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En lo alto de la página, en rojo, se leían las palabras GRATIS EDICIÓN CRISIS DE LA CÚPULA GRATIS. Y debajo de eso, en una letra de cuerpo dieciséis que Julia nunca había usado hasta las últimas dos ediciones del Democrat:


DISTURBIOS Y ASESINATOS:

LA CRISIS SE AGRAVA


La fotografía era de la mismísima Rose. Tenía el megáfono en los labios y le caía un mechón de pelo despeinado por la frente. Estaba extraordinariamente guapa. Al fondo se veía el pasillo de la pasta y los zumos, con varios botes de lo que parecía salsa de espaguetis estrellados en el suelo. El pie de foto decía: Disturbios tranquilos: Rose Twitchell, dueña y propietaria del Sweetbriar Rose, aplaca el saqueo de alimentos con la ayuda de Dale Barbara, que ha sido detenido por asesinato (ver el artículo de más abajo y el Editorial, p. 4).

– Dios mío -exclamó Rose-. Bueno… al menos me has sacado del lado bueno. Si es que puede decirse que tenga uno.

– Rose -dijo Tony Guay con solemnidad-, te pareces a Michelle Pfeiffer.

Rose soltó un bufido y lo abucheó. Ya estaba pasando la página para ver el editorial.


AHORA PÁNICO, DESPUÉS VERGÜENZA

Por Julia Shumway


No todo el mundo en Chester's Mills conoce a Dale Barbara (es prácticamente un recién llegado a nuestro pueblo), pero casi todos hemos comido lo que cocina en el Sweetbriar Rose. Quienes lo conocen habrían dicho, antes de hoy, que era toda una adquisición para la comunidad: se turnó para hacer de árbitro en los partidos de soft-ball de julio y agosto, colaboró en la Campaña de Libros para la Escuela de Secundaria y recogió basura el Día de la Limpieza Municipal, hace apenas dos semanas.

Después, hoy, «Barbie» (tal como lo conocen quienes lo conocen) ha sido detenido por cuatro espantosos asesinatos. Asesinatos de gente muy conocida y muy querida en este pueblo. Gente que, al contrario que Dale Barbara, había vivido aquí durante toda o casi toda su vida.

En circunstancias normales, «Barbie» habría sido trasladado al Centro Penitenciario de Castle County, se le habría ofrecido hacer una llamada telefónica y se le habría facilitado un abogado si él no hubiera podido costearse uno. Lo habrían acusado y habría comenzado la búsqueda de pruebas (realizada por expertos que saben hacer bien su trabajo).

Nada de eso ha sucedido, y todos sabemos por qué: a causa de la Cúpula que ha dejado a nuestro pueblo incomunicado del resto del mundo. Sin embargo, ¿hemos quedado también aislados del correcto proceder y del sentido común? Por muy espantosos que sean esos crímenes, una acusación sin prueba alguna no es excusa suficiente para tratar a Dale Barbara como se lo ha tratado, ni para explicar la negativa del nuevo jefe de la policía a responder a preguntas o a permitir que esta corresponsal verificara que Dale Barbara sigue vivo. A pesar de que al padre de Dorothy Sanders -el primer concejal Andrew Sanders- se le permitió no solo visitar a ese prisionero que no ha sido formalmente acusado, sino agredirlo…


– Vaya… -dijo Rose, alzando la mirada-. ¿De verdad vas a publicar esto?

Julia hizo un gesto señalando las copias apiladas.

– Ya está publicado. ¿Por qué? ¿Tienes algo que objetar?

– No, pero… -Rose leyó rápidamente por encima el resto del editorial, que era extenso y cada vez más favorable a Barbie. Terminaba con un llamamiento para que todo el que pudiera tener información sobre los crímenes lo hiciera saber, y la insinuación de que, cuando la crisis terminara, como sin duda sucedería, el comportamiento de los ciudadanos de la localidad en relación con esos asesinatos sería sometido a un duro escrutinio, no solo en Maine y en Estados Unidos, sino en todo el mundo-. ¿No te da miedo meterte en líos?

– Libertad de prensa, Rose -dijo Pete, aunque en un tono bastante inseguro.

– Es lo que habría hecho Horace Greeley -replicó Julia con firmeza, y, al oír su nombre, su corgi (que había estado durmiendo en su camita del rincón) alzó la mirada. Vio a Rose y se le acercó para recibir una o dos caricias, que la mujer estuvo encantada de dedicarle.

– ¿Tienes algo más, aparte de lo que sale aquí? -preguntó Rose dando unos golpecitos sobre el editorial.

– Algo tengo -dijo Julia-. Lo estoy reservando. Espero conseguir más.

– Barbie jamás sería capaz de hacer algo así, pero de todas formas tengo miedo por él.

Sonó uno de los teléfonos móviles que había sobre la mesa. Tony lo atrapó.

– Democrat, Guay. -Escuchó y luego le pasó el teléfono a Julia-. El coronel Cox. Para ti. No parece que esté de campo y playa.

Cox. Julia se había olvidado por completo de él. Cogió el teléfono.

– Señorita Shumway, necesito hablar con Barbie e informarme sobre los progresos que está teniendo en la toma del control administrativo del pueblo.

– No creo que tenga ocasión de hacerlo en una buena temporada -dijo Julia-. Está en la cárcel.

– ¿Cómo que en la cárcel? ¿Acusado de qué?

– Asesinato. Cuatro personas, para ser exactos.

– Lo dice en broma.

– ¿Le parece que hablo en broma, coronel?

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