—que no pasaban por alto los casos de caridad no permitida (en el taller se arrestaba por recolectar dinero para la esposa de un obrero encarcelado);
—que el Gran Solitario de Naipes de los socialistas iba barajando ininterrumpidamente las cartas, eso desde luego;
—que en 1929 encarcelaron a los historiadores que no habían expulsado oportunamente al extranjero (Platónov, Tarle, Luitovski, Gautier, Izmáilov), al destacado crítico literario M.M. Bajtín y al entonces joven Lijachov;
—que las nacionalidades fluían desde todos los confines. Encarcelaron a los yakutos después de la insurrección de 1928. Encarcelaron a los buriato-mongoles después de la insurrección de 1929. (Se dice que fusilaron a unos treinta y cinco mil, aunque no tenemos forma de comprobarlo.) Encarcelaron a los kapajos después de que la caballería de Bu-dionni los aplastara heroicamente en 1930-1931. A comienzos de 1930 juzgaron a la Unión para la Liberación de Ucrania (profesor Yefrémov, Chejosvki, Nikovski y otros).
Conociendo la proporción habitual entre lo que se hace público y lo que se oculta, ¿cuántos más habría detrás de ellos? ¿Cuántos arrestos secretos?
Y aunque lentamente, también les llegó el turno a los miembros del partido gobernante. De momento (1927-1929) se trataba de la facción «oposición obrera»* o de trotskistas cuyo pecado fue la elección de un líder caído en desgracia. De momento eran centenares, mas pronto serían miles. Todo es cosa de ponerse en ello. Del mismo modo que los trotskistas asistieron impasibles al encarcelamiento de miembros de otros partidos, ahora el resto del partido veía con buenos ojos el encarcelamiento de los trotskistas. A todos llegaba su turno. Más tarde le tocaría a la inexistente oposición «de derechas». Los jueces devoraban miembro a miembro, empezando por la cola, hasta llegar a la propia cabeza.
A partir de 1928 llega el momento de ajustar cuentas con los epígonos de la burguesía: los
El desarrollo de la riada