Читаем La Cúpula полностью

Nadie respondió. Barbie estaba sentado en el brazo del sillón en el que estaba sentada Julia. Podría estar metido en un buen problema, pensó. Pero ese no fue su primer pensamiento. Lo primero que le vino a la cabeza fue que el pueblo tenía un buen problema.

La señora McClatchey se puso en pie. Seguía aferrada a la fotografía de su marido. Sam había ido al mercadillo que se organizaba en el circuito de Oxford cada sábado hasta que llegaba el invierno. Era un gran aficionado a la restauración de muebles, y a menudo encontraba material interesante en los puestos. Tres días después seguía en Oxford, compartiendo el Raceway Motel con un montón de periodistas y reporteros de televisión; Claire y él no podían hablar por teléfono, pero mantenían contacto por correo electrónico. Hasta el momento.

– ¿Qué le ha pasado a tu ordenador, Joey? -preguntó la mujer-. ¿Ha estallado?

Joe, que aún tenía el brazo sobre el hombro de Norrie, y agarraba a Benny de la muñeca, negó con la cabeza.

– No lo creo -dijo-. Seguramente se ha fundido. -Se volvió hacia Barbie-. El calor podría provocar un incendio en el bosque de la zona. Alguien debería ocuparse de eso.

– No creo que haya ningún camión de bomberos en el pueblo -añadió Benny-. Bueno, quizá uno o dos de los antiguos.

– Ya me encargaré yo de eso -dijo Julia. Claire McClatchey era mucho más alta que ella; estaba claro de quién había heredado Joe su altura-. Barbie, creo que será mejor que me encargue de esto yo sola.

– ¿Por qué? -Claire parecía desconcertada. Al final derramó una de las lágrimas, que corrió mejilla abajo-. Joe dijo que el gobierno lo había puesto al mando, señor Barbara. ¡El propio presidente!

– He tenido ciertas discrepancias con el señor Rennie y el jefe Randolph sobre la transmisión por vídeo -dijo Barbie-. La discusión subió un poco de tono y dudo que ninguno de los dos agradezca mis consejos en este momento. Julia, tampoco creo que reciban los tuyos con mucho entusiasmo. Por lo menos aún no. Si Randolph es medio competente enviará a un par de ayudantes especiales con los efectivos que queden en el viejo parque de bomberos. Tendría que haber, como mínimo, mangueras y bombas de agua.

Julia reflexionó y preguntó:

– ¿Te importa acompañarme fuera un momento, Barbie?

Barbara miró a la madre de Joe, pero Claire ya no les prestaba atención. Había apartado a su hijo y estaba sentada junto a Norrie, que tenía la cara pegada en su hombro.

– Tío, el gobierno me debe un ordenador -dijo Joe mientras Barbie y Julia se dirigían hacia la puerta de la calle.

– Me lo apunto -dijo Barbie-. Y gracias, Joe. Lo has hecho muy bien.

– Mucho mejor que el maldito misil -murmuró Benny.

En el porche de la casa de los McClatchey, Barbie y Julia permanecieron en silencio mirando hacia la plaza del pueblo, el arroyo Prestile y el Puente de la Paz. Entonces, con voz grave y furiosa, Julia exclamó:

– No lo es. Ese es el problema. Ese es el maldito problema.

– ¿Quién no es qué?

– Peter Randolph no es ni medio competente. Ni siquiera un cuarto. Fui a la escuela con él, desde el parvulario, donde era un meón de campeonato, hasta el instituto, donde formaba parte de la Brigada del Sujetador, cuya misión era tirar de la cinta del sostén de las chicas y soltarla de golpe. Era un tipo de casi suficiente pero siempre aprobaba porque su padre pertenecía a la junta de la escuela; y su capacidad intelectual no ha mejorado. Rennie se ha rodeado de tontos. Andrea Grinnell es una excepción, pero es una drogadicta. OxyContin.

– Problemas de espalda -añadió Barbie-. Me lo dijo Rose.

Las hojas habían caído de bastantes árboles y se veía Main Street. Estaba desierta, la mayoría de la gente debía de seguir en el Dipper's hablando sobre lo que acababan de ver, pero las aceras no tardarían en llenarse de personas asombradas e incrédulas de regreso a sus casas. Hombres y mujeres que no se atreverían a preguntarse unos a otros qué iba a suceder a continuación.

Julia lanzó un suspiro y se pasó las manos por el pelo.

– Jim Rennie cree que si es capaz de mantener el control sobre todo, la situación acabará solucionándose. Al menos para él y sus amigos. Es un político de la peor calaña, egoísta, demasiado egocéntrico para darse cuenta de que la realidad lo sobrepasa, y un cobarde que se esconde bajo ese falso candor del que le gusta hacer gala. Cuando la situación sea crítica enviará el pueblo al cuerno si cree que así puede salvar el pellejo. Un líder cobarde es el más peligroso de los hombres. Eres tú quien debería estar al frente de la situación.

– Agradezco tu confianza…

– Pero eso no va a suceder por mucho que el coronel Cox y el presidente de Estados Unidos así lo deseen. No va a suceder aunque se manifiesten cincuenta mil personas por la Quinta Avenida de Nueva York agitando pancartas con tu cara en ellas. Al menos mientras esa puta Cúpula siga estando sobre nuestras cabezas.

– Cuanto más te escucho, menos republicana me pareces -observó Barbie.

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