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En su escritorio no había nada más que su portátil, que estaba abierto. Como salvapantallas tenía una fotografía de un partido de la liga de béisbol infantil de hacía tiempo. Tanto Howie como Chip, que por entonces tenía once o doce años, vestían la camiseta verde de los Monarchs del Drugstore de Sanders; la foto era del año en que Howie y Rusty Everett habían llevado al equipo de Sanders a la final del estado. Chip rodeaba con los brazos a su padre y Brenda los abrazaba a ambos. Un buen día. Pero frágil. Tan frágil como una copa de cristal. ¿Quién lo hubiera dicho en aquella época, cuando todavía podían estrecharse un poco más?

Aún no había conseguido dar con Chip, y la idea de hacer esa llamada -suponiendo que fuera capaz de hacerla- la destrozaba por completo. Se arrodilló entre sollozos junto al escritorio de su marido. No entrelazó las manos, sino que unió palma con palma, como hacía de niña, arrodillada con su pijama de franela junto a la cama para recitar el mantra de «Dios bendiga a mamá, Dios bendiga a papá, Dios bendiga a mi pececito, que todavía no tiene nombre».

– Dios, soy Brenda. No quiero que me lo devuelvas… Bueno, sí, pero ya sé que eso no puedes hacerlo. Solo dame fuerza para soportarlo, ¿quieres? Y me pregunto si quizá… No sé si será una blasfemia o no, seguramente lo es, pero me pregunto si podrías dejarle hablar conmigo una vez más. O a lo mejor dejar que me toque una vez más, como ha hecho esta mañana.

Al pensarlo -los dedos de él sobre su piel a la luz del sol- lloró más fuerte.

– Ya sé que lo tuyo no son los espíritus… salvo, claro está, el Espíritu Santo… pero ¿y en un sueño? Sé que es mucho pedir, pero… ay, Dios, esta noche siento dentro un vacío enorme. No sabía que una persona pudiera albergar tales vacíos, y me da miedo caer en él. Si haces esto por mí, yo haré algo por ti. Lo único que tienes que hacer es pedírmelo. Por favor, Dios, solo una caricia. O una palabra. Aunque sea en un sueño. -Una inspiración profunda, llorosa-. Gracias. Hágase tu voluntad, desde luego. Me guste a mí o no. -Rió con debilidad-. Amén.

Abrió los ojos y se puso en pie agarrándose al escritorio para no caerse. Una mano rozó el ordenador y la pantalla se encendió al instante. Él siempre olvidaba apagarlo, pero al menos lo dejaba enchufado para que no se le agotara la batería. Y tenía el escritorio mucho más ordenado que ella, siempre abarrotado de descargas y notas adhesivas electrónicas. En el portátil de Howie solo había tres carpetas ordenadamente dispuestas bajo el icono del disco duro: ACTUAL, donde guardaba los informes de las investigaciones abiertas; TRIBUNALES, donde guardaba una lista de quién (él incluido) tenía que ir a testificar, y dónde, y por qué. La tercera carpeta era RECTORÍA MORIN ST., donde guardaba todo lo que tuviera que ver con la casa. Se le ocurrió que si abría esa última a lo mejor encontraba algo sobre el generador; necesitaba informarse para poder mantenerlo en funcionamiento tanto tiempo como fuera posible. Henry Morrison, de la policía, seguramente estaría encantado de cambiarle la bombona de propano, pero ¿y si no tenía de repuesto? Si se daba el caso, compraría más en Burpee's o en la gasolinera antes de que se acabaran todas.

Puso el dedo en el botón del ratón, después se detuvo. En la pantalla había una cuarta carpeta acechando mucho más abajo, en la esquina de la izquierda. Nunca la había visto. Brenda intentó recordar la última vez que había echado un vistazo en el escritorio de ese ordenador, pero no lo consiguió.

VADER, ponía en la carpeta.

Bueno, solo había una persona en el pueblo a quien Howie llamara Vader (de Darth Vader): Big Jim Rennie.

Con curiosidad, movió el cursor hasta esa carpeta e hizo doble clic en ella, preguntándose si estaría protegida con una contraseña.

Lo estaba. Lo intentó con WILDCATS, que era la que abría la carpeta de ACTUAL (Howie no se había molestado en proteger TRIBUNALES), y funcionó. En la carpeta había dos archivos. Uno tenía por nombre «Investigación abierta». El otro era un documento PDF titulado «Carta del FGEM». En la jerga de Howie, eso significaba Fiscal General del Estado de Maine. Hizo doble clic.

Brenda ojeó la carta del FG con creciente asombro mientras las lágrimas se le secaban en las mejillas. Lo primero en lo que se detuvo su mirada fue en el saludo: nada de «Estimado jefe Perkins», sino «Querido Duke».

Aunque la carta estaba redactada en jerga legal y no en la de Howie, había ciertas frases que saltaban a los ojos como si estuvieran escritas en negrita. Malversación de bienes y servicios municipales era la primera. La implicación del concejal Sanders parece prácticamente segura era la siguiente. Después, Esta conducta criminal está más extendida y arraigada de lo que podíamos haber imaginado hace tres meses.

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