Читаем Retorno de las estrellas полностью

Todo esto me parecía muy hermoso, pero con una objeción fundamental: que el más sólido fundamento de este mundo, su regla universal, fuese la betrización. La educación iba dirigida a que se considerase algo tan natural como el nacimiento y la muerte. Pero cuando supe por Eri cómo se aprendía en las escuelas la historia antigua, me invadió una cólera que me costó un gran esfuerzo vencer. Desde este punto de vista, eran tiempos de un mundo brutal, donde no se ponía límite a los nacimientos y se producían violentas catástrofes económicas y bélicas. Los logros de la civilización eran mencionados y se presentaban como expresión de aquellas fuerzas y tendencias que ayudaron a la humanidad a superar la oscuridad y la crueldad de aquella época. Frente a estos logros había la entonces generalizada tendencia de vivir a costa de otros. Aquello — se decía — que era muy difícil de alcanzar y que sólo ofrecía sus ventajas a muy pocas personas, y a la que conducía un camino lleno de peligros, renuncias, compromisos y derrotas morales, sólo compensados por los éxitos materiales, era en la actualidad algo cotidiano, fácil y seguro.

Asimismo resultaba fácil, al divulgar conocimientos generales, condenar numerosas características del pasado, como las guerras, por ejemplo — esto yo podía admitirlo —. Y la falta — ¡ total! — de política, divergencias, tensiones, conflictos internacionales (aunque al principio se antojaba asombroso y casi hacía pensar que existían, pero se silenciaban), tuve que considerarla un éxito y no un perjuicio. Lo que fue más difícil para mí en esta inversión de todos los valores se refería a mis circunstancias más íntimas, pues no había sido sólo Starck quien descartó las expediciones espaciales en su libro, escrito medio siglo antes de mi regreso. En este punto Eri, que terminó sus estudios arqueológicos, pudo aclararme muchas cosas. Ya las primeras generaciones betrizadas cambiaron radicalmente su actitud hacia la astronáutica, pero aún después del cambio de signos, del positivo al negativo, continuó siendo apasionada. Se opinaba que se había cometido un error trágico, cuyo punto culminante coincidió con los años de nuestra expedición, puesto que entonces se emprendieron muchas expediciones similares. Pero el error no estribaba solamente en los exiguos resultados que se obtenían de ellas ni en que la investigación fuera del sistema solar — que sólo aportó el descubrimiento en algunos planetas de formas de vegetación primitivas y en general desconocidas para nosotros — no condujo en un radio de varios años luz a ningún contacto con alguna civilización altamente desarrollada. Ni siquiera se consideró lo peor que la terrible duración de estos viajes — puesto que cada vez sus objetivos se encontraban más alejados — tenía que convertir a las tripulaciones de las naves espaciales, estos representantes de la Tierra, en un puñado de seres infelices, mortalmente atormentados, que necesitarían tras su aterrizaje — aquí o allí — intensos cuidados en su convalecencia; ni que la decisión de enviar al espacio o estos exaltados era insensata y cruel. Fue considerado lo esencial el hecho de que la Tierra quisiera conquistar el cosmos, pese a no haber hecho lo suficiente para sí misma. Como si no resultara evidente que tan heroicos vuelos no podrían aliviar jamás los ilimitados sufrimientos, las injusticias, los temores y el hambre de la humanidad.

Pero así pensó sólo la primera generación betrizada. Después, en el curso natural de las cosas, llegó el olvido. La indiferencia. Y los niños, cuando se enteraron de la época romántica de los vuelos espaciales, se sorprendieron y tal vez tuvieron incluso un poco de miedo de sus incomprensibles antepasados, que se les antojaban tan extraños y absurdos como los antepasados aún más lejanos que se dedicaban a los saqueos y las expediciones en busca de oro. Esta indiferencia es lo que más me asustó, era peor que una sentencia injusta; la obra de nuestra vida yacía bajo una capa de silencio, enterrada y olvidada.

Eri no intentó despertar en mí entusiasmo por el nuevo mundo ni deseaba tampoco una conversión demasiado rápida; se limitaba a hablar sencillamente del tema. Y yo — precisamente porque hablaba de sí misma, como un testigo de este mundo — no podía cerrar los ojos a su resplandor.

Era una civilización que carecía de temor. Todo cuanto había estaba al servicio de la humanidad. Nada era tan importante como su comodidad, el cumplimiento de sus deseos naturales y también de los más exagerados. Por doquier, en todos los lugares donde la presencia humana, la debilidad de sus pasiones, la lentitud de sus reacciones podía representar el mínimo riesgo, se la eliminaba mediante el uso de maquinaria muerta: los autómatas.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Возвращение к вершинам
Возвращение к вершинам

По воле слепого случая они оказались бесконечно далеко от дома, в мире, где нет карт и учебников по географии, а от туземцев можно узнать лишь крохи, да и те зачастую неправдоподобные. Все остальное приходится постигать практикой — в долгих походах все дальше и дальше расширяя исследованную зону, которая ничуть не похожа на городской парк… Различных угроз здесь хоть отбавляй, а к уже известным врагам добавляются новые, и они гораздо опаснее. При этом не хватает самого элементарного, и потому любой металлический предмет бесценен. Да что там металл, даже заношенную и рваную тряпку не отправишь на свалку, потому как новую в магазине не купишь.Но есть одно место, где можно разжиться и металлом, и одеждой, и лекарствами, — там всего полно. Вот только поход туда настолько опасен и труден, что обещает затмить все прочие экспедиции.

Артем Каменистый , АРТЕМ КАМЕНИСТЫЙ

Фантастика / Боевая фантастика / Научная Фантастика