— Ahora, hay que esperar hasta que la máquina reciba mi mensaje. Aguarde, voy a ponerme inmediatamente en comunicación con el ingeniero de guardia del CP. El centro de Determinación Inferior se encuentra en el Sector Australiano de la zona Sur.
— ¿Y el de Determinación Superior?
— En el Sector Indio de la zona Norte de viviendas, donde yo… Cambio, espere.
Ante la apagada pantalla, Veda trataba de imaginarse el Cerebro Profético. Se figuraba un gigantesco cerebro humano, con sus circunvoluciones y surcos, palpitante, vivo, aunque ella sabía que en realidad se trataba de unas enormes máquinas electrónicas de investigación, de la más elevada clase, capaces de resolver casi todos los problemas al alcance de las ramas ya estudiadas de las matemáticas. En el planeta sólo había cuatro máquinas semejantes, de distinta especialización.
Veda tuvo que esperar poco tiempo. Iluminóse la pantalla y el africano le pidió que volviese a llamar dentro de seis días, pero más tarde, por la noche.
— ¡Mven Mas, su ayuda es de un valor inestimable!
— ¿Por la sola razón de que yo tengo algunos conocimientos de matemáticas? Su trabajo sí que es verdaderamente inestimable, pues usted conoce las culturas y los idiomas antiguos… ¡Veda, está usted demasiado absorbida por la Era del Mundo Desunido!
El africano soltó una carcajada tan bonachona y contagiosa, que Veda rió también. Y después de despedirse con un gesto, desapareció.
El día convenido, Mven Mas volvió a verla en el televisófono.
— No me diga nada, ya veo que la respuesta es desfavorable.
— Sí. La estabilidad es inferior al límite de seguridad… De seguir el procedimiento general, habría que excavar en la parte derruida un kilómetro cúbico de piedra calcárea.
— Dentro de nuestras posibilidades, no queda más que extraer por una galería las cajas de caudales de la segunda cueva — dijo tristemente Veda.
— ¿Vale la pena afligirse tanto por eso?
— Perdone, Mven, pero usted ha estado también ante una puerta tras la que se ocultaba un misterio. La de usted era grande, universal, mientras que la mía es pequeña.
Mas, desde el punto de vista emotivo, mi fracaso es igual al suyo.
— Los dos somos compañeros de infortunio. Puedo asegurarle que más de una vez hemos de tropezar aún con puertas de acero. Cuanto más audaz y fuerte sea el afán, con más frecuencia las encontraremos.
—.¡Alguna de ellas se abrirá!
— ¡Cierto!
— Pero ¿usted no ha renunciado definitivamente?
— Claro que no. Recogeremos nuevos hechos, indicadores de giros más precisos. La fuerza del Cosmos es tan enorme, que era una ingenuidad por nuestra parte lanzarse contra ella con un simple chuzo… Lo mismo que si usted intentase abrir con las manos esa peligrosa puerta.
— ¿Y si tiene que esperar toda la vida?
— ¿Qué significa mi vida personal en comparación con tales pasos hacia el saber?
— Mven, ¿dónde está su vehemente impaciencia?
— No ha desaparecido, pero está refrenada. Por el sufrimiento…
— ¿Y Ren Boz?
— Va mejor. Sigue las búsquedas para precisar su abstracción.
— Se comprende. Espere un momento, Mven. ¡Es algo importante!
Apagóse la pantalla llevándose a Veda en sus sombras. Cuando se encendió de nuevo, a Mven Mas le pareció que ante él se encontraba otra mujer, juvenil y despreocupada.
— Dar Veter desciende a la Tierra. El sputnik 57 ha quedado terminado antes del plazo previsto.
— ¿Tan pronto? ¿Han hecho ya todo?
— No, sólo el montaje exterior y la instalación de las máquinas energéticas. Los trabajos interiores son más fáciles. Le llaman para que descanse y analice luego el informe de Yuni Ant sobre una nueva forma de comunicación por el Circuito.
— ¡Gracias por la noticia, Veda! Será para mí una gran alegría volver a ver a Dar Veter.
— Lo verá sin falta… Pero no le he dicho aún todo. Merced a los esfuerzos del planeta entero, ya están preparadas las reservas de anamesón para la nueva astronave Cisne.
Usted…
— Iré. El planeta mostrará a la tripulación, como despedida, lo más hermoso y preciado de la Tierra. Como ellos también hubieran deseado ver la danza de Chara en la Fiesta de las Copas Flamígeras, ella misma irá a bailarla al cosmopuerto central de El Homra. ¡Allí nos encontraremos!
— ¡De acuerdo, querido Mven Mas!
Capítulo XV. LA NEBULOSA DE ANDRÓMEDA