– ¿Acaso no he sido lo suficientemente claro? No pienso prolongar la agonía del muchacho. -Haskell apretó el interruptor rojo situado en la parte posterior del respirador. Algún graciosillo, tal vez Twitch, había puesto una pequeña pegatina que decía «¡TOMA YA!»-. ¿Deseas expresar una opinión contraria, Rusty?
Rusty meditó sobre la pregunta, pero enseguida negó con la cabeza. El test de Babinski había dado positivo, lo que significaba que sufría graves daños cerebrales, pero la cuestión era que no tenía ninguna posibilidad de salvarse. En realidad, nunca la había tenido.
Haskell apretó el interruptor. Rory Dinsmore inspiró aire trabajosamente por sí solo una vez más, pareció intentarlo de nuevo, y se rindió.
– Son las… -Haskell miró al gran reloj que había en la pared- cinco y cuarto de la tarde. ¿Te encargarás de anotarla como la hora de la muerte, Ginny?
– Sí, doctor.
Haskell se quitó la mascarilla y Rusty pudo comprobar, no sin cierta preocupación, que el anciano tenía los labios azules.
– Salgamos de aquí -dijo-. El calor me está matando.
Pero no era el calor, sino el corazón. Se derrumbó en mitad del pasillo cuando se dirigía a darles la mala noticia a Alden y Shelley Dinsmore. Al final Rusty acabó administrando una dosis de epinefrina, pero no sirvió de nada. Ni el masaje cardíaco. Ni el desfibrilador.
Hora de la muerte, cinco y cuarenta y nueve de la tarde. Ron Haskell sobrevivió a su último paciente por treinta y cuatro minutos exactamente. Rusty se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. Ginny se había encargado de dar la noticia a los padres del chico; desde el lugar en el que estaba sentado, con la cara entre las manos, Rusty oyó los gritos de dolor y pena de la madre que resonaban en aquel hospital casi vacío. Parecía como si no fuera a dejar nunca de llorar.
9
Barbie pensó que la viuda del Jefe debía de haber sido una mujer preciosa. Incluso entonces, con las ojeras y la ropa mal conjuntada que llevaba (unos tejanos descoloridos y la parte de arriba de lo que estaba prácticamente seguro que era un pijama), Brenda Perkins era imponente. Pensó que tal vez la gente lista nunca perdía su belleza, si es que estaba dotada de ese don, por supuesto, y vio un destello de inteligencia en sus ojos. También algo más. Tal vez estaba de luto, pero no había perdido la curiosidad. Y ahora mismo el objeto de su curiosidad era él.
Miró hacia el coche de Julia, que se encontraba detrás de Barbie, mientras retrocedía por el camino de entrada, y levantó las manos en un: «¿Adónde vas?».
Julia asomó la cabeza por la ventana y respondió:
– ¡Tengo que ocuparme de que salga el periódico! También tengo que pasarme por el Sweetbriar Rose y darle las malas noticias a Anson Wheeler; ¡esta noche se encarga de los bocadillos! ¡Tranquila, Bren, Barbie es un buen tipo! -Y antes de que Brenda pudiera responder o quejarse, Julia ya había enfilado Morin Street; una mujer con una misión. Barbie habría preferido acompañarla y que su único objetivo fuera la preparación de cuarenta bocadillos de jamón y queso y otros cuarenta de atún.
Ahora que Julia se había ido, Brenda prosiguió con su inspección. Cada uno se encontraba a un lado de la mosquitera. Barbie se sentía como si fuera alguien que iba a pedir trabajo y que tenía que hacer frente a una dura entrevista.
– ¿Lo es? -preguntó Brenda.
– ¿Cómo dice, señora?
– Si es un buen tipo.
Barbie meditó la respuesta. Días antes habría dicho que sí, por supuesto que lo era, pero esa tarde se sentía más como el soldado de Faluya que como el cocinero de Chester's Mills. Al final optó por decir que estaba bien amaestrado, lo que hizo sonreír a Brenda.
– Bueno, eso tendré que juzgarlo yo -replicó la mujer-. Aunque ahora mismo no me encuentro en las mejores condiciones para emitir un juicio. He sufrido una gran pérdida.
– Lo sé, señora. Lo siento mucho.
– Gracias. Lo enterrarán mañana. Lo sacarán de la Funeraria Bowie, ese cuchitril maloliente y pequeño que no sé cómo pero sigue abierto a pesar de que casi toda la gente del pueblo prefiere la Funeraria Crosman de Castle Rock. ¿Sabe cómo llaman al negocio de Stewart Bowie? El Granero de los Entierros de Bowie. Stewart es un imbécil y su hermano Fernald es aún peor, pero ahora mismo son todo lo que tenemos. Lo que tengo. -Lanzó un suspiro como una mujer que debía hacer frente a una ardua tarea.
Brenda lo sorprendió cuando decidió salir al porche con él.
– Acompáñeme al jardín trasero, señor Barbara. Tal vez lo invite a entrar más adelante, pero esperaré a estar convencida de que puedo confiar en usted. En circunstancias normales me fiaría de la recomendación de Julia con los ojos cerrados, pero estamos viviendo unos días que no pueden calificarse precisamente de normales.