A Rose se le iluminó la cara. Levantó una taza de café recién hecho y brindó con un gesto hacia el televisor.
– ¡Tienes buen aspecto, Wolfie! Como dice la canción «Puedes comer galletas en mi cama cuando quieras».
– Coronel Cox, ¿tienen intención de celebrar una rueda de prensa con las autoridades del pueblo? Tenemos entendido que el segundo concejal, James Rennie, está al mando de la situación. ¿Qué está sucediendo?
– Estamos intentando organizar una rueda de prensa con el señor Rennie y cualquier otra autoridad del pueblo que asista. Nuestra idea es celebrarla a mediodía, si todo se ajusta al horario que tenemos en mente.
La noticia fue recibida con aplausos por parte de los periodistas. Nada les gustaba más que una rueda de prensa, salvo un político de las altas esferas pillado en la cama con una puta de lujo.
Cox añadió:
– Nuestra intención es que la rueda de prensa tenga lugar allí mismo, en la carretera: con los portavoces del pueblo, sean quienes sean, al otro lado, y ustedes, damas y caballeros, a este.
Murmullo de emoción. Las posibilidades visuales del acontecimiento les gustaron.
Cox señaló a un periodista.
– Señor Holt.
Lester Holt, de la NBC, se puso en pie.
– ¿Está seguro de que el señor Rennie asistirá? Lo pregunto porque han aparecido unos informes que lo acusan de haber llevado a cabo una mala gestión financiera, y se sabe de la existencia de una especie de investigación criminal de sus negocios por parte del fiscal general del estado de Maine.
– He oído hablar sobre esos informes -declaró Cox-. No estoy en disposición de analizar su contenido, aunque tal vez el señor Rennie desee hacerlo. -Hizo una pausa y esbozó algo muy parecido a una sonrisa-. Si estuviera en su lugar, lo haría, sin duda.
– Rita Braver, coronel Cox, de la CBS. ¿Es cierto que Dale Barbara, el hombre al que nombraron administrador de emergencia en Chester's Mills, ha sido detenido por asesinato? ¿Y que la policía de Chester's Mills cree que es un asesino en serie?
Silencio absoluto entre los periodistas; todas las miradas clavadas en él. Las cuatro personas sentadas a la barra del Sweetbriar Rose reaccionaron de igual modo.
– Es cierto -respondió Cox. Un leve murmullo se extendió entre los periodistas-. Pero no podemos verificar estas acusaciones ni examinar las pruebas que puedan existir. Lo que tenemos son los mismos rumores que ustedes han recibido, damas y caballeros, por teléfono e internet. Dale Barbara es un oficial condecorado. Nunca ha sido arrestado. Lo conozco desde hace muchos años y he respondido por él ante el presidente de Estados Unidos. No tengo ningún motivo para afirmar que me equivocara, basándome en la información de que dispongo ahora mismo.
– Ray Suárez, coronel, de la PBS. ¿Cree que en las acusaciones contra el teniente Barbara, ahora coronel Barbara, podría haber motivaciones políticas? ¿Que James Rennie lo ha encarcelado para evitar que asuma el control, tal como ordenó el presidente?
– Si tiene oportunidad de plantearle esta pregunta al concejal Rennie el viernes, señor Suárez, no olvide hacerlo. -Cox habló con una calma gélida-. Damas y caballeros, hasta aquí mis declaraciones.
Bajó de la tarima con la misma rapidez con la que subió, y antes de que los periodistas pudieran empezar a lanzar más preguntas a gritos, Cox había desaparecido.
– Caray -murmuró Ernie.
– Sí -asintió Jackie.
Rose apagó el televisor. Parecía entusiasmada, como si hubiera cargado las pilas.
– ¿A qué hora es la asamblea? Estoy de acuerdo en todo lo que ha dicho el coronel Cox, pero quizá le haya complicado la existencia a Barbie.
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