– Vete a casa -le aconsejó Randolph-. Nunca creí que llegaría a dar gracias a Dios por la Cúpula, y no voy a hacerlo ahora, pero como mínimo funciona como barrera contra el viento. Todo saldrá bien. He enviado a unos cuantos hombres al tejado del Drugstore y de la librería por si salta alguna chispa, así que puedes…
– ¿A qué hombres? -El corazón se estaba calmando, calmando. Bien.
– A Henry Morrison y a Toby Whelan a la librería. A Georgie Frederick y a uno de los chicos nuevos al del Drugstore. Uno de los hijos de Killian, creo. Rommie Burpee se ha ofrecido como voluntario para subir con ellos.
– ¿Tienes el
– Claro que sí.
– ¿Y Frederick tiene el suyo?
– Todos los agentes de plantilla lo tienen.
– Pues dile a Frederick que no le quite el ojo de encima a Burpee.
– ¿A Rommie? ¿Por qué, por el amor de Dios?
– No confío en él. Podría ser amigo de Barbara. -Aunque no era Barbara quien preocupaba a Big Jim en lo referente a Burpee. Romeo había sido amigo de Brenda, y era un tipo listo.
Randolph tenía la cara sudorosa surcada de arrugas.
– ¿Cuántos crees que son? ¿Cuántos están del lado del hijo de puta?
Big Jim meneó la cabeza.
– Es difícil de decir, Pete, pero esto es más grande de lo que creemos. Deben de haberlo estado planeando desde hace mucho tiempo. No podemos fijarnos solo en los recién llegados al pueblo y decir que tienen que ser ellos. Algunas de las personas involucradas podrían llevar aquí años. Décadas, incluso. Deben de haberse infiltrado entre nosotros.
– Cielos. Pero ¿por qué, Jim? ¿Por qué, por el amor de Dios?
– No lo sé. Para hacer pruebas, quizá, y utilizarnos como conejillos de Indias. O quizá es un plan de los de arriba. No me extrañaría que al matón de la Casa Blanca se le ocurriera algo así. Lo que importa es que vamos a tener que reforzar la seguridad y vigilar muy de cerca a los mentirosos que intenten socavar nuestros esfuerzos para mantener el orden.
– ¿Crees que ella…? -Señaló con la cabeza a Julia, que estaba viendo cómo ardía su negocio con su perro sentado a su lado jadeando a causa del calor.
– No estoy seguro, pero después de ver cómo se ha comportado esta tarde… Cómo ha entrado en la comisaría gritando qué quería verlo… ¿Qué te dice eso?
– Sí -admitió Randolph. Lanzó hacia Julia una mirada de recelo-. Y luego ha quemado su propia casa. No hay coartada mejor que esa.
Big Jim lo señaló con un dedo, como diciendo «Ahí podrías haber dado en el blanco».
– Tengo que ponerme en marcha. Debo llamar a George Frederick y decirle que vigile de cerca a Lewiston Canuck.
– De acuerdo. -Randolph cogió el
Detrás de ellos Fernald Bowie gritó:
– ¡El tejado se desploma! ¡Los de la calle, apartaos! ¡Los que estáis en los tejados de los otros edificios, atentos, atentos!
Con una mano en la puerta de su Hummer, Big Jim observó cómo se desplomaba el tejado del
La expresión del rostro de Julia Shumway cuando se derrumbó el tejado del
– Tienes mejor aspecto -dijo Randolph-. Te ha vuelto el color a la cara.
– Me siento mejor -admitió Big Jim-. Pero aun así me voy a casa, a dormir un poco.
– Buena idea -dijo Randolph-. Te necesitamos, amigo mío. Ahora más que nunca. Y si la Cúpula no desaparece… -Movió la cabeza sin dejar de mirar a Big Jim con sus ojos de basset hound-. No sé cómo nos las arreglaríamos sin ti, digámoslo así. Quiero a Andy Sanders como si fuera un hermano, pero no tiene mucho cerebro, que digamos. Y Andrea Grinnell es poco más que un cero a la izquierda desde que se cayó y se hizo daño en la espalda. Eres el pegamento que mantiene unido a Chester's Mills.
Esas palabras conmovieron a Big Jim. Cogió a Randolph del brazo y se lo apretó.
– Daría mi vida por este pueblo. Imagínate cuánto lo quiero.
– Lo sé. Yo también. Y nadie va a robárnoslo.
– Bien dicho -sentenció Big Jim.