Читаем Los Caballeros de Takhisis полностью

La mirada de Tanis fue intencionadamente al cuello del caballero. La espada no era el único presente que el padre muerto había dado a su hijo. A través de unos medios mágicos que escapaban a la comprensión del semielfo, la Joya Estrella que Sturm Brightblade había llevado colgada al cuello había sido transferida a su hijo. La joya era un objeto del Bien, de manufactura elfa, una prenda de amor. Ninguna persona cuyo corazón estuviera enturbiado por la oscuridad habría podido siquiera tocarla y, mucho menos, llevarla puesta. Sin embargo, Tanis la había visto brillar sobre el pecho de Steel Brightblade.

¿La llevaría ahora, oculta bajo la horrenda armadura con sus símbolos de muerte y destrucción? ¿O habría abominado de ella, arrancándola de su cuello, y la habría sacrificado en el altar ensangrentado de la Reina Oscura?

Tanis no podía ver la joya. Steel le devolvió la mirada con frialdad, en absoluto cohibido. Si la llevaba encima, era lo bastante disciplinado para ocultar cualquier indicio de ella.

«Un hombre peligroso», pensó Tanis. «Si todos los paladines de Takhisis son como éste, estamos metidos en un buen lío.»

—¿Está Kalaman bajo ataque? —preguntó sin quitar la vista de Steel.

—Lo estará —contestó el caballero—. Y, a estas horas, también la Ciudadela Norte. No estoy revelando ningún secreto. Lord Ariakan quiere que los solámnicos sepan cómo fueron derrotados.

Tanis miró a Steel sumido en un sombrío silencio, y después se volvió hacia Palin, que parecía estar a punto de desplomarse.

—Discutiremos todo eso después. Primero tenemos que llevarte a casa. Te ayudaré a dar la noticia de la muerte de tus hermanos a tus padres. Recuerda, Palin, que tanto tu padre como tu madre fueron guerreros. Esto les causará un gran sufrimiento, cierto, pero...

—Hay algo más, Tanis —lo interrumpió el joven mago.

Era justo lo que el semielfo ya había imaginado.

—Se te retiene para obtener un rescate, ¿verdad?

—Sí. Y si no se paga, tomarán a cambio mi vida.

—¿Y a cuánto asciende ese rescate? Bah, no importa —se apresuró a añadir el semielfo con premura—. Por mucho que sea, conseguiremos reunir el dinero. Me alegrará poder contribuir. Y también lo...

—No es dinero lo que piden, Tanis —volvió a interrumpirlo Palin, con un cierto tono de impaciencia—. Después de todo, soy un mago.

—Un aprendiz —puntualizó el semielfo, simulando una despreocupación que estaba lejos de sentir. Tenía el terrible presentimiento de que sabía lo que venía a continuación y ansiaba posponerlo—. No te des esos aires, jovencito. —Miró a Steel—. Como he dicho, este joven sólo es un aprendiz que ha pasado la Prueba recientemente. Los hechiceros tal vez den a cambio de él unos cuantos objetos arcanos de poca importancia, pero nada de valor. Saldríais ganando más si pidierais dinero.

—Puede que Palin Majere sea sólo un aprendiz de mago, pero su tío, Raistlin Majere, no lo era —intervino Steel secamente—. Le hizo a su sobrino un valioso regalo. —El caballero señaló con un gesto el Bastón de Mago—. No me cabe la menor duda de que entregaría mucho más si supiera que la vida de su sobrino corre peligro.

—¿Pero es que todo el mundo se ha vuelto loco? —demandó Tanis—. ¡Raistlin Majere está muerto! Lleva muerto más de veinticinco años. Él no le dio el bastón a Palin. Se lo dio Dalamar el Oscuro...

Steel lo miraba fijamente con aquellos ojos negros, impasibles.

—¡Bah, estoy perdiendo el tiempo! ¿Cuál es el rescate? —preguntó Tanis.

—Quieren que se abra el Portal —contestó Palin en voz queda—. Los Caballeros Grises quieren encontrar el camino hacia el Abismo.

—Cuando el Portal esté abierto —dijo Steel—, nuestra soberana entrará en este plano. ¡Y nosotros le pondremos el mundo a sus pies!

16

El rescate. El cuarto de Raistlin. Palin concibe un plan

Steel se quedó de pie nada más cruzar la puerta de la posada El Último Hogar. Su porte era altanero, frío, orgulloso, impertérrito, sin demostrar emoción alguna cuando Tanis, con todo el tacto que fue capaz, dio a Tika y a Caramon la noticia de que sus dos hijos mayores habían muerto.

—¡Lo sabía! —fue la primera reacción de Tika. Se llevó las manos al corazón—. Paladine me valga, lo sabía. Lo sentía aquí. Oh, dioses, ¿por qué? ¿Por qué? —Apretó los puños y empezó a echarse atrás y adelante en la silla en la que estaba sentada.

Palin abrazó a su madre.

—Lo siento —dijo entrecortadamente—. Lo siento...

Caramon estaba estupefacto, aturdido.

—Mis muchachos —musitó—. Mis muchachos. —Con un desgarrador sollozo alargó los brazos y estrechó a Palin contra su pecho—. Al menos tú estás a salvo...

Tanis se mantuvo aparte, esperando que los primeros arrebatos de dolor pasaran; esperando para dar noticias aún peores a los desdichados padres. Palin no estaba a salvo, sino que corría un peligro mayor de lo que podrían imaginar jamás.

Al cabo de un tiempo, Palin se limpió las lágrimas y miró a Tanis.

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