»No veo para qué necesitarían desarrollar un lenguaje. Nosotros utilizamos el lenguaje para codificar la experiencia, para expresarla de forma que otras personas puedan comprenderla. Cuando hemos hecho eso, podemos compartir lo que sabemos. Así es como enseñamos y aprendemos. Pero si uno de tus individuos quiere aprender algo, todo lo que tiene que hacer es comerse otro seudosifonóforo. Por lo que deduzco de tus notas, ésta es la forma primaria en que transmiten la información. Funciona, sin duda, y significa que no necesitan recurrir a formas complicadas de comunicación.
»Salvo en la época de apareamiento. Ésa es la única ocasión en que se acercan unos a otros. El resto del año llevan una vida solitaria, por temor a ser comidos; y los individuos realmente grandes, los que deberían ser más inteligentes y estar mejor informados porque se han comido a la mayor parte de sus parientes, esos individuos siempre son solitarios. Ya no se aparean.
Ya no se sentía desdichada. Tal vez era por el coñac del café, o por el placer de escuchar los argumentos de Nick, aunque no estuviera de acuerdo con ellos.
—Eso me lleva al último motivo por el que pienso que tus individuos no son inteligentes. No están bastante interesados en el sexo. —La miró. Anna vio el destello blanco de una sonrisa.
—¿Qué estás diciendo? Viste la bahía. Viste el océano.
—Eso fue durante la época de apareamiento. Pero los humanos no tenemos época de apareamiento, y los miembros del Pueblo tampoco. Somos sexualmente activos y estamos constantemente interesados en el sexo.
»Supongo que hay beneficios evolutivos en estar sexualmente excitado todo el tiempo. Te mantiene fuertemente interesado por otras personas, y te da motivos para estar en buenas relaciones. Nos mantiene unidos. Si vamos a acostarnos con alguien, tenemos que llevarnos bien.
Anna sacudió la cabeza.
—Hay montones de animales que forman comunidades.
—No como las nuestras. No se me ocurre ningún animal que esté tan intensa y continuamente interesado por sus iguales como nosotros y los miembros del Pueblo.
»Si tus individuos perdieran su época de apareamiento, si estuvieran interesados en sus iguales todo el tiempo, si los ejemplares grandes conservaran algún interés por el sexo, entonces tal vez se verían obligados a crear una cultura. Quizás empezarían a desarrollar un auténtico lenguaje. Tal vez empezarían a ser inteligentes.
—¿Estás planteando esto en serio? —preguntó Anna.
Él se echó a reír.
—Lo más probable es que no. Pero hablo en serio con respecto a la falta de una cultura, y tal vez querrías escuchar lo que tengo que decir de la lengua. Ése es un tema del que algo sé.
»He venido a decirte algo y me había olvidado. Las mujeres
—No. Déjala.
Él le señaló a manejar el proyector y luego le dio las buenas noches. Cuando se fue, ella puso la grabación. La pared volvió a desaparecer y Anna contempló la colina donde se alzaba el recinto de los diplomáticos. ¿Dónde se
Sus animales emitieron mensajes destellantes. Anna se bebió el resto del café con coñac. Nick estaba equivocado, pensó, influido por el tipo de inteligencia que poseían los humanos.
Imaginó los miembros adultos de sus criaturas flotando en las corrientes oceánicas y arrastrando los zarcillos que se extendían un centenar de metros o más. Sus cuerpos en forma de campana contenían una docena de cerebros, apenas visibles a través de la carne transparente. Tenía que existir una razón para tantas neuronas y tanta información. Imaginó intelectos enormes, fríos, solitarios, dedicados a la contemplación, una especie para la que el desapego era natural. Para ellos era innecesario el Paso Multiplicado por Ocho. Las Cuatro Verdades Nobles estaban fuera de lugar. No se preocupaban por la lujuria ni por la avaricia. No necesitaban que el Mono les llevara cestos llenos de Escrituras. Ya habían conseguido algún tipo de ilustración.
En ese momento se dio cuenta de que el coñac le estaba haciendo efecto.