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– Sí. El viejo al que Frankie y yo vimos en la cabaña antes de encontrar a los niños. Espero que estén bien. Eran muy monos.

– ¿Recuerdas cómo se llaman?

– Aidan y Alice Appleton. Fuimos a la discoteca y esa chica pelirroja me hizo una paja por debajo de la mesa. Creía que iba a parar antes de alabar. -Hizo una pausa-. Acabar.

– Ajá. -Rusty le miró los ojos con el oftalmoscopio. El derecho estaba bien. El nervio óptico del izquierdo estaba inflamado, era una afección conocida como papiledema. Se trataba de un síntoma habitual en los tumores cerebrales avanzados y las hinchazones que estos provocaban.

– ¿Ves algo verde, McQueen?

– No. -Rusty dejó el oftalmoscopio y estiró el dedo índice frente a Junior-. Quiero que me toques el dedo índice con tu dedo y que luego te toques la nariz.

Junior obedeció. Rusty empezó a mover el dedo lentamente hacia delante y hacia atrás.

– Sigue.

Junior logró tocarse la nariz una vez. Luego alcanzó el dedo de Rusty pero se tocó la mejilla. La tercera vez fue incapaz de llegar al dedo y se tocó la ceja derecha.

– Ya está. ¿Más? Podría pasarme así todo el día.

Rusty empujó la silla hacia atrás y se puso en pie.

– Le voy a decir a Ginny Tomlinson que te traiga una receta.

– Cuando la tenga, ¿podré irme a pasa? A casa, quiero decir.

– Esta noche te quedarás aquí, Junior. En estado de observación.

– Pero estoy bien, ¿no? Antes he tenido una de mis migrañas, una muy fuerte, pero ya se me ha pasado. Estoy bien, ¿verdad?

– Ahora no puedo decirte nada -dijo Rusty-. Quiero hablar con Thurston Marshall y consultar un par de libros.

– Eh, ese tío no es médico. Es profesor de inglés.

– Quizá, pero te ha tratado bien. Mejor de lo que lo tratasteis Frank y tú a él, por lo que me han contado.

Junior hizo un gesto de desdén con la mano.

– Solo estábamos jugando. Además, nos portamos bien con los niños, ¿verdad?

– Eso no te lo discuto. Ahora relájate, Junior. ¿Por qué no miras un rato la tele?

Junior pensó en ello y luego preguntó:

– ¿Qué hay para cenar?

6

En tales circunstancias, lo único que a Rusty se le ocurrió que podía administrarle a Junior Rennie para reducirle la presión del cerebro era manitol intravenoso. Cogió el historial clínico de la puerta y vio una nota pegada, escrita con una caligrafía muy redondeada y desconocida:


Estimado Dr. Everett: ¿Le parece bien que le administremos manitol a este paciente? No lo he hecho porque no sé la dosis correcta.

Thurse


Rusty apuntó la dosis. Ginny tenía razón; Thurston Marshall era bueno.

7

La puerta de la habitación de Big Jim estaba abierta, pero dentro no había nadie. Rusty oyó la voz del segundo concejal. Procedía del refugio favorito del difunto doctor Haskell para echarse la siesta.

Rusty recorrió el pasillo. No pensó en echar un vistazo al historial de Big Jim, un despiste que más tarde lamentaría.

Big Jim estaba vestido de calle y sentado junto a la ventana, con el teléfono pegado a la oreja, a pesar de que en el cartel de la pared aparecía un teléfono móvil rojo tachado con una gran X, para los analfabetos. Rusty pensó que le proporcionaría un gran placer ordenar a Big Jim que colgara. Tal vez no era la forma más diplomática de empezar lo que iba a ser una mezcla de análisis médico y discusión, pero pensaba hacerlo. Se dirigió hacia el concejal, pero de repente se detuvo. En seco.

Le vino a la cabeza un recuerdo: no podía dormir, se levantó para comer un trozo del pastel de arándanos y naranja de Linda, oyó que Audrey sollozaba en la habitación de las niñas. Fue a ver cómo estaban. Se sentó en la cama de Jannie, bajo Hannah Montana, su ángel de la guarda.

¿Por qué había tardado tanto en recordar eso? ¿Por qué no le había sucedido durante su reunión con Big Jim en el estudio de la casa de Rennie?

Porque entonces no estaba al corriente de los asesinatos; estaba obcecado con el propano. Y porque Janelle no tenía un ataque, tan solo estaba en la fase REM del sueño. Hablaba en sueños.

«Tiene una pelota de béisbol dorada, papá. Es una pelota mala.»

Ese recuerdo no le acudió al pensamiento ni tan siquiera la noche anterior, en la funeraria. Lo hacía entonces, cuando ya casi era demasiado tarde.

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