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– Que tengas buena suerte, amigo. -Se apartó del árbol y se giró de nuevo hacia el camino de acceso.

Aubrey Towle volvió a empujarlo, esta vez con más dureza. Se apartó el pelo de los ojos y luego apuntó al estómago de Mel con su fusil Heckler & Koch.

– Tú no vas a ninguna parte.

A lo lejos sonó otra ráfaga de disparos. Y gritos.

– ¿Oyes eso? -preguntó Mel-. ¿Quieres volver a meterte ahí?

Aubrey lo miró con paciencia.

– No tienes que venir conmigo, pero vas a cubrirme. ¿Lo entiendes? O lo haces o te disparo yo mismo.

18

La cara del jefe Randolph se partió en una tensa sonrisa.

– El enemigo está ocupado en la retaguardia de nuestro objetivo. Todo va según el plan. Tira, Stewart. Por el camino de entrada. Nos apearemos y atajaremos por los estudios.

– ¿Y si están en el almacén? -preguntó Stewart.

– Aun así, de todas formas podremos atacarles desde atrás. ¡Venga, tira! ¡Antes de que perdamos la oportunidad!

Stewart Bowie tiró.

19

Andy oyó los disparos de la parte de atrás del edificio del almacén, pero el Chef no había silbado, así que se quedó donde estaba, agazapado tras su árbol. Esperaba que todo estuviera yendo bien ahí atrás, porque ahora él tenía sus propios problemas: un camión municipal se disponía a torcer por el camino de entrada de la emisora.

Andy rodeó su árbol mientras se acercaban, siempre con el roble entre el camión y él. El vehículo se detuvo. Las puertas se abrieron y bajaron cuatro hombres. Andy estaba bastante seguro de que tres de ellos eran los mismos que ya habían estado allí antes… Sobre el señor Pollo no tenía ninguna duda. Habría reconocido esas botas de goma verdes y llenas de mierda en cualquier lugar.

Hombres amargados. No iba a dejar que atacaran al Chef por el lado ciego.

Salió de detrás del árbol y echó a andar por el centro mismo del camino, aferrando a CLAUDETTE cruzada delante del pecho en posición de «presenten armas». Sus pasos crujían sobre la gravilla, pero otros muchos ruidos lo cubrían: Stewart había dejado el camión en marcha, y de la emisora salía música góspel a todo volumen.

Levantó el Kalashnikov, pero se obligó a esperar. Deja que se agrupen, si ese es su plan. Cuando se acercaron a la puerta de entrada de los estudios ya se habían agrupado.

– Vaya, pero si tenemos aquí al señor Pollo y a todos sus amigos -dijo Andy arrastrando las palabras en una aceptable imitación de John Wayne-. ¿Qué tal va todo, muchachos?

Los hombres hicieron amago de volverse. Por ti, Chef, pensó Andy, y abrió fuego.

Con la primera descarga mató a los dos hermanos Bowie y al señor Pollo. A Randolph solo lo hirió. Andy extrajo el cargador tal como el Chef le había enseñado, se sacó otro de la cinturilla de los pantalones y lo encajó en su sitio. El jefe Randolph se arrastraba hacia la puerta de los estudios, le sangraban el brazo y la pierna izquierda. Miró hacia atrás por encima del hombro, unos ojos fijos, muy abiertos y brillantes en un rostro sudado.

– Por favor, Andy -susurró-. Teníamos órdenes de no hacerte daño, solo de llevarte de vuelta para que pudieras trabajar con Jim.

– Seguro -dijo Andy, e incluso se rió-. No intentes tirarte un farol conmigo. Queríais llevaros todo esto…

Una larga y tableteante ráfaga de fusil estalló tras los estudios. Tal vez el Chef tenía problemas, podía necesitarlo. Andy levantó a CLAUDETTE.

– ¡Por favor, no me mates! -gritó Randolph, tapándose la cara con una mano.

– Tú solo piensa en el rosbif que cenarás hoy con Jesús -dijo Andy-. Caray, dentro de tres segundos estarás desdoblando la servilleta.

La prolongada ráfaga del Kalashnikov empujó a Randolph casi hasta la puerta del estudio. Después, Andy corrió hacia la parte de atrás del edificio. Mientras avanzaba, expulsó el cargador gastado en parte e insertó uno nuevo.

Desde el campo de heno llegó un silbido agudo y penetrante.

– ¡Ya voy, Chef! -gritó Andy-. ¡Aguanta, ya voy!

Se oyó una explosión.

20

– Tú cúbreme -dijo Aubrey, sombrío, en la linde del bosque. Se había quitado la camisa, la había partido en dos y se había atado una mitad alrededor de la frente, por lo visto quería parecerse a Rambo-. Y si estás pensando en joderme, será mejor que te salga bien a la primera, porque, si no, volveré y te cortaré tu maldito pescuezo.

– Te cubriré -prometió Mel. Y pensaba hacerlo. Allí, en la linde del bosque, al menos estaba a salvo.

Seguramente.

– Ese drogadicto loco no va a salirse con la suya -dijo Aubrey. Respiraba muy deprisa, mentalizándose-. Ese fracasado. Ese capullo yonqui. -Y, levantando la voz, dijo-: ¡Voy a por ti, capullo yonqui tarado!

El Chef había salido de detrás del camión de Comida Sobre Ruedas para localizar a su presa. Redirigió su atención hacia el bosque justo en el momento en que Aubrey Towle salía de allí gritando con todas sus fuerzas.

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