Читаем La Cúpula полностью

Un Frisbee pasa flotando. Ella lo atrapa en pleno vuelo y se lo devuelve a Benny Drake, que salta para pillarlo y luego gira para enviárselo a Norrie Calvert, que lo recoge de espaldas: ¡toma chulería! El círculo de oración ora. El coro mixto, que por fin ha encontrado su voz, ha escogido ese éxito de todos los tiempos: «On Ward Christian Soldiers». Una niña que no es mayor que Judy pasa dando saltos, con la falda bailando alrededor de sus regordetas rodillas, aferrando una bengala con una mano y un vaso del horrible refresco de lima con la otra. Los manifestantes giran y giran en un vórtice cada vez más amplio, ahora vociferan «¡Ole-le! ¡Ola-la! ¡Chester's Mills, libre ya!». Allá en lo alto, unas nubes esponjosas con fondo umbrío se deslizan hacia el norte desde Motton… y luego se dividen al acercarse a los soldados, rodeando la Cúpula. El cielo que tienen justo encima es de un azul inmaculado y sin nubes. En el campo de Dinsmore hay quien estudia esas nubes y se pregunta por la lluvia futura en Chester's Mills, pero nadie habla de ello en voz alta.

– Me pregunto si el domingo que viene todavía nos divertiremos -dice Barbie.

Linda Everett lo mira. No es una mirada agradable.

– ¿No crees que antes…?

Rose la interrumpe.

– Mirad allí. Ese niño no debería conducir ese condenado trasto tan deprisa; va a volcar. Cómo detesto esos quads…

Todos miran el pequeño vehículo de inmensos neumáticos y lo siguen mientras traza una diagonal por el blanco heno de octubre. No se dirige hacia ellos, cierto, sino hacia la Cúpula. Y va demasiado deprisa. Un par de soldados oyen el motor que se acerca y por fin se vuelven.

– Ay, Dios mío, no permitas que se estrelle -gime Linda Everett.

Rory Dinsmore no se estrella. Más le valdría haberse estrellado.

11

Una idea es como un microbio del resfriado: tarde o temprano siempre hay alguien que la pilla. Los jefes del Estado Mayor ya habían pillado la idea; la habían lanzado de aquí para allá en varias de las reuniones a las que había asistido el antiguo jefe de Barbie, el coronel James O. Cox. Tarde o temprano, alguien tenía que contagiarse de esa misma idea en Mills, y no fue del todo una sorpresa que ese alguien resultara ser Rory Dinsmore, que era con diferencia la herramienta más afilada de la caja de los Dinsmore («No sé de dónde lo ha sacado», dijo Shelley Dinsmore cuando Rory llevó a casa sus primeras notas, todo sobresalientes…, y lo dijo más con voz de preocupación que de orgullo). Si hubiera vivido en el pueblo -y si hubiera tenido ordenador (que no tenía)-, Rory sin lugar a dudas habría formado parte de la pandilla de Joe McClatchey «el Espantapájaros».

A Rory le habían prohibido que fuera al carnaval/encuentro de oración/manifestación; en lugar de comer extraños perritos calientes y de ayudar a gestionar el aparcamiento de coches, su padre le había ordenado que se quedara en casa y diera de comer a las vacas. Cuando terminara, tenía que embadurnarles las ubres con ungüento Bag Balm, un trabajo que detestaba.

– Y cuando les hayas dejado las ubres suaves y brillantes -le dijo su padre-, barre los establos y deshaz algunas balas de heno.

Lo estaban castigando por haberse acercado a la Cúpula el día anterior después de que su padre se lo hubiese prohibido expresamente. Y por haberse atrevido a darle unos golpecitos con los nudillos, por el amor de Dios. Apelar a su madre, algo que solía funcionar, no le había servido de nada esta vez.

– Podrías haberte matado -dijo Shelley-. Además, tu padre dice que fuiste un insolente.

– ¡Solo les dije cómo se llama el cocinero! -protestó Rory, y por eso su padre le había soltado otra colleja mientras Ollie miraba con silenciosa y petulante aprobación.

– Ser tan listo te traerá problemas -dijo Alden.

Resguardado tras la espalda de su padre, Ollie le había sacado la lengua. Shelley, sin embargo, lo vio… y esta vez fue Ollie el que se llevó una colleja. Lo que no hicieron, con todo, fue prohibirle los placeres y las diversiones de la improvisada feria de esa tarde.

– Y ni te acerques a ese maldito kart -dijo Alden, señalando al quad que estaba aparcado a la sombra, entre los establos de ordeño 1 y 2-. Si tienes que mover el heno, carga con él. Así te pondrás fuerte.

Poco después, los Dinsmore de menos luces salieron juntos y atravesaron el campo hacia la carpa de Romeo. El más brillante de ellos se quedó atrás con una horca y un bote de Bag Balm grande como un jarrón.

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