Читаем La Cúpula полностью

– ¡Eh, tú, baja eso! -le espetó el vendedor de coches usados.

– ¡Pregúntale si ven algo!

Joe hizo la pregunta. Escuchó. Entonces dijo:

– Sí, están viendo al señor Rennie y al agente Randolph. Norrie dice que quieren saber qué está pasando.

Randolph puso cara de consternación; Rennie de furia.

– ¿Quién quiere saberlo? -preguntó Randolph.

Julia respondió:

– Hemos montado una conexión en directo con el Dipper's…

– ¡Ese antro pecaminoso! -exclamó Big Jim, que tenía las manos cerradas y las apretaba con fuerza. Barbie calculó que el hombre debía de tener un sobrepeso de unos cincuenta kilos, y vio que hizo una mueca cuando movió el brazo derecho, como si le hubiera dado un tirón, pero parecía que aún era capaz de soltar algún puñetazo. Y en ese instante parecía lo bastante furioso como para intentarlo… aunque no sabía si se atrevería con él, con Julia o con el chico. Tal vez Rennie tampoco.

– La gente lleva reunida allí desde las once y cuarto -dijo Julia-. Las noticias se propagan rápido. -Sonrió con la cabeza inclinada hacia un lado-. ¿Te gustaría saludar a tus posibles electores, Big Jim?

– Es un farol -replicó Rennie.

– ¿Por qué iba a tirarme un farol con algo tan fácil de comprobar? -Se volvió hacia Randolph-. Llama a uno de tus policías y pregúntale dónde ha tenido lugar la gran reunión del pueblo esta mañana. -Y se volvió de nuevo hacia Jim-. Como apagues el ordenador, cientos de personas sabrán que les impediste ver un acontecimiento que las afectaba vitalmente. De hecho, se trata de un acontecimiento del que podría depender su vida.

– ¡No teníais autorización!

Barbie, que por lo general era capaz de mantener la calma, empezaba a perder la paciencia. No era que ese hombre fuera estúpido; estaba claro que no. Y eso era precisamente lo que lo sacaba de quicio.

– Pero ¿qué problema tienes? ¿Ves algún peligro? Porque yo no. La idea es montar el ordenador, dejarlo emitiendo y luego irnos.

– Si el plan del misil no funciona, podría desatar el pánico entre la gente. Saber que algo ha fracasado es una cosa; pero verlo en directo es otra. Vete a saber cuál podría ser la puñetera reacción de la gente.

– No tienes muy buena opinión de la gente a la que gobiernas, concejal.

Big Jim abrió la boca para replicar -tal vez algo del estilo de «Y me lo han demostrado en varias ocasiones», pensó Barbie, pero entonces recordó que buena parte de los habitantes de Chester's Mills estaba presenciando ese enfrentamiento en una gran pantalla de televisión. Quizá en alta definición.

– Me gustaría que borraras esa sonrisa sarcástica de la cara, Barbara.

– ¿Ahora también vas a controlar las expresiones de la gente? -preguntó Julia.

Joe «el Espantapájaros» se tapó la boca, pero no antes de que Randolph y Big Jim vieran la sonrisa del chico. Y oyeran la risita que se coló entre los dedos.

– Oigan -dijo el alférez-, más les vale que despejen la zona. El tiempo pasa.

– Julia, enfócame con la cámara -dijo Barbie.

La periodista lo hizo.

16

El Dipper's nunca había estado tan lleno, ni siquiera en la memorable Nochevieja de 2009, cuando tocaron los Vatican Sex Kittens. Y nunca había reinado tal silencio. Más de quinientas personas, hombro con hombro y cadera con cadera, observaban la imagen mientras la cámara del PowerBook de Joe giraba ciento ochenta grados para enfocar a Dale Barbara.

– Ahí está mi chico -murmuró Rose Twitchell, y sonrió.

– Hola a todos -dijo Barbie. La calidad de la imagen era tan buena que varias personas le devolvieron el saludo-. Soy Dale Barbara, y he vuelto a ser reclutado por el Ejército de Estados Unidos como coronel.

El anuncio fue recibido con un murmullo general de sorpresa.

– El montaje de esta cámara aquí, en la Little Bitch Road, es únicamente mi responsabilidad, y como habréis deducido, existe cierta divergencia de opiniones entre el concejal Rennie y yo sobre la idoneidad de continuar con la transmisión.

Esta vez el murmullo fue más fuerte. Y no de felicidad.

– No tenemos tiempo para discutir los detalles sobre quién se encuentra al mando de la situación -prosiguió Barbie-. Vamos a enfocar la cámara hacia el punto en el que se supone que debe impactar el misil. Sin embargo, el permiso para retransmitir este acontecimiento depende de vuestro segundo concejal. Si decide denegarlo, deberéis pedirle cuentas a él. Gracias por vuestra atención.

Barbara desapareció del plano. Por un instante, la multitud que se había congregado en la pista de baile solo vio el bosque, pero entonces la imagen rotó de nuevo, descendió y se posó en la X flotante. Tras ella, los marines estaban cargando su equipo en dos grandes camiones.

Will Freeman, propietario y trabajador del concesionario Toyota local (y que no era muy amigo de James Rennie), habló directamente al televisor.

– Deja de tocar las narices, Jimmy, o la semana que viene habrá un nuevo concejal en Mills.

Перейти на страницу:

Похожие книги