA: Pascuala niega, Frondoso.


FRONDOSO: Niegan niños. ¿Qué te espanta?


JUEZ: Parece que los encantas.


¡Aprieta!


PASCUALA: ¡Ay, cielo piadoso!


JUEZ: ¡Aprieta, infame! ¿Estás sordo?


PASCUALA: Fuenteovejuna lo hizo.


JUEZ: Traedme aquel más rollizo,


ese desnudo, ese gordo.


LAURENCIA: ¡Pobre Mengo! Él es, sin duda.


FRONDOSO: Temo que ha de confesar.


MENGO: ¡Ay, ay!


JUEZ: Comenza a apretar.


MENGO: ¡Ay!


JUEZ: ¿Es menester ayuda?


MENGO: ¡Ay, ay!


JUEZ: ¿Quién mató, villano,


al señor comendador?


MENGO: ¡Ay, yo lo diré, señor!


JUEZ: Afloja un poco la mano.


FRONDOSO: Él confiesa.


JUEZ: Al palo aplica


la espalda.


MENGO: Quedo; que yo


lo diré.


JUEZ: ¿Quién lo mató?


MENGO: Señor, ¡Fuenteovejunica!


JUEZ: ¿Hay tan gran bellaquería?


Del dolor se están burlando.


En quien estaba esperando,


niego con mayor porfía.


Dejadlos; que estoy cansado.


FRONDOSO: ¡Oh, Mengo, bien te haga Dios!


Temor que tuve de dos,


el tuyo me le ha quitado.


Salen con MENGO, BARRILDO y el REGIDOR


BARRILDO: ¡Víctor, Mengo!


REGIDOR: ¡Y con razón!


BARRILDO: ¡Mengo, víctor!


FRONDOSO: Eso digo.


MENGO: ¡Ay, ay!


BARRILDO: Toma, bebe, amigo.


Come.


MENGO: ¡Ay, ay! ¿Qué es?


BARRILDO: Diacitrón.


MENGO: ¡Ay, ay!


FRONDOSO: Echa de beber.


BARRILDO: [Es lo mejor que hay]. ¡Ya va!


FRONDOSO: Bien lo cuelo. Bueno está.


LAURENCIA: Dale otra vez de comer.


MENGO: ¡Ay, ay!


BARRILDO: Ésta va por mí.


LAURENCIA: Solemnemente lo embebe.


FRONDOSO: El que bien niega, bien bebe.


REGIDOR: ¿Quieres otra?


MENGO: ¡Ay, ay!! ¡Sí, sí!


FRONDOSO: Bebe; que bien lo mereces.


LAURENCIA: ¡A vez por vuelta las cuela!


FRONDOSO: Arrópale, que se hiela.


BARRILDO: ¿Quieres más?


MENGO: Sí, otras tres veces.


¡Ay, ay!


FRONDOSO: Si hay vino pregunta.


BARRILDO: Sí, hay. Bebe a tu placer;


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