– Cruzó Main Street y subió por Mills Street -respondió Joe.
– Esta calle.
– Así es.
Rusty se volvió hacia Claire.
– ¿Vino…?
– No vino aquí -respondió Claire-. A menos que lo hiciera mientras yo estaba en el sótano comprobando cuántas latas de comida me quedaban. Estuve una media hora. Quizá cuarenta minutos. Yo… quería huir del alboroto del supermercado.
Benny repitió lo que había dicho el día anterior.
– Mills Street tiene cuatro manzanas. Eso son muchas casas.
– Para mí eso no es lo importante -terció Joe-. Llamé a Anson Wheeler, que era un
Rusty creía que la metáfora era un poco demasiado matemática para asuntos humanos, pero entendía lo que decía Joe. Había otras víctimas para las que quizá Barbie no tendría coartada, pero el hecho de que la mayoría de los asesinados hubiera muerto en circunstancias similares apuntaba claramente a que eran víctimas del mismo homicida. Y si Big Jim había matado a una de las víctimas, como mínimo, tal como sugerían los costurones de la cara de Coggins, lo más probable era que las hubiera matado a todas.
O quizá había sido Junior, que ahora iba por ahí armado con una pistola y lucía una placa.
– Tenemos que ir a la policía, ¿verdad? -preguntó Norrie.
– Eso me da mucho miedo -dijo Claire-. Me da muchísimo miedo. ¿Y si Rennie mató a Brenda Perkins? También vive en esta calle.
– Eso es lo que dije ayer -le recordó Norrie.
– ¿Y no os parece probable que si fue a ver a una concejala y esta le cerró la puerta en las narices, luego fuera a probar suerte con el otro concejal de la calle?
Joe respondió con cierta indulgencia:
– Dudo que exista una relación entre ambos hechos, mamá.
– Quizá no, pero aun así podría haber ido a ver a Jim Rennie. Y Peter Randolph… -La mujer negó con la cabeza-. Cuando Big Jim le dice que salte, él pregunta hasta dónde.
– ¡Muy buena, señora McClatchey! -exclamó Benny-. Es usted la más lista, oh, madre de mi…
– Gracias, Benny, pero en este pueblo el más listo es Jim Rennie, que es quien manda.
– ¿Y qué hacemos? -Joe lanzó una mirada de preocupación a Rusty.
El auxiliar médico pensó de nuevo en la mancha. En el cielo amarillo. En el olor a humo que impregnaba el aire. También pensó en la determinación de Jackie Wettington para sacar a Barbie del calabozo. A pesar de lo peligroso que pudiera ser, a buen seguro era una opción más acertada que confiar en el efecto que pudiera surtir el testimonio de tres chicos, sobre todo cuando el jefe de policía que debía escucharlos era incapaz de limpiarse el culo sin un manual de instrucciones.
– Ahora mismo, nada. Dale Barbara está seguro donde está. -Rusty esperaba que eso fuera cierto-. Tenemos que ocuparnos del otro asunto. Si de verdad habéis encontrado el generador de la Cúpula, y podemos apagarlo…
– El resto de los problemas se solucionarán por sí solos -dijo Norrie Calvert, que pareció muy aliviada.
– Podría suceder así -admitió Rusty.
7
Después de que Petra Searles regresara al Drugstore (a hacer inventario, dijo), Toby Manning le preguntó a Rommie si podía ayudarlo en algo, pero su jefe negó con la cabeza.
– Vete a casa a echarles una mano a tu padre y a tu madre.
– Solo está mi padre -dijo Toby-. Mi madre fue al supermercado de Castle Rock el sábado por la mañana. Dice que el Food City es muy caro. ¿Qué va a hacer?
– No mucho -respondió Rommie, sin precisar-. Dime una cosa, Toby, ¿por qué lleváis Petra y tú esos pedazos de tela de color azul en el brazo?
Toby miró la tela como si se hubiera olvidado de que la llevaba.
– Es solo para demostrar solidaridad -respondió-. Después de lo que ocurrió anoche en el hospital… después de todo lo que ha sucedido…
Rommie asintió.
– ¿No os han nombrado ayudantes de policía ni nada por el estilo?
– Qué va. Es algo más parecido a… ¿recuerdas que tras los atentados del 11-S parecía que todo el mundo tenía una camiseta y una gorra de los bomberos y la policía de Nueva York? Pues es algo por el estilo. -Meditó unos instantes-. Supongo que si necesitaran ayuda me gustaría echar una mano, pero parece que se las apañan bien. ¿Seguro que no quiere que me quede?
– Sí. Venga, lárgate. Ya te llamaré si decido abrir esta tarde.
– Vale. -A Toby le brillaban los ojos-. Quizá podríamos organizar las Rebajas de la Cúpula. Ya sabe lo que dicen: cuando la vida te da limones, haz limonada.