– ¿Estáis listos? -preguntó Rusty con mayor entusiasmo del que en realidad sentía-. Antes de dirigirnos a nuestro destino, tenemos que parar en los almacenes de Burpee, pero no nos entretendremos dem…
– Antes quieren decirte algo -le cortó Claire-. Sabe Dios que preferiría que no fuera así. Esto no hace más que empeorar. ¿Te apetece un zumo de naranja? Estamos intentando acabarlo antes de que se estropee.
Rusty respondió con un gesto del pulgar y el índice que indicaba que solo quería un sorbo. No le entusiasmaba el zumo de naranja, pero quería que la mujer saliera de la habitación y tenía la sensación de que ella quería irse. Estaba pálida y parecía asustada. Rusty sospechaba que el asunto no estaba relacionado con lo que los chicos habían encontrado en Black Ridge; era algo distinto.
Cuando Claire se hubo ido, Rusty dijo:
– Escupid.
Benny y Norrie se volvieron hacia Joe, que lanzó un suspiro, se apartó el pelo de la frente y suspiró a su vez. Ese joven adolescente serio y el chico buscabroncas que agitaba pancartas en el campo de Alden Dinsmore tres días antes guardaban poco parecido. Estaba tan pálido como su madre, y unas cuantas espinillas, quizá las primeras, habían aparecido en su frente. Rusty había visto ese tipo de erupciones con anterioridad. Era acné causado por el estrés.
– ¿Qué pasa, Joe?
– La gente dice que soy inteligente -respondió Joe, y Rusty se asustó al ver que el chico estaba al borde de las lágrimas-. Supongo que lo soy, pero a veces preferiría no serlo.
– Tranquilo -le dijo Benny-, en otros aspectos eres muy estúpido.
– Cierra el pico, Benny -le ordenó Norrie amablemente.
Joe no hizo caso de los comentarios.
– Empecé a ganar a mi padre al ajedrez cuando tenía seis años, y a mi madre a los ocho. En la escuela saco sobresalientes. Siempre gano los concursos de Ciencias. Hace dos años que escribo mis propios programas informáticos. No estoy fanfarroneando. Sé que tengo talento.
Norrie sonrió y puso una mano sobre la suya. Joe se la agarró.
– Pero me limito a establecer relaciones. Eso es todo. Si A, entonces B. Si A no, entonces B a tomar por saco. Y seguramente todo el alfabeto.
– ¿De qué estamos hablando exactamente, Joe?
– No creo que el cocinero sea el autor de todos esos asesinatos. Es decir, no lo creemos.
Pareció aliviado cuando Norrie y Benny asintieron. Pero no fue nada en comparación con la mirada de alegría (entremezclada con incredulidad) que le iluminó la cara cuando Rusty admitió:
– Yo tampoco.
– Os dije que tenía agallas -dijo Benny-. Y cose las heridas.
Claire regresó con un vasito de zumo. Rusty dio un sorbo. Estaba caliente pero se podía beber. Si seguían sin generador, al día siguiente ya no estaría bebible.
– ¿Por qué crees que no fue él? -preguntó Norrie.
– Vosotros primero.
El generador de Black Ridge había quedado temporalmente en un segundo plano para Rusty.
– Ayer por la mañana vimos a la señora Perkins -dijo Joe-. Estábamos en la plaza del pueblo haciendo lecturas con el contador Geiger. Vimos a la señora Perkins subir por la cuesta del Ayuntamiento.
Rusty dejó el vaso en la mesa que había junto a la silla y se inclinó hacia delante con las manos entre las rodillas.
– ¿A qué hora fue?
– Mi reloj se paró el domingo cuando estaba junto a la Cúpula, así que no puedo decirlo con exactitud, pero la vimos mientras tenía lugar la pelea en el supermercado. De modo que debían de ser, más o menos, las nueve y cuarto. No podía ser más tarde.
– Ni más temprano. Porque los disturbios ya habían empezado. Los oísteis.
– Sí -afirmó Norrie-. Gritaban mucho.
– ¿Y estáis seguros de que era Brenda Perkins? ¿De que no podría haber sido otra mujer? -El corazón le latía con fuerza. Si la habían visto con vida durante los disturbios, entonces Barbie estaba libre de toda sospecha.
– Todos la conocemos -dijo Norrie-. Era la jefa de mi grupo de exploradoras antes de que yo lo dejara. -El hecho de que en realidad la hubieran expulsado por fumar no le pareció relevante, de modo que lo omitió.
– Y sé por mi madre lo que dice la gente sobre los asesinatos -añadió Joe-. Me ha contado todo lo que sabe. Lo de las placas de identificación y eso.
– Tu madre no quería contarte todo lo que sabía -terció Claire-, pero mi hijo puede ser muy insistente y el asunto me pareció importante.
– Lo es -le aseguró Rusty-. ¿Adonde fue la señora Perkins?
Benny respondió a la pregunta.
– Primero a casa de la señora Grinnell, no sabemos qué le dijo pero no fue nada bonito porque le cerró la puerta en las narices.
Rusty frunció el entrecejo.
– Es cierto -dijo Norrie-. Creo que la señora Perkins le entregó correspondencia o algo parecido. Le dio un sobre; la señora Grinnell lo cogió y cerró de un portazo. Tal como ha dicho Benny.
– Vaya -murmuró Rusty. Desde el viernes anterior no había habido reparto de correo en Chester's Mills. Pero lo que parecía importante era que Brenda estaba viva y haciendo recados en un momento en el que Barbie tenía coartada-. Luego ¿adonde fue?