— No comprendo nada — terminó Murátov.
— Sí, es difícil de comprender. No tienen nada de parecido a los cosmonautas. Es un enigma.
La risa argentina de Guianeya cortó sus palabras.
— Ellos — Guianeya despectivamente, por encima del hombro, indicó a los llegados — han robado la nave. Y han llegado aquí sin saber adonde iban. ¡Es asombroso que hayan quedado vivos!
— De sus palabras no se deduce esto — contestó Matthews —. Se ve que tenían un objetivo. ¿Pero cómo han conseguido llegar a la Tierra sin saber gobernar la nave?
— Porque quedó el programa de vuelo que había antes. Esta nave debía volar después de nosotros.
— Al fin todo está claro — dijo Stone después de haber escuchado la traducción —. A la astronave la ha gobernado un cerebro electrónico, que ya cerca de la Tierra esperó la orden que no le dieron. ¡Es un caso asombroso e inigualable! El realizar este vuelo es un acto de una audacia insensata.
Murátov se dirigió de nuevo al «cosmonauta».
– ¿Ha escuchado lo que ha dicho esta muchacha? — preguntó.
— Sí, lo he oído.
– ¿Han robado ustedes esta nave?
— Ahora es nuestra.
Guianeya se volvió hacia el llegado. Se inclinó un poco hacia él y le preguntó algo en su idioma.
Los ojos redondos brillaron con una alegría feroz. El forastero pronunció una larga frase.
Guianeya palideció enormemente. Unos segundos miró a la cara de Merigo con los ojos desmesuradamente abiertos. Después los cerró, lanzando un gemido y cayó sin sentido a los pies de Matthews que no le dio tiempo de sujetarla.
10
Parecía que ya no había ningún enigma más, que todo estaba claro.
Los ingenieros de la Tierra pudieron fácilmente comprender la construcción de la astronave y sus motores que funcionaban bajo el principio de la interacción de campos gravitacionales y antigravitacionales. La técnica terrestre ya había llegado a la solución de problemas parecidos, y se encontraron pocas cosas nuevas en el «descubrimiento».
Esto no causó a nadie asombro. Juzgando por las instalaciones de la astronave, el desarrollo de la técnica en la patria de Guianeya se encontraba aproximadamente al mismo nivel que la técnica de la Tierra.
El camino recorrido por la nave, reflejado en el programa del cerebro electrónico, fue descifrado incluso sin la ayuda de Guianeya. Y en las cartas estelares se marcó una estrella, el Sol del planeta, de donde partieron los cuatro.
Estuvieron en camino casi siete años, según el tiempo terrestre. La velocidad fue grande, y en la patria de los astronautas transcurrió mucho más tiempo.
No ofrecía ninguna dificultad el que regresaran los cuatro. Era fácil introducir en el programa la orden de aterrizar. Pero los científicos de la Tierra decidieron de otra forma, ya que no querían dejar pasar la feliz ocasión que se les había presentado.
A los cuatro les dijeron que podían regresar y añadieron que no volarían solos, que con ellos irían personas de la Tierra. El camino les parecerá mucho más corto y no había que atormentarse durante siete años ya que el baño de anabiosis había sido completamente reparado y de esta forma los siete años se transformarían en un solo mes.
Las leyes de la relatividad eran incomprensibles para Merigo y sus compañeros, y no creían que al regresar no encontrarían a aquellos que dejaron. Pero con alegría acogieron la idea de regresar a la patria.
— Estábamos convencidos de que nos quedaríamos aquí para siempre — dijo Merigo, el único de los cuatro con el que se podía hablar.
Los otros tres podían, con dificultad, pronunciar sólo unas cuantas frases en español.
Claro está que también podían hablar con ellos los que dominaban el idioma de Guianeya.
— Ustedes dicen que nosotros no veremos más a nuestros familiares — añadió Merigo —. Ya nos hemos hecho a esta idea, y nos despedimos de ellos para siempre cuando abandonamos nuestra patria.
La grandeza de la abnegada hazaña de los cuatro admiró a los habitantes de la Tierra, y destacaba esta hazaña el que los cuatro no tenían conciencia de lo que habían realizado. Y aunque su acto fue completamente innecesario, las personas estaban dispuestas a todo para agradecer a los cuatro sus buenas intenciones.
La presencia de Guianeya en la Tierra demostró a Merigo y a sus amigos que habían ido a parar precisamente a donde deseaban. Pero les fue muy difícil creerlo, ya que este planeta no tenía nada de parecido al que ellos esperaban ver.
Ya en la nave comprendieron en seguida que les había engañado la primera impresión y que las personas que se encontraban cerca de la nave no eran los «odiados», sino seres parecidos a ellos, y por esto salieron.
La acogida que se les dio, todo lo que les rodeaba y la atención que se les prestaba, pronto les hizo convencerse de que se encontraban entre amigos, no menos poderosos que los «odiados», sino mucho más.
El instinto no les había engañado: eran sus hermanos.
Los cuatro se adaptaron de una forma asombrosamente rápida.