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“Supongo,” murmuró Dudley. “Hasta luego, Harry.”

“Si...” dijo Harry, cogiendo la mano de Dudley y estrechándola. “Quizás. Cu´ıdate, Gran D. Dudley”

Casi sonrió, después salió de la habitación. Harry oyó sus pesados pasos sobre la grava del camino de entrada, y después una puerta de coche que se cerraba.

T´ıa Petunia, cuya cara hab´ıa estado ocultada por su pa˜nuelo, levantó la mirada ante el sonido. No parec´ıa haber esperado encontrarse a solas con Harry. Se metió apresuradamente el pa˜nuelo en el bolsillo y dijo. “Bueno... adios,” y marchó hacia la puerta sin mirarle.

“Adios,” dijo Harry.

Ella se detuvo y miró hacia atrás. Por un momento Harry tuvo el extra˜no presenti-CAPÍTULO 3. LA PARTIDA DE LOS DURSLEY

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miento de que quer´ıa decirle algo; le lanzó una extra˜na y palpitante mirada y parec´ıa a punto de hablar, pero entonces, con una peque˜na sacudida de cabeza, salió a toda prisa de la habitación tras su marido y su hijo.

Cap´ıtulo 4

Los Siete Potters

Harry corrió de vuelta a su habitación, llegando a la ventana justo a tiempo para ver el auto de los Dursley balanceándose fuera de la entrada hacia la calle. La parte de arriba del sombrero de Dedalus era visible entre T´ıa Petunia y Dudley en el asiento trasero. El auto dobló a la derecha al final de Privet Drive, su ventana se volvió color escarlata por un momento en el sol que ahora se escond´ıa, y luego ya se hab´ıa ido.

Harry recogió la jaula de Hedwig, su saeta de fuego y su mochila, le dio una última mirada dramática a su habitación, y luego comenzó su desgarbado descenso hacia el pasillo, donde depositó la jaula, escoba, y mochila cerca de los pies de la escalera. La luz se iba atenuando rápidamente, el salón se llenaba de sombras con la luz de la tarde. Se sent´ıa extra˜no pararse all´ı en el silencio y saber que estaba a punto de salir de esa casa por última vez. Hace mucho tiempo, cuando él se quedaba solo mientras los Dursley sal´ıan a divertirse, las horas de soledad hab´ıan sido una extra˜na delicia. Pausadas solo para sacar algo sabroso del refrigerador, para jugar en la computadora de Dudley, o encender la televisión y pasar entre los canales su propio contento. Le daba un sentimiento raro y vac´ıo recordar esos tiempos; era como recordar a un hermano menor que hab´ıa perdido.

“¿No quieres darle un ultimo vistazo a este lugar?” le preguntó a Hedwig, que aún estaba acurrucada con la cabeza bajo el ala. “Nunca más vamos a estar aqu´ı. ¿No quieres recordar todos los buenos momentos? Quiero decir, mira esta alfombra. Que recuerdos...Dudley sollozó en el después de que lo salvé de los dementores... Resulta que estaba agradecido después de todo, ¿puedes creerlo?...Y el verano pasado, Dumbledore entró por esa puerta...”

Harry perdió el hilo de sus pensamientos por un momento y Hedwig no hizo nada para ayudarlo a recuperarlos, siguió sentado con la cabeza bajo sus alas. Harry le dio la espalda a la puerta de entrada.

“¡Y aqu´ı abajo, Hedwig” Harry abrió una puerta bajo las escaleras “¡es donde sol´ıa dormir! No me conoc´ıas entonces... Caray, es peque˜no, lo hab´ıa olvidado...”

Harry miro alrededor los zapatos y paraguas api˜nados, recordando como sol´ıa despertarse cada ma˜nana mirando la parte de abajo de las escaleras, que bastante seguido estaban adornadas con una ara˜na o dos. Esos hab´ıan sido los tiempos antes de que supiera algo de su verdadera identidad, antes de enterarse como hab´ıan muerto sus padres o porqué suced´ıan cosas tan extra˜nas a su alrededor. Pero Harry aun pod´ıa recordar los sue˜nos que lo atormentaban, incluso en esos d´ıas: confusos sue˜nos que involucraban flashes de luz verde y una vez T´ıo Vernon casi hab´ıa chocado el auto cuando Harry lo hab´ıa contado una motocicleta voladora...

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CAPÍTULO 4. LOS SIETE POTTERS

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Repentinamente hubo un estruendo ensordecedor que ven´ıa de algún lugar cercano.

Harry se levantó bruscamente golpeándose la parte de arriba de su cabeza con el marco de la puerta. Se detuvo solo para emplear algunas de las palabrotas que utilizaba T´ıo Vernon, se tambaleó hacia la cocina, agarrándose la cabeza y mirando por la ventana hacia el jard´ın trasero.

La oscuridad parec´ıa murmurar, el aire mismo temblaba. Entonces, una a una, figuras comenzaron a aparecer a medida que sus encantamientos de desilusión eran levantados.

Dominando la escena estaba Hagrid, usando un casco y gafas y sentado a horcajadas en una enorme motocicleta con un carro negro adjuntado. Alrededor de él otras personas se desmontaban de escobas y, en dos casos, caballos esqueléticos con alas.

Abriendo la puerta trasera de un tirón, Harry se precipitó hacia ellos. Hab´ıa un llanto general de saludos mientras Hermione lo abrazaba, Ron lo palmoteaba en la espalda, y Hagrid dec´ıa: “¿Todo bien, Harry? ¿Listo para partir?”

“Definitivamente,” dijo Harry, sonriéndole a todos. “¡Pero no esperaba a tantos de ustedes!”

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Денис Ратманов

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