En octubre de 1995 no apareció ninguna mujer muerta en Santa Teresa ni en sus alrededores. Desde mediados de septiembre, como se suele decir, la ciudad respiraba en paz. En noviembre, sin embargo, fue encontrada una desconocida en la barranca El Ojito, a quien posteriormente se identificó como Adela García Estrada, de quince años de edad, desaparecida una semana antes, trabajadora de la maquiladora EastWest. Según el forense la causa de la muerte había sido la rotura del hueso hioides. Llevaba una sudadera gris con un estampado de un grupo de rock y debajo de la sudadera un sostén blanco. Sin embargo el pecho derecho estaba cercenado y el pezón del pecho izquierdo había sido arrancado a mordidas. Se ocuparon del caso el judicial Lino Rivera y posteriormente los judiciales Ortiz Rebolledo y Carlos Marín.
El veinte de noviembre, una semana después del hallazgo del cadáver de Adriana García Estrada, fue encontrado el cuerpo de una desconocida en un descampado de la colonia La Vistosa.
Aparentemente la desconocida tenía unos diecinueve años y las causas de la muerte eran varias cuchilladas en el tórax, producidas por un arma con doble filo, todas o casi todas mortales.
La desconocida llevaba un chaleco gris perla y un pantalón negro. Cuando en el laboratorio del forense le quitaron el pantalón se encontraron con que debajo de éste llevaba otro pantalón, de color gris. Las manías de los seres humanos son un misterio, dictaminó el forense. Se encargó del caso el judicial Juan de Dios Martínez. Nadie reclamó el cuerpo.
Cuatro días después apareció el cadáver mutilado de Beatriz Concepción Roldán a un lado de la carretera Santa TeresaCananea. La causa de la muerte era una herida, presumiblemente infligida con un machete o un cuchillo de grandes dimensiones, que la había abierto en canal desde el ombligo hasta el pecho. Beatriz Concepción Roldán tenía veintidós años, medía un metro sesentaicinco, era delgada y de tez morena.
Tenía el pelo largo, hasta la mitad de la espalda. Trabajaba de mesera en un establecimiento de la Madero-Norte y vivía con Evodio Cifuentes y una hermana de éste, llamada Eliana Cifuentes, aunque nadie denunció su desaparición. En diversas partes del cuerpo el cadáver exhibía hematomas, pero cuchilladas sólo una, la que provocó su muerte, por lo que el forense dedujo que la víctima no se defendió o que estaba inconsciente en el instante en que fue mortalmente agredida. Tras aparecer su foto en
Según los vecinos, el llamado Evodio Cifuentes y su hermana Eliana hacía seis días, aproximadamente, que no estaban allí. Una de las vecinas los vio salir arrastrando dos maletas cada uno. Examinada la casa, pocos efectos personales de los hermanos Cifuentes se encontraron. Desde el principio el caso fue llevado por el judicial Efraín Bustelo, que no tardó en descubrir que los hermanos Cifuentes sólo tenían un poco más de entidad que un par de fantasmas. No había fotos de ellos. Las descripciones que pudo conseguir fueron vagas, cuando no contradictorias: Cifuentes era chaparro y muy delgado y su hermana tenía rasgos físicos nada memorables. Según un vecino creía recordar, Evodio Cifuentes trabajaba en la maquiladora File-Sis, pero allí no tenían en nómina a ningún tipo que se llamara así, ni ahora ni en los últimos tres meses. Cuando Efraín Bustelo pidió las listas de trabajadores de hacía seis meses, le dijeron que lamentablemente, por un fallo técnico, éstas se habían perdido o traspapelado. Antes de que Efraín Bustelo les preguntara cuándo podían tener esas listas para que él les echara una mirada, un ejecutivo de File-Sis le entregó un sobre con dinero y Bustelo se olvidó del asunto. Probablemente en aquellas listas, si es que aún existían, si es que nadie las había quemado, pensó, tampoco iba a encontrar el rastro de Evodio Cifuentes. Se dictó una orden de detención a nombre de los dos hermanos, que circuló como circula un mosquito alrededor de una fogata por varias comisarías de la República. El caso quedó sin aclarar.
En diciembre, en un descampado de la colonia Morelos, a la altura de la calle Colima y la calle Fuensanta, no lejos de la preparatoria Morelos, se encontró el cadáver de Michelle Requejo, desaparecida una semana antes. El hallazgo del cuerpo fue realizado por unos niños que acostumbraban a jugar partidos de béisbol en el descampado. Michelle Requejo vivía en la colonia San Damián, al sur de la ciudad, y trabajaba en la maquiladora HorizonW amp;E. Tenía catorce años y era delgada y sociable.