La habitación estaba totalmente a oscuras, salvo por la única lámpara que brillaba en el extremo del sofá. Allí estaba Nick, con los pies encima de la mesa, como de costumbre. (La madera brillaba con un matiz gris perla.) Sostenía un tazón en la mano. Delante de él, la pared había desaparecido y una oscura ladera descendía hasta una bahía llena de luces destellantes.
Anna reconoció el ritmo entrecortado y los colores: naranja y azul claro. Era su advertencia según el C.E.I.
—¿Qué demonios…? —preguntó.
—Es el equivalente
—Reed 1935-C.
—Eso es. He pensado que tal vez te gustaría ver la grabación.
La escena se desdibujó: una colina oscura y una bahía iluminada. Anna dijo algo, no supo qué; pero sintió un dolor en la garganta y le resultó difícil hablar. Un instante más tarde sintió que él la rodeaba con sus brazos.
—No tenía intención de herirte, Anna.
El cuerpo de Nicholas era anguloso y musculoso. De su ropa emanaba un perfume limpio y penetrante que no reconoció. ¿Era el jabón de los alienígenas?
—Siéntate. —Él la guió hasta el sofá y se apartó. Ella se enjugó las lágrimas. Se encendió la luz del techo. El paisaje que tenía delante desapareció—. Vuelvo enseguida —dijo él.
Regresó con otro tazón.
—He añadido un poco de coñac. El general consiguió una buena provisión en Reed. Bueno, ¿qué ocurrió? ¿Cómo es que he metido la pata de esa forma?
—Nos echaron. No sólo a mí. A todos. Y no permitieron que nadie regresara. Ahora el planeta es vulnerable. Los
Él asintió.
—A veces me avergüenzo de mi propia especie. ¿Por qué utilizaron ese planeta para las negociaciones? Sin duda podrían haber encontrado un mundo en el que no hubiera nada que mereciera la pena estudiar.
—No sé. —Bebió el café.
—Bueno, han perdido el planeta, a menos que las negociaciones que se llevan a cabo aquí funcionen. ¿A eso te referías cuando dijiste que tu carrera estaba arruinada?
Ella asintió.
—Mi especialidad es la inteligencia no humana. ¿Qué me queda si no puedo llegar a los seudosifonóforos? Puedo perder el tiempo estudiando animales de otros planetas que no son ni siquiera tan brillantes como los delfines. Puedo perder el tiempo en la Tierra, estudiando los delfines. Eso, suponiendo que consiga una subvención. ¿Has puesto coñac en el café, o café en el coñac?
—¿Quieres que cambie la proporción?
—Creo que sería conveniente un poco más de café.
Él volvió a llenarle el tazón y luego dijo:
—¿Te molesta si apago la luz del techo? A los miembros del Pueblo les gusta tener un entorno relativamente oscuro cuando se relajan, y creo que me he acostumbrado. Las luces brillantes me dan la sensación de que tengo que ir a trabajar.
—De acuerdo.
La luz se apagó y la habitación volvió a quedar totalmente a oscuras, salvo por la lámpara del extremo del sofá. Nicholas se sentó donde estaba antes, junto a la lámpara, y cogió su tazón. Anna vio el brillo metálico en su muñeca, el brazalete que llevaba puesto la última vez que había hablado con él.
—Entonces el general te hizo un favor cuando pidió a los humanos que te enviaran. Aquí estás, rodeada de inteligencia extraña.
—No es lo que yo esperaba. Me paso el tiempo escuchando a Eh Matsehar hablar de
—Eso cambiará —aseguró Nicholas—. Vaihar ha localizado un ejemplar de
—¿Por qué no?
Él guardó un instante de silencio.
—Por varias razones. ¿Quieres que hable de eso? Anna, no quiero que vuelvas a llorar.
—No lloraré.
Él expuso sus motivos. En general era el mismo argumenta que había oído esgrimir a sus colegas de Reed 1935-C. Los seudosifonóforos no tenían una cultura. El suyo no era un lenguaje real. No tenía gramática; al carecer de gramática, los extraños no podían hablar de secuencia ni de consecuencia.
Nick dijo:
—Supongo que la inteligencia tiene algo que ver con el grupo y con el hecho de relacionarse, y tal vez con la causa-y-efecto.