Читаем La Cúpula полностью

El móvil de Rusty sonó una vez: un mensaje de texto. Lo abrió y lo leyó: REUNIÓN A 2130 PARROQUIA CONGREGACIÓN SI NO VIENES TÚ TE LO PIERDES JW.

– Rommie -dijo, mientras cerraba el teléfono-. Si sobrevivo a los Rennie, ¿te apetecería asistir a una reunión conmigo esta noche?

4

En el hospital, Ginny se cruzó con él en el vestíbulo.

– Es el día de los Rennie en el Cathy Russell -exclamó, como si el hecho no la desagradara en exceso-. Thurse Marshall ya les ha echado un vistazo. Rusty, ese hombre es un regalo de Dios. Salta a la vista que Junior no le cae bien (Frankie y Junior fueron los que se metieron con él en la cabaña), pero aun así ha mantenido una actitud de lo más profesional. Ese tipo está desaprovechado en un departamento de Inglés de una universidad; debería dedicarse a esto. -Bajó un poco la voz-. Se le da mejor que a mí. Y mucho mejor que a Twitch.

– ¿Dónde está ahora?

– Ha regresado a la casa en la que se alojan para ver a esa novia jovencita y a los dos niños que tienen a su cargo. Parece que también se preocupa mucho por los críos.

– Oh, Dios mío, Ginny se ha enamorado -dijo Rusty con una sonrisa.

– No seas tonto. -Lo fulminó con la mirada.

– ¿En qué habitaciones están los Rennie?

– Junior en la siete y su padre en la diecinueve. El padre llegó acompañado de Thibodeau, pero debe de haberlo enviado a hacer recados porque estaba solo cuando fue a ver a su hijo. -Sonrió con cinismo-. Fue una visita breve. Se ha pasado gran parte del tiempo colgado del móvil. Junior simplemente permanece sentado en la habitación, aunque parece que ya rige. Cuando lo trajo Henry Morrison, no estaba en sus cabales.

– ¿Y la arritmia de Big Jim? ¿Qué me cuentas de eso?

– Thurston ha logrado estabilizarlo.

De momento, pensó Rusty, no sin cierta satisfacción. Cuando se le pasen los efectos del Valium, su corazón volverá a bailar el jitterbug.

– Ve a ver primero al chico -dijo Ginny. Estaban solos en el vestíbulo, pero le hablaba en voz muy baja-. No me gusta, nunca me ha gustado, pero me da pena. No creo que dure mucho.

– ¿Le ha contado Thurston algo a Rennie sobre el estado de Junior?

– Sí, que la cosa puede ser grave. Pero, al parecer, no tanto como todas esas llamadas que está haciendo. Alguien debe de haberle contado lo del día de Visita del viernes. Rennie está un poco cabreado.

Rusty pensó en la caja de Black Ridge, tan solo un rectángulo muy delgado con una superficie de menos de tres metros cuadrados, a pesar de lo cual no pudo levantarlo. Ni tan siquiera moverlo un poco. También pensó en los cabeza de cuero que había visto fugazmente, y en sus risas.

– Hay gente a la que no le gustan las visitas -dijo.

5

– ¿Qué tal te sientes, Junior?

– Bien. Mejor. -Parecía apático. Llevaba un pijama del hospital y estaba sentado junto a la ventana. La luz mostraba sin piedad su rostro demacrado. Parecía un hombre de cuarenta años que no había tenido una vida fácil.

– Cuéntame lo que ocurrió antes de que perdieras el conocimiento.

– Iba a la facultad pero me pasé por casa de Angie. Quería decirle que hiciera las paces con Frank, que últimamente solo se dedica a hacer el vago.

Rusty pensó en preguntarle si sabía que Frank y Angie estaban muertos, pero no lo hizo, ¿de qué habría servido? En lugar de eso, le preguntó:

– ¿Ibas a la facultad? ¿Y qué hay de la Cúpula?

– Ah, claro. -La misma voz inalterable, indiferente-. Se me había olvidado.

– ¿Cuántos años tienes?

– Veinti… ¿uno?

– ¿Cómo se llamaba tu madre?

Junior meditó las respuesta.

– Jason Giambi -dijo al final, y soltó una carcajada estridente sin que se le alterara el rostro apático y demacrado.

– ¿Cuándo apareció la Cúpula?

– El sábado.

– ¿Y cuánto hace de eso?

Junior frunció el entrecejo.

– ¿Una semana? -respondió al cabo de un rato. Y añadió-: ¿Dos semanas? Hace ya un poco, eso seguro. -Se volvió hacia Rusty. Los ojos le brillaban a causa del Valium que Marshall le había inyectado-. ¿Te ha dicho Baaarbie que me hagas todas estas preguntas? Él las mató, lo sabes. -Asintió-. Encontramos sus playas de indefinición. -Hizo una pausa-. Placas de identificación.

– Barbie no me ha dicho que te pregunte nada -replicó Rusty-. Está en el calabozo.

– Dentro de poco estará en el infierno -dijo Junior en un tono de lo más natural-. Lo juzgaremos y lo ejecutaremos. Lo dice mi padre. En Maine no hay pena de muerte, pero dice que la situación que vivimos es como si estuviéramos en guerra. La ensalada de huevo tiene demasiadas calorías.

– Eso es cierto -admitió Rusty. Tenía un estetoscopio, un tensiómetro y un oftalmoscopio. Le puso el brazalete en el brazo-. ¿Puedes decirme el nombre de los tres últimos presidentes, por orden?

– Claro. Bush, Push y Tush. -Soltó una carcajada sin que se le alterara el semblante.

Tenía la presión a 147 y 120. Rusty esperaba algo peor.

– ¿Recuerdas quién ha venido a verte antes de que llegara yo?

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