Así que vámonos, tú y yo, mientras la noche se extiende por el cielo como un paciente anestesiado sobre la mesa de operaciones. Vámonos mientras aparecen las primeras estrellas descoloridas. Es el único pueblo en un área que abarca cuatro estados en el que la gente sale esta noche. La lluvia se ha extendido por el norte de Nueva Inglaterra, y los espectadores de canales de noticias por cable no tardarán en ver unas fotografías extraordinarias tomadas por satélite que muestran un agujero en las nubes, que reproduce a la perfección la forma de calcetín de Chester's Mills. Aquí las estrellas brillan, pero son estrellas sucias porque la Cúpula está sucia.
Caen fuertes chubascos en Tarker's Mills y en la parte de Castle Rock conocida como The View; el meteorólogo de la CNN, Reynolds Wolf (que no guarda relación alguna con el Wolfie de Rose Twitchell), dice que, a pesar de que aún nadie puede afirmarlo a ciencia cierta, parece probable que la corriente de aire en dirección oeste-este empuje las nubes contra el lado occidental de la Cúpula y las esté aplastando como esponjas antes de que estas se deslicen hacia el norte y el sur. Lo califica de «fenómeno fascinante».
Suzanne Malveaux, la presentadora, le pregunta cómo podría ser el tiempo a largo plazo bajo la Cúpula si la crisis continúa.
– Suzanne -dice Reynolds Wolf-, es una buena pregunta. Lo único de lo que estamos seguros es de que esta noche no va a llover en Chester's Mills, aunque la superficie de la Cúpula es lo bastante permeable para que se filtre un poco de humedad en las zonas en las que los chubascos son más fuertes. Los científicos de la NOAA me han dicho que las previsiones de precipitación bajo la Cúpula no son muy buenas. Y sabemos que su principal vía fluvial, el Prestile, está prácticamente seca. -Sonríe y muestra una hilera perfecta de dientes televisivos-. ¡Gracias a Dios que existen los pozos artesianos!
– Ya lo creo, Reynolds -dice Suzanne, y entonces aparece la salamanquesa de Geico en las pantallas de los televisores de Estados Unidos.
Basta ya de noticias por cable; nos deslizamos por calles medio desiertas, pasamos frente a la iglesia congregacional y la parroquia (la reunión aún no ha empezado, pero Piper ha cargado la gran cafetera, y Julia está haciendo bocadillos a la luz sibilante de una lámpara Coleman), frente a la casa de los McCain rodeada por la triste cinta policial medio caída, bajamos por la cuesta del Ayuntamiento, donde el conserje Al Timmons y un par de amigos limpian y lo arreglan todo para la asamblea extraordinaria que se va a celebrar mañana, frente al Monumento a los Caídos, donde la estatua de Luden Calvert (el bisabuelo de Norrie; a buen seguro no es necesario que te lo diga) sigue de guardia.
Nos detenemos solo un instante para comprobar qué tal están Barbie y Rusty, ¿de acuerdo? Será fácil llegar abajo; solo hay tres policías en la sala de los agentes, y Stacey Moggin, que se encuentra en la recepción, duerme con la cabeza apoyada en el antebrazo. El resto de los policías están en el Food City, escuchando el sermón incendiario de Big Jim, pero daría igual que estuvieran aquí, porque somos invisibles. Cuando pasáramos junto a ellos no sentirían más que una leve brisa.
No hay mucho que ver en los calabozos porque la esperanza es tan invisible como nosotros. Lo único que pueden hacer ambos hombres es esperar hasta mañana por la noche y confiar en que las cosas cambien de rumbo. A Rusty le duele la mano, pero menos de lo que creía, y la hinchazón también es menor de lo que temía. Además, Stacey Moggin, que Dios la bendiga, le ha dado un par de Excedrin a escondidas alrededor de las cinco de la tarde.
De momento, estos dos hombres, o héroes, supongo, están sentados en sus camastros y jugando a las Veinte Preguntas. Le toca adivinar a Rusty.
– ¿Animal, vegetal o mineral? -pregunta.
– Ninguna de las tres -responde Barbie.
– ¿Cómo puede ser? Tiene que ser una de esas cosas.
– No lo es -insiste Barbie, que está pensando en Papá Pitufo.
– Me estás tomando el pelo.
– No.
– Es imposible.
– Deja de quejarte y empieza a preguntar.
– ¿Me das una pista?
– No. Es la primera respuesta. Te quedan diecinueve.
– Espera un minuto, joder. No es justo.
Los dejaremos para que disfruten de las próximas veinticuatro horas como buenamente puedan, ¿de acuerdo? Ahora pasamos frente a los escombros humeantes que antes eran el