Separados por el espacio y el tiempo, ya nos hemos unido, merced a la razón, en el circuito de la gran fuerza. » « El lenguaje de símbolos, planos y mapas del Gran Circuito resultó ser fácilmente comprensible, dado el nivel de desarrollo de la sociedad humana. Al cabo de doscientos años pudimos ya mantener conversaciones, mediante las máquinas de traducir, con los sistemas planetarios de las estrellas más cercanas, así como recibir y transmitir verdaderos cuadros de la muy diversa vida de otros mundos. Recientemente, hemos recibido noticias de catorce planetas de Deneb, importante centro de vida de la constelación del Cisne, astro gigantesco, cuatro mil ochocientas veces más luminoso que el Sol y que se encuentra a ciento veintidós parsecs de la Tierra. La evolución del pensamiento, aunque siguiendo otro camino, ha alcanzado allí nuestro mismo nivel.
« En cuanto a los viejos mundos, los cúmulos globulares de nuestra Galaxia y la inmensa región habitada que rodea su centro, nos llegan de aquella inconmensurable lejanía extraños cuadros y escenas todavía incomprensibles para nosotros por no haber sido aún descifrados. Una vez grabados por las máquinas mnemotécnicas, son remitidos a la Academia de los Límites del Saber, institución científica que estudia los problemas nacientes de nuestra ciencia. Nos esforzamos en comprender este pensamiento, anterior al nuestro en varios millones de años, pero que se distingue poco de él, debido a la unidad de caminos en el desarrollo histórico de la vida, desde las formas orgánicas inferiores hasta los seres superiores, pensantes.
Veda Kong, se volvió de la pantalla, donde tenía clavados los ojos, como hipnotizada, y dirigió a Dar Veter una mirada interrogante. Éste le sonrió, asintiendo aprobatorio. Ella alzó con orgullo la cabeza y, tendiendo las manos hacia adelante, se dirigió de nuevo a sus desconocidos e invisibles oyentes que, dentro de trece años, recibirían sus palabras y verían su imagen:
« Ésta es nuestra historia, éste es el áspero, largo y complejo camino recorrido hasta remontar las cimas del saber. ¡Hermanos nuevos, unios a nosotros en el Gran Circuito para llevar a todos los confines del inabarcable Universo la poderosa fuerza de la razón, venciendo a la materia inerte, sin vida!
La voz de Veda vibraba triunfante, como si hubiera adquirido el vigor de todas las generaciones terrenas, capaces de hacer llegar sus pensamientos más allá de los límites de nuestra Galaxia, a otras islas astrales del Cosmos.
Oyóse un prolongado golpe de gong: Dar Veter había empujado la palanca, interrumpiendo la corriente transmisora de energía. La pantalla se apagó. En el transparente panel de la derecha continuaba iluminada la columna del canal conductor.
Veda, cansada y silenciosa, hecha un ovillo, se hundió en un gran sillón. Dar Veter invitó a Mven Mas a que se sentara ante el pupitre de comando e inclinóse sobre su hombro. En el completo silencio que reinaba, apenas se oía, de vez en cuando, el leve chasquido de las manijas. Inopinadamente, desapareció la pantalla de marco de oro y en su lugar abrióse una sima de profundidad inaudita. Veda Kong, que veía por vez primera aquel prodigio, no pudo contener una exclamación de asombro. Y en rigor, hasta a quienes conocían bien los secretos de la interferencia compleja de las ondas luminosas, que daban aquella amplitud y hondura de perspectiva, el espectáculo les parecía siempre maravilloso.
La oscura superficie de un planeta extraño se aproximaba, viniendo de muy lejos y aumentando de tamaño a cada segundo. Se trataba de un sistema extraordinariamente raro de estrella doble, en el que dos soles se equilibraban de manera que la órbita de su planeta resultaba ser regular y hacía posible la vida en éste. Ambos soles — uno anaranjado y el otro escarlata — eran más pequeños que el nuestro y alumbraban los hielos, que parecían rojos, de un mar congelado. Al borde de una meseta negra, entre enigmáticos reflejos violáceos, se divisaba un gigantesco y bajo edificio pegado a la tierra.
El rayo visual, clavándose en la azotea, pareció atravesar la techumbre, y todos vieron a un hombre de piel gris, ojos redondos, como los de las lechuzas, circundados de argentado plumón. Era de elevadísima estatura, pero muy delgado, con largas extremidades semejantes a tentáculos. Después de hacer una grotesca inclinación de cabeza, a modo de precipitado saludo, fijó en la pantalla sus ojos impasibles como dos objetivos y abrió una boca sin labios, tapada por una válvula de piel blanda, en forma de nariz. Inmediatamente, oyóse la armoniosa y dulce voz de la máquina de traducir:
— Habla Zaf Ftet, encargado de la información exterior, el sesenta y uno del Cisne. Hoy transmitimos para la estrella amarilla STL 3388+04ZhF… Transmitimos para…