– No sé si tenemos que planificar o no, pero cuando estuve en Iraq alguien me dio un ejemplar del
– Debemos -repitió ella, y le tocó la mano. Él volvió la suya y se la apretó.
– Vale, debemos. Creo que eso es lo que debemos planificar. Lo cual significa cerrar entre comidas, restringir el uso de los hornos (nada de rollitos de canela, aunque a mí me gustan tanto como a los demás) y nada de lavavajillas. Es viejo y nada eficiente en el consumo de energía. Ya sé que a Dodee y a Anson no les entusiasmará la idea de lavar los platos a mano…
– No creo que podamos contar con que Dodee vuelva pronto, a lo mejor no vuelve. Ahora que ha muerto su madre… -Rose suspiró-. Casi deseo que esa chica se haya ido de verdad al centro comercial de Auburn. Aunque supongo que mañana saldrá en los periódicos.
– Quizá. -Barbie no tenía ni idea de cuánta información saldría de Chester's Mills o entraría en el pueblo si la situación no se resolvía pronto y con alguna explicación racional. Seguramente no mucha. Pensó que el legendario Cono del Silencio del Súper Agente 86 se activaría enseguida, si es que no lo había hecho ya.
Anson regresó a la mesa a la que estaban sentados Barbie y Rose. Se había puesto la chaqueta.
– ¿Me puedo ir ya, Rose?
– Claro -repuso ella-. ¿Mañana a las seis?
– ¿No es un poco tarde? -Sonrió y añadió-: No es que me queje.
– Abriremos tarde. -Dudó un momento-. Y cerraremos entre las comidas.
– ¿De verdad? Genial. -Su mirada se volvió hacia Barbie-. ¿Tienes dónde dormir esta noche? Porque puedes quedarte en mi casa. Sada se ha ido a Derry a visitar a sus viejos. -Sada era la mujer de Anson.
Lo cierto es que Barbie sí tenía donde dormir, casi enfrente, justo al otro lado de la calle.
– Gracias, pero volveré a mi apartamento. Lo tengo pagado hasta final de mes, así que ¿por qué no? Le dejé las llaves a Petra Searles en el Drugstore de Sanders antes de marcharme esta mañana, pero todavía llevo una copia en el llavero.
– Vale. Hasta mañana, Rose. ¿Estarás aquí, Barbie?
– No me lo perdería por nada.
La sonrisa de Anson se ensanchó.
– Fantástico.
Cuando se hubo ido, Rose se frotó los ojos, después miró a Barbie muy seria.
– ¿Cuánto tiempo va a durar esto? Siendo optimistas.
– No tengo un cálculo optimista porque no sé lo que está pasando. Ni cuándo dejará de pasar.
– Barbie -dijo Rose, muy bajito-, me estás asustando.
– Me estoy asustando yo solo. A los dos nos irá bien dormir un poco. Todo tendrá mejor aspecto por la mañana.
– Después de esta conversación, seguramente necesitaré un Ambien para poder dormir -dijo ella-, cansada como estoy. Pero gracias a Dios que has vuelto.
Barbie recordó lo que había estado pensando sobre las provisiones.
– Otra cosa. Si el Food City está abierto mañana…
– Siempre abre los domingos. De diez a seis.
– Ya, si mañana abre, tienes que ir a comprar.
– Pero el proveedor de Sysco hace el reparto los… -Se interrumpió y se lo quedó mirando con desaliento-. Los martes, pera no podemos contar con eso, ¿verdad? Claro que no.
– No -dijo Barbie-. Aunque lo que ha pasado se arregle de repente, el ejército es capaz de poner el pueblo en cuarentena, al menos durante una temporada.
– ¿Qué compro?
– De todo, pero sobre todo carne. Carne, carne, carne. Si es que abren el súper. No estoy seguro de que lo hagan. A lo mejor Jim Rennie convence a quien sea que esté ahora al frente…
– Jack Cale. Él se hizo cargo cuando Ernie Calvert se jubiló el año pasado.
– Bueno, a lo mejor Rennie lo convence para que cierre hasta nuevo aviso. O consigue que el jefe Perkins ordene que cierren.
– ¿No lo sabes? -preguntó Rose, y vio su cara de incomprensión-: No lo sabes. Duke Perkins está muerto, Barbie. Murió allí. -Señaló hacia el sur.
Barbie la miró perplejo. Anson se había olvidado de apagar el televisor y, tras ellos, el Wolfie de Rose volvía a contarle al mundo que una fuerza inexplicada había dejado incomunicada a una pequeña ciudad del oeste de Maine, que la zona había sido acordonada por las fuerzas del ejército, que el Estado Mayor se estaba reuniendo en Washington, que el presidente se dirigiría al país a medianoche, pero que mientras tanto él pedía al pueblo estadounidense que uniera sus oraciones a las suyas por la gente de Chester's Mills.
3
– ¿Papá? ¿Papá?