“Llegarán aqu´ı en unos cinco minutos,” dijo, y antes de que los Dursley replicaran, abandonó la habitación. La perspectiva de separarse... probablemente para siempre... de su t´ıa, su t´ıo y su primo era algo que le alegraba, sin embargo, hab´ıa una cierta melancol´ıa en el aire. ¿Qué se podr´ıa decir después de dieciséis a˜nos de continúo desagrado?.
De vuelta en su habitación, Harry se paseó sin rumbo fijo con su mochilla, después metió un par de golosinas para Hedwig en su jaula.
“Nos marcharemos pronto, muy pronto,” le dijo Harry, “Y entonces podrás volar de nuevo.”
Sonó el timbre de la puerta. Harry dudó, después volvió a salir de su habitación y bajó las escaleras. Era mucho esperar que Hestia y Dedalus trataran a los Dursleys por su cuenta.
“¡Harry Potter!” chilló una voz excitada en el momento en que Harry abrió la puerta; un hombre peque˜no con un sombrero enorme de color malva estaba inclinándose ante él con una exagerada reverencia. “¡Un honor, como siempre!”
“Gracias, Dedalus,” dijo Harry, dirigiendo una peque˜na y avergonzada sonrisa a una Hestia de pelo oscuro. “Sois muy amables por hacer esto... Están aqu´ı, mi t´ıa, mi t´ıo y mi primo...”
“¡Buen d´ıa tengáis, parientes de Harry Potter!” dijo Dedalus alegremente, entrando a zancadas en el salón. Los Dursleys no parec´ıan en absoluto felices de que se dirigieran a ellos as´ı; Harry casi esperaba otro cambio de opinión. Dudley se abrazó a su madre ante la visión de la bruja y el mago.
“Veo que ya han hecho el equipaje y están listos. ¡Excelente! El plan, como Harry les habrá contado, es simple,” dijo Dedalus, sacando un inmenso reloj de bolsillo de su chaleco y examinándolo. “Debemos partir antes de que lo haga Harry. Debido al peligro de utilizar magia en su casa... siendo Harry todav´ıa menor de edad, eso podr´ıa proporcionar al Ministerio una excusa para arrestarle... tendremos que conducir, digamos, quince kilómetros más o menos, antes de desaparecer hasta un lugar seguro que hemos escogido para ustedes. ¿Sabe conducir, verdad?” preguntó a T´ıo Vernon cortésmente.
“¿Que si sé... ? ¡Por supuesto que sé cómo conducir!” balbuceó T´ıo Vernon.
CAPÍTULO 3. LA PARTIDA DE LOS DURSLEY
22
“Muy astuto por su parte, se˜nor, muy astuto. Yo personalmente me ver´ıa absolutamente embaucado por todos esos botones y palancas,” dijo Dedalus. Ten´ıa claramente la impresión de estar haciendo un cumplido a Vernon Dursley, que estaba perdiendo visible-mente la confianza en el plan con cada palabra que Dedalus pronunciaba.
“Ni siquiera puede conducir,” murmuró por lo bajo, su bigote se sacud´ıa indignada-mente, pero afortunadamente ni Dedalus ni Hestia parecieron oirle.
“Tú, Harry,” continuó Dedalus, “esperarás aqu´ı a tu guardia. Ha habido unos peque˜nos cambios en el plan...”
“¿Qué quieres decir?” dijo Harry al instante. “Pensaba que Ojoloco iba a vernir y llevarme en una Aparición Conjunta.”
“No puede ser” dijo Hestia tensamente. “Ojoloco te lo explicará.”
Los Dursley que hab´ıa escuchado todo esto con miradas de absoluta incomprensión en sus caras, saltaron cuando se oyó una voz diciendo ’ ¡Deprisa!’. Harry miró alrededor de la habitación antes de comprender que la voz hab´ıa sido emitida por el reloj de bolsillo de Dedalus.
“Indudablemente operamos en un horario muy apretado,” dijo Dedalus, asintiendo hacia su reloj y volviendo a metérselo en el chaleco, “Estamos intentando sincronizar tu partida de la casa con la desaparición de tu familia, Harry; as´ı el encantamiento se romperá en el momento en que todos estemos de camino aun lugar seguro.” Se giró hacia los Dursleys. “Bueno, ¿todo recogido y listos para marchar?”
Ninguno de ellos le respondió. T´ıo Vernon todav´ıa miraba afligido el bulto en el bolsillo del chaleco de Dedalus.
“Quizás deber´ıamos esperar fuera en el vest´ıbulo, Dedalus” murmuró Hestia. Claramente pensó que demostrar´ıa falta de tacto permanecer en la habitación mientras Harry y los Dursleys intercambiaban amorosas y posiblemente lacrimógenas despedidas.
“No hay necesidad,” murmuró Harry, pero T´ıo Vernon hizo innecesaria cualquier otra explicación diciendo estrepitosamente.
“Bueno, esto es un adios entonces, chico.”
Balanceó hacia arriba su brazo derecho para estrechar la mano de Harry, pero en el último momento pareció incapaz de afrontarlo, y simplemente cerró el pu˜no y empezó a balancearse hacia atrás y hacia adelante como un metrónomo.
“¿Listo, Diddy?” preguntó T´ıa Petunia, comprobando meticulosamente el cierre de su bolso de mano para evitar mirar a Harry.
Dudley no respondió, sino que se quedó all´ı de pie con la boca ligeramente entreabierta, recordándole a Harry un poco al gigante, Grawp.
“Vamos entonces,” dijo T´ıo Vernon.
Ya estaba alcanzando la puerta del salón cuando Dudley murmuró. “No entiendo.”
“¿Qué no entiendes, popkin?” preguntó T´ıa Petunia, mirando a su hijo.
Dudley alargó una mano grande como un jamón y se˜naló a Harry
“¿Por qué él no viene con nosotros?”