Etienne pasó lentamente la mano por el marco interior de la puerta. Esperaron callados a que encontrara la llave de la luz. El departamento era pequeño y polvoriento, las luces bajas y domesticadas lo envolvían en un aire dorado donde el Club primero suspiró con alivio y después se fue a mirar el resto de la casa y se comunicó impresiones en voz baja: la reproducción de la tableta de Ur, la leyenda de la profanación de la hostia (Paolo Uccello
– Tiró la naturaleza muerta a la basura -dijo Etienne, rabioso-. Si llega a estar la Maga no le deja un pelo en la cabeza. Pero vos, el marido…
– Mirá -dijo Ronald, mostrándole la mesa para calmarlo-. Y además Babs dijo que estaba podrido, no hay razón para que te empecines. Queda abierta la sesión. Etienne preside, qué le vamos a hacer. ¿Y el argentino?
– Faltan el argentino y el transilvanio, Guy que se ha ido al campo, y la Maga que anda vaya a saber por dónde. De todos modos hay quórum. Wong, redactor de actas.
– Esperamos un rato a Oliveira y a Ossip. Babs, revisora de cuentas.
– Ronald, secretario. A cargo del bar. Sweet, get some glasses, will you?
– Se pasa a cuarto intermedio -dijo Etienne, sentándose a un lado de la mesa-. El Club se reúne esta noche para cumplir un deseo de Morelli. Mientras llega Oliveira, si llega, bebamos porque el viejo vuelva a sentarse aquí uno de estos días. Madre mía, qué espectáculo penoso. Parecemos una pesadilla que a lo mejor Morelli está soñando en el hospital. Horrible. Que conste en acta.
– Pero entre tanto hablemos de él -dijo Ronald que tenía los ojos llenos de lágrimas naturales y luchaba con el corcho del coñac-. Nunca habrá otra sesión como ésta, hace años que yo estaba haciendo el noviciado y no lo sabía. Y vos, Wong, y Perico. Todos. Damn it, I could cry. Uno se debe sentir así cuando llega a la cima de una montaña o bate un récord, ese tipo de cosas. Sorry.
Etienne le puso la mano en el hombro. Se fueron sentando alrededor de la mesa. Wong apagó las lámparas, salvo la que iluminaba la carpeta verde. Era casi una escena para Eusapia Paladino, pensó Etienne que respetaba el espiritismo. Empezaron a hablar de los libros de Morelli y a beber coñac.
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