ROMEO.-
Si hemos de confiar en un dulce y agradable sueño, alguna gran felicidad me espera. Desde la aurora pensamientos de dicha agitan mi corazón, rey de mi pecho, y como que me dan alas para huir de la tierra. Soñé con mi esposa y que me encontraba muerto. ¡Raro fenómeno: que piense un cadáver! Pero con sus besos me hubiera trocado por un emperador. ¡Oh, cuan dulces serán las realidades del amor, cuando tanto lo son las sombras!BALTASAR.-
Pues ya nada malo puede sucederte, porque su cuerpo reposa en el sepulcro, y su alma está con los ángeles. Yace en el panteón de su familia. Y perdonadme que tan pronto haya venido a traeros tan mala noticia, pero vos mismo, señor, me encargasteis que os avisara de todo.ROMEO.-
¿Será verdad? ¡Cielo cruel, yo desafío tu poder! Dadme papel y plumas. Busca esta tarde caballos, y vámonos a Verona esta noche.BALTASAR.-
Señor, dejadme acompañaros, porque vuestra horrible palidez me anuncia algún mal suceso.ROMEO.-
Nada de eso. Déjame en paz y obedece. ¿No traes para mi carta de Fray Lorenzo?BALTASAR.-
Ninguna.ROMEO.-
Lo mismo da. Busca en seguida caballos, y en marcha.BOTICARIO.-
¿Quién grita?ROMEO.-
Oye. Tu pobreza es manifiesta. Cuarenta ducados te daré por una dosis de veneno tan activo que, apenas circule por las venas, extinga el aliento vital tan rápidamente como una bala de cañón.BOTICARIO.-
Tengo esos venenos, pero las leyes de Mantua condenan a muerte al que los venda.ROMEO.-
Y en tu pobreza extrema ¿qué te importa la muerte? Bien clara se ve el hambre en tu rostro, y la tristeza y la desesperación. ¿Tiene el mundo alguna ley, para hacerte rico? Si quieres salir de pobreza, rompe la ley y recibe mi dinero.BOTICARIO.-
Mi pobreza lo recibe, no mi voluntad.ROMEO.-
Yo no pago tu voluntad, sino tu pobreza.BOTICARIO.-
Este es el ingrediente: desleídlo en agua o en un licor cualquiera, bebedlo, y caeréis muerto en seguida, aunque tengáis la fuerza de veinte hombres.ROMEO.-
Recibe tú el dinero. Él es la verdadera ponzoña, engendradora de más asesinatos que todos los venenos que no debes vender. La venta la he hecho yo, no tú. Adiós: compra pan, y cúbrete. No un veneno, sino una bebida consoladora llevo conmigo al sepulcro de Julieta.ESCENA SEGUNDA
Celda de fray Lorenzo
(FRAY JUAN y FRAY LORENZO)
FRAY JUAN.-
¡Hermano mío, santo varón!FRAY LORENZO.-
Sin duda es Fray Juan el que me llama. Bien venido seáis de Mantua; ¿qué dice Romeo? Dadme su carta, si es que traéis alguna.FRAY JUAN.-
Busqué a un fraile descalzo de nuestra orden, para que me acompañara. Al fin le encontré, curando enfermos. La ronda, al vernos salir de una casa, temió que en ella hubiese peste. Sellaron las puertas, y no nos dejaron salir. Por eso se desbarató el viaje a Mantua.FRAY LORENZO.-
¿Y quién llevó la carta a Romeo?FRAY JUAN.-
Nadie: aquí está. No pude encontrar siquiera quien os la devolviese. Tal miedo tenían todos a la peste.FRAY LORENZO.-
¡Qué desgracia! ¡Por vida de mi padre San Francisco! Y no era carta inútil, sino con nuevas de grande importancia. Puede ser muy funesto el retardo. Fray Juan, búscame en seguida un azadón y llévale a mi celda.FRAY JUAN.-
En seguida, hermano.FRAY LORENZO.-
Sólo tengo que ir al cementerio, porque dentro de tres horas ha de despertar la hermosa Julieta de su desmayo. Mucho se enojará conmigo porque no di oportunamente aviso a Romeo. Volveré a escribir a Mantua, y entre tanto la tendré en mi celda esperando a Romeo. ¡Pobre cadáver vivo encerrado en la cárcel de un muerto!ESCENA TERCERA
Cementerio, con el panteón de los capuletos
(PARIS y un PAJE con flores y antorchas)