Dar Veter iba a preguntarla quiénes eran los enigmáticos « ellos », pero Veda, dejando las bromas, saludaba ya al físico. Éste sonreía ingenuo y cordial.
— ¿Dónde están los héroes de Achernar? — inquirió Ren Boz abarcando con la mirada el campo, desierto en torno a la astronave.
— ¡Allí! — y Veda señaló a un edificio cónico de placas de cristal blanco-verdoso, con calados cantos argentados: la gran sala del cosmopuerto.
— Entonces, vamos.
— No, estaríamos de más — dijo Veda con firmeza —. Presencian ahora el adiós que les da la Tierra. Vayamos hacia el Cisne.
Los dos hombres obedecieron.
Veda, que iba al lado de Dar Veter, le preguntó quedo:
— ¿Tengo un aspecto muy estrafalario con este peinado antiguo? Podría…
— No hace falta. El contraste entre el vestido moderno y las trenzas, más largas que la falda, es encantador. ¡Déjalas!
— ¡Me someto, Veter mío! — susurró ella las mágicas palabras que hacían latir con fuerza el corazón de él.
Centenares de personas se dirigían sin prisa hacia la astronave. Muchos sonreían a Veda o la saludaban, alzando la mano, con bastante más frecuencia que a Dar Veter o a Ren Boz.
— Es usted muy popular, Veda — comentó Ren Boz —. ¿A qué se debe: a su labor de historiadora o a su tan ponderada belleza?
— Ni a lo uno ni a lo otro. Al continuo y amplio contacto con la gente, debido a mi trabajo y actividades sociales. Usted y Veter unas veces están encerrados en el laboratorio; otras, se aíslan en su intensa labor nocturna. Ustedes hacen para la humanidad algo mucho más grande e importante que lo que yo hago, pero en un solo dominio, que no es el más cercano al corazón. Chara Nandi y Evda Nal son bastante más conocidas que yo…
— ¿Un nuevo reproche a nuestra civilización técnica? — le replicó en broma Dar Veter.
— No a la nuestra, sino a los vestigios de fatales errores pasados. Hace milenios, nuestros remotos antecesores sabían ya que el arte, con el desarrollo de los sentimientos que lleva aparejado, es tan importante para la sociedad como la ciencia.
— ¿En el sentido de las relaciones entre las gentes? — inquirió, interesado, el físico.
— ¡Exacto!
— Un sabio antiguo dijo que lo más difícil en la Tierra es conservar la alegría — terció Dar Veter —. ¡Ahí tienen otro fiel aliado de Veda!
Hacia ellos se acercaba derecho, a grandes pasos leves, Mven Mas, atrayendo con su corpulencia la atención general.
— Ha terminado la danza de Chara — dedujo Veda —. Pronto aparecerá también la tripulación del Cisne.
— En su lugar, yo vendría a pie y lo más despacio posible — dijo de pronto Dar Veter.
Veda la tomó del brazo:
— ¿Empiezas a emocionarte?
— Naturalmente. Me atormenta pensar que se van para siempre y que tampoco volveré a ver más esa nave. Algo se subleva en mi interior contra esta fatalidad inevitable. Tal vez ello se deba a que se lleva a amigos queridos.
— Seguramente no es por eso — manifestó Mven Mas, cuyo fino oído había captado desde lejos las palabras de Dar Veter —. Es la protesta natural del hombre contra la inexorabilidad del tiempo.
— ¿Tristezas de otoño? — preguntó Ren Boz con un dejo de ironía, sonriendo a su compañero con los ojos.
— ¿Ha notado usted que el otoño de las latitudes templadas, con su melancolía, agrada precisamente a las personas más enérgicas, llenas de vida y alegría y profundamente sensibles? — replicó Mven Mas, dando al físico unas cariñosas palmadas en el hombro.
— ¡Exacta observación! — exclamó Veda con entusiasmo.
— Es muy antigua…
— ¡Dar Veter! ¿está usted en el campo? ¡Dar Veter! ¿está usted en el campo? — resonó una voz que venía de la izquierda y de arriba —. Yuni Ant le llama al televisófono del edificio central. Yuni Ant le llama… al televisófono del edificio central…
Ren Boz se estremeció e irguió el cuerpo.
— ¿Puedo ir con usted, Dar Veter?
— Vaya en mi lugar. Usted puede faltar al acto del despegue. A Yuni Ant le gusta mostrar, a la manera antigua, sus observaciones directas en vez de las grabaciones. En esto coincide con Mven Mas.
El cosmopuerto estaba dotado de un potente televisófono y de una gran pantalla hemisférica. Ren Boz entró en la estancia, redonda y en silencio. El operario de guardia movió, con un chasquido, la palanquilla del conmutador y señaló a la pantalla lateral de la derecha, donde había aparecido Yuni Ant lleno de agitación. Éste examinó atentamente al físico y, comprendiendo la causa de la ausencia de Dar Veter, saludó a Ren Boz con una inclinación de cabeza.
— Estamos efectuando, fuera de programa, la escucha-búsqueda en la anterior dirección y con bandas de onda 62/77. Alce el embudo de la emisión dirigida y oriéntelo hacia el Observatorio. Voy a lanzar el rayo-vector, a través del Mediterráneo, directamente sobre El Homra — Yuni Ant miró a un lado y añadió —: ¡Pronto!