Читаем La Torre de Wayreth полностью

Nadie podrá entrar excepto el Señor del Pasado y el Presente. Raistlin dio un paso hacia la torre y se detuvo.

—Todavía no —murmuró—. Todavía no.

Sintió que una mano fría y cadavérica le acariciaba la mejilla y se estremeció.

—Sólo uno de nosotros, joven mago —dijo Fistandantilus—. Sólo uno puede ser el Señor.

<p>2</p><p>La última botella de vino</p>Día segundo, mes de Mishamont, año 352 DC

Los dioses de la magia, Solinari, Lunitari y Nuitari, eran primos. Sus padres conformaban el triunvirato de dioses que gobernaba Krynn. Solinari era hijo de Paladine y Mishakal, dioses de la luz. Lunitari era la hija de Gilean, dios del Libro. Nuitari descendía de Takhisis, Reina Oscura. Desde el mismo día de su nacimiento, los tres primos habían forjado una alianza, unidos por su dedicación a la magia.

Hacía varios eones, los Tres Primos habían concedido a los mortales la capacidad de controlar y manipular la energía arcana. Fieles a su naturaleza, los mortales habían abusado de ese don que se les concedió. La magia actuaba fuera de control por el mundo y fue la causante de males inenarrables y de la pérdida de muchas vidas. Los primos se dieron cuenta de que debían establecer unas leyes que regulasen la práctica de ese poder y así se crearon las Órdenes de la Alta Hechicería. Dirigida por el Cónclave de hechiceros, la orden determinaba unas leyes sobre el uso de la magia, mediante las cuales se ejercía un estricto control sobre aquellos que practicaban tan poderoso arte.

La Torre de la Alta Hechicería de Wayreth era el último de los cinco centros de magia originales que había habido en Ansalon. Tres de esas torres, que se encontraban en las ciudades de Daltigoth, Losarcum e Istar, habían sido destruidas. La Torre de Palanthas seguía en pie, pero estaba maldita. Únicamente la Torre de Wayreth, que se alzaba en el misterioso y enigmático bosque de Wayreth, albergaba gran actividad.

Debido a que se tiende a temer todo lo desconocido, los hechiceros que trataban de vivir entre los demás mortales solían enfrentarse a una vida plagada de dificultades. Sin importar si servían a Solinari, Dios de la Luna Plateada; a Nuitari, Dios de la Luna Oscura; o a Lunitari, Diosa de la Luna Roja, normalmente los hechiceros eran recibidos con vilipendios y recelo. No resultaba muy sorprendente entonces que los magos gustasen de pasar todo el tiempo posible en la Torre de Wayreth. Allí, entre iguales, podían mostrarse tal como eran, estudiar su arte, practicar nuevos hechizos, comprar o intercambiar objetos mágicos y disfrutar de la compañía de aquellos que también hablaban el lenguaje de la magia.

Antes del regreso de Takhisis, los hechiceros de las tres órdenes vivían y trabajaban juntos en la Torre de Wayreth. Los Túnicas Negras se codeaban con los Túnicas Blancas y se enzarzaban en intensos debates relacionados con la magia. Si para un hechizo se necesitaba una telaraña, ¿era mejor utilizar una telaraña tejida por arañas silvestres o por las que se criaban en cautividad? Dado que los gatos eran por naturaleza tan independientes, ¿podían considerarse unas mascotas de confianza?

Cuando la reina Takhisis declaró la guerra al mundo, su hijo Nuitari rompió con sus primos por primera vez desde la creación de la magia. Nuitari se entregó con reticencia a su madre. Sospechaba que todos sus halagos y promesas eran falsos, pero quería creer. Se unió a las filas del ejército de la Reina Oscura y llevó consigo a muchos de sus Túnicas Negras. Los hechiceros de Ansalon seguían presentándose ante el mundo como un frente unido, pero en realidad las órdenes empezaban a dividirse.

Existía un organismo conocido como el Cónclave, encargado de dirigir a los hechiceros y que estaba formado por el mismo número de magos de cada orden. El jefe del Cónclave en aquellos tiempos tan tumultuosos era un hechicero Túnica Blanca llamado Par-Salian. Era un hombre de sesenta y pocos años que la mayoría de los magos apreciaba por ser un líder firme, justo y sensato. Pero el revuelo entre los hechiceros era cada vez mayor y algunas voces ya empezaban a decir que Par-Salian había perdido el control y que no era la persona adecuada para ocupar el puesto.

Par-Salian estaba sentado, solo, en su estudio de la Torre de la Alta Hechicería de Wayreth. La noche era fría y en la chimenea ardían las llamas. Era un fuego real, no mágico. Par-Salian era contrario a utilizar la magia por pura comodidad. Leía alumbrado por una vela, no por una luz mágica. Barría el suelo con una escoba normal y corriente. Hacía que todos aquellos que habitaban y trabajaban en la torre siguieran su ejemplo.

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