Pero no los necesitan para ver la flor amarilla que se abre cuando explota el camión de Comida Sobre Ruedas. Twitch está comiendo pollo picante con una cuchara de plástico.
– No sé qué está pasando ahí abajo, pero aquello es la emisora de radio, seguro -dice.
Rusty aferra el hombro de Barbie.
– ¡Ahí es donde está el propano! ¡Lo habían acumulado para el laboratorio de las drogas! ¡Ahí es donde está el propano!
Barbie vive un momento de claro terror premonitorio; un momento en el que lo peor está aún por llegar. Entonces, a algo más de seis kilómetros de distancia, una brillante chispa blanca destella en el cielo brumoso, como un relámpago que se dirige hacia arriba en lugar de hacia abajo. Un instante después, una titánica explosión abre un agujero justo en mitad del día. Una bola de fuego rojo arrasa primero la torre de la radio, luego los árboles que hay más allá y después el horizonte entero, a medida que se extiende hacia el norte y el sur.
La gente de Black Ridge grita, pero no pueden oír sus propios gritos por encima del descomunal, chirriante y creciente rugido que se produce cuando treinta y seis kilos de explosivo plástico y treinta y ocho mil litros de propano sufren una transformación fulminante. Se cubren los ojos y se tambalean hacia atrás, pisotean los sándwiches y derraman la bebida. Thurston estrecha a Alice y a Aidan contra sí y, por un momento, Barbie ve su rostro contra el cielo que se oscurece: el rostro alargado y aterrado de un hombre que ve abrirse las Puertas del Infierno y el océano de fuego que aguarda tras ellas.
– ¡Tenemos que volver a la granja! -grita Barbie.
Julia está aferrada a él, llorando. Junto a ella, Joe McClatchey trata de ayudar a su llorosa madre a levantarse. Esa gente no va a ir a ningún sitio, al menos durante un buen rato.
Hacia el sudoeste, donde la mayor parte de la Little Bitch dejará de existir en el transcurso de los siguientes tres minutos, el cielo azul amarillento se está volviendo negro, y Barbie, con una calma total, tiene tiempo de pensar:
La onda expansiva destroza todas las ventanas del centro, casi desierto, y hace volar postigos, inclina postes telefónicos, arranca puertas de sus bisagras, aplasta buzones. En todo Main Street saltan las alarmas de los coches. Big Jim y Carter Thibodeau sienten como si la sala de plenos se hubiese visto sacudida por un terremoto.
La televisión sigue encendida. Wolf Blitzer, en tono de verdadera alarma, pregunta:
«¿Qué es eso? ¿Anderson Cooper? ¿Candy Crowley? ¿Chad Myers? ¿Soledad O'Brien? ¿Alguien sabe qué narices ha sido eso? ¿Qué está pasando?»
En la Cúpula, las más recientes estrellas de la televisión estadounidense miran en derredor, mostrando únicamente la espalda a las cámaras mientras se protegen los ojos con las manos y miran hacia el pueblo. Una cámara enfoca un momento hacia arriba y muestra una monstruosa columna de humo negro y escombros que se arremolinan en el horizonte.
Carter se levanta. Big Jim le agarra de la muñeca.
– Un vistazo rápido -dice Big Jim-. Para ver lo grave que es. Después vuelve a traer tu trasero aquí abajo. Puede que tengamos que ir al refugio nuclear.
– Vale.
Carter sube la escalera corriendo. Los cristales rotos de la puerta de entrada, prácticamente desintegrada, crujen bajo sus botas mientras cruza a la carrera el vestíbulo. Lo que ve cuando sale a los escalones supera tantísimo cualquier cosa que haya podido imaginar que le hace retroceder a la infancia y, por un momento, se queda paralizado donde está, pensando:
El cielo, hacia el oeste, es un infierno rojo anaranjado rodeado por gigantescas nubes del ébano más profundo. El aire apesta a propano líquido quemado. El sonido es como el rugido de una docena de plantas de laminación de acero funcionando a toda potencia.
Justo encima de él, los pájaros que huyen han oscurecido el cielo.
Esa visión -pájaros que no tienen adónde ir- es lo que hace reaccionar a Carter. Eso y el viento creciente que siente contra la cara. En Chester's Mills no ha habido viento desde hace seis días, y este es caliente y repugnante, apesta a gas y a madera carbonizada.
Un enorme roble arrancado de cuajo aterriza en Main Street, llevándose por delante varios cabos de cable eléctrico muerto.
Carter vuelve corriendo por el pasillo. Big Jim está en lo alto de la escalera, su gruesa cara pálida parece asustada y, por una vez, indecisa.
– Abajo -dice Carter-. Al refugio. Viene hacia aquí. El fuego viene y, cuando llegue, se va a comer vivo este pueblo.
Big Jim gime.
– ¿Qué han hecho esos idiotas?
A Carter no le importa. Sea lo que sea lo que han hecho, hecho está. Si no se mueven con rapidez, tampoco ellos tendrán vuelta atrás.
– ¿Hay alguna máquina para purificar el aire ahí abajo, jefe?
– Sí.
– ¿Conectada al generador?
– Sí, claro.