Читаем Un Puerto Seguro полностью

– La verdad es que me gusta. He hecho lo que quería. He demostrado todo lo que quería demostrar, y ahora vivo en la playa y pinto… y hablo con niñas y perros perdidos -añadió, pensando en Pip.

Pensar en la niña lo hizo pensar en Ophélie, quien a su manera era mucho más hermosa que la mujer que tenía delante. Eran lo más distintas que podían ser dos personas.

– Necesitas una vida de verdad, Matt -insistió Sally en voz baja-. ¿Nunca te planteas volver a Nueva York?

Ella sí se lo había planteado. Nunca le había gustado mucho Auckland ni Nueva Zelanda, y ahora era libre para ir a donde le viniera en gana.

– Nunca -repuso él con sinceridad-. Ya me conozco el percal.

Pensar en Ophélie, aunque solo hubiera sido por un instante, lo ayudó a recobrar la cordura y guardar las distancias.

– ¿Qué me dices de París o Londres?

– Puede, cuando me canse de hacer el vago en la playa, pero todavía no es el caso. Cuando llegue el momento, es posible que me traslade a Europa. Pero ahora que Robert va a pasar los próximos cuatro años aquí, tengo muchos motivos para quedarme.

Y Vanessa le había dicho que tenía intención de ingresar en la UCLA al cabo de dos años, o tal vez incluso en Berkeley, de modo que Matt no iría a ninguna parte. Le habían robado a sus hijos durante demasiado tiempo, y ahora quería aprovechar cada minuto posible con ellos.

– Me sorprende que no te aburras viviendo como un recluso, Matt. Antes eras muy inquieto.

Y el director artístico de la agencia publicitaria más importante de Nueva York, con muchos clientes importantes y poderosos. Él y Sally habían fletado aviones, yates y mansiones para entretenerlos. Sin embargo, Matt llevaba diez años sin echar de menos aquella vida.

– Supongo que en un momento dado maduré. A algunos nos pasa.

– Pues no has envejecido nada -observó ella, cambiando de táctica, puesto que las otras no funcionaban.

No se veía viviendo con él en una cabaña de la playa; semejante existencia acabaría con ella.

– Me siento más viejo, pero gracias de todas formas, tú tampoco has envejecido.

De hecho, estaba más guapa que antes, y los kilos ganados le conferían una silueta más voluptuosa. Durante su matrimonio siempre había estado demasiado delgada, aunque a él le gustaba.

– Bueno, ¿qué vas a hacer ahora? -le preguntó con interés.

– No lo sé. De momento tengo que resituarme; todo es tan reciente…

Desde luego, no tenía aspecto de viuda afligida y no lo era. Más bien parecía una delincuente puesta en libertad, a diferencia de Ophélie, que a punto había estado de sucumbir a la muerte de su esposo. El contraste entre ambas era inmenso.

– He estado pensando en Nueva York -prosiguió al tiempo que le lanzaba una mirada tímida-. Sé que es una locura, pero me pregunto si…

Lo miró de hito en hito sin terminar la frase. No hacía falta, Matt la conocía, y ese era precisamente el problema, que la conocía.

– Si me gustaría acompañarte e intentarlo de nuevo, a ver cómo van las cosas… a ver si podemos recomponer nuestra relación, dar marcha atrás y volvernos a enamorar… Menuda idea, ¿eh? -acabó Matt por ella con aire pensativo mientras ella asentía.

La había entendido, como siempre, mejor de lo que ella misma creía.

– El problema es que… eso es lo único que he querido durante los últimos diez años. No abiertamente, no me atormentaba a diario, porque estabas casada con Hamish y no existía esperanza para nosotros… Pero ahora ya no estás casada, Hamish se ha ido, y lo curioso, Sally… es que me doy cuenta de que no podría. Eres preciosa, como siempre, y con un par de martinis más, seguro que me acostaría contigo y vería el paraíso… pero ¿luego qué? Tú sigues siendo tú, y yo sigo siendo yo… y todas las razones por las que nuestro matrimonio se fue al garete siguen existiendo y siempre existirán… Lo más probable es que yo te aburra. Y la verdad es que, a pesar de que te quiero y tal vez siempre te querré, ya no quiero estar contigo. El precio es demasiado alto. Quiero estar con una mujer que me quiera, y no estoy seguro de que haya sido así alguna vez. El amor no es un objeto, una compra o una venta, sino un intercambio, un trueque, un regalo que das y recibes… La próxima vez quiero el regalo, quiero recibirlo y darlo…

Pronunció aquellas palabras sintiéndose en paz. Se le presentaba la oportunidad que había anhelado durante diez años, pero acababa de descubrir que no la quería aprovechar. Aquella certeza le proporcionó una increíble sensación de liberación y al mismo tiempo de pérdida… de decepción, victoria y libertad.

– Siempre has sido un romántico -bufó ella, irritada, pues las cosas no iban como esperaba.

– Y tú no -replicó él con una sonrisa-. Puede que ese sea el problema. Yo creo en todas las tonterías románticas, y tú vas a lo práctico. Entierras a un hombre y pretendes exhumar a otro, por no mencionar lo que les has hecho a nuestros hijos. El problema es que por poco acabas conmigo, y mi espíritu está flotando por ahí, libre por fin… y creo que le gusta…

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Вероника Лесневская

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